15 d’octubre 2019

SIN COMPLEJOS


Es posible que, cuando estas líneas salgan a la luz, ya se haya hecho pública la sentencia a los líderes del procés. Seamos conscientes y estemos preparados porque cualquier cosa puede ocurrir. Desde una declaración institucional fuera de tono y contexto, pasando por concentraciones y/o manifestaciones pacíficas de rechazo al fallo del Tribunal Supremo, hasta actos vandálicos y, ahí, el abanico de posibilidades es inmenso. Adonde lleguen, sólo dependerá de la imaginación y la osadía de los descerebrados que decidan llevarlos a cabo.
De todas maneras y, suceda lo que suceda, no deberíamos caer ni en ostentaciones innecesarias, ni dejarnos amedrantar por las provocaciones chulescas de los más hiperventilados.
El hecho cierto será que el Estado democrático, social y de derecho habrá triunfado sobre aquellos que quisieron reventarlo desde dentro. Eso es lo que al final quedará. Eso es lo que pasará a la historia, y, con eso, nos hemos de quedar.
Tras el dictamen, habrá llegado el momento de pasar página. Se debería trazar una hoja de ruta clara para amortiguar, tanto como sea posible, los daños que ha causado el procés a nivel económico, social y cultural. Lo prioritario ha de ser zurcir la sociedad y recuperar la convivencia. No obstante, eso no será posible si no va acompañado de otras mediadas que hagan que Cataluña vuelva a ser la locomotora de España, y para eso necesitamos que las empresas que marcharon, tras los acontecimientos de septiembre y octubre de 2017, vuelvan.
En ese contexto, sería de gran ayuda que los líderes independentistas que provocaron el fiasco reconozcan sus errores y admitan que hechos como los ocurridos aquel triste otoño no se pueden repetir. Yo nunca le voy a pedir a nadie que renuncien a sus ideas, pero sí exijo que los proyectos políticos sean inclusivos y no sólo para una parte de la sociedad. De todos modos, mal vamos cuando uno de los eslóganes preferidos del secesionismo en estos últimos meses es, “ho tornarem a fer”, así no hay manera.
Tampoco vamos bien cuando algunos iluminados de esos que copan tertulias y llenan periódicos con artículos que pontifican sobre lo divino y lo humano sostienen que el problema es político. Discrepo. Ciertamente, el problema que estamos viviendo en Cataluña tiene sus raíces en la política. Ahora bien, la cuestión ha excedido con creces el terreno de juego de la política. Los líderes del procés, a sabiendas, cometieron presuntamente delitos tipificados en el Código Penal, y de eso va l sentencia, no más, pero tampoco menos.
Otra cosa es que una vez dilucidadas las responsabilidades penales se vuelva a la mesa de negociación, y mediante el diálogo se llegue a acuerdos dentro del marco constitucional y con la legalidad como eje vertebrador.
Ante esta situación, no es de recibo que a los que nunca hemos estado por la ruptura, ahora se nos tache de intransigentes, sencillamente creemos en la justicia y la acatamos. Cuando nos gusta y cuando no.
Durante demasiado tiempo el constitucionalismo ha estado acomplejado en Cataluña. Ha llegado el momento de decir basta y vivir con normalidad. O lo que es lo mismo: sin complejos.

Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán 14/10/19

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