El pasado domingo por la noche en el
palacio de la Moncloa respiraron aliviados. Después del fiasco en las
elecciones autonómicas gallegas, el resultado obtenido por el PSE tuvo efectos
balsámicos. Pero es que también Sumar consiguió un balance positivo, al lograr
un escaño en la Cámara vasca, aunque no con su cabeza de cartel, si no con el
representante de Izquierda Unida Ese balance debería generar una cierta
tranquilidad en el seno del Gobierno que, últimamente, parece un poco
atribulado. Además, va a permitir tanto al PSOE como a Sumar encarar las
elecciones catalanas y las europeas con relativo optimismo.
Por el contrario, se ha confirmado un
poco más el hundimiento de Podemos que ha perdido los seis diputados que tenía
y se queda fuera del Parlamento vasco. Lo cual nos viene a confirmar aquella
máxima de que la izquierda cuando se divide, pierde. También el PP sumó un
escaño más, pero ni será relevante ni han logrado unificar al centroderecha,
que eran sus objetivos.
La victoria del PNV, aunque muy
ajustada, ha supuesto un respiro, porque de haber ganado EH Bildu, los
socialistas, como depositarios de la llave de la gobernabilidad, se habrían
tenido que decantar por unos o por otros y eso, hubiera podido significar un
serio inconveniente para la estabilidad del Gobierno central. Sin embargo, con
estos resultados sobre la mesa se podrá reeditar la colaboración entre PNV y
PSE, vigente desde 2016 que hasta el momento ha funcionado razonablemente bien.
Ahora, con la campaña de las
elecciones al Parlament ya en marcha, no estaría de más que los partidos
catalanes, especialmente los independentistas, peor no solo ellos, echaran un
vistazo a como se ha desarrollado el proceso electoral en Euskadi. Han sido las
elecciones autonómicas más inciertas en los últimos años porque estaba en juego
la hegemonía en el mundo nacionalista que se disputaban PNV y EH Bildu que, por
primera vez, podía dar el sorpasso y a punto estuvo de conseguirlo.
Fue muy positivo constatar que a lo
largo de la campaña en ningún momento se intentó mezclar la política nacional
con la autonómica. Es más, a diferencia de lo que ocurre en la política
nacional, los políticos se han centrado en hablar de los problemas cotidianos. Cuestiones
como la supuesta degradación de los servicios públicos, el precio de la
vivienda o propuestas para mejorar el Estado del bienestar han llenado de
contenido las intervenciones de los aspirantes a lendakari que han orillado los
temas identitarios. Es decir, sus propuestas han ido en la línea de mejorar la
gestión del autogobierno que quieren ampliar y consolidar: Y es que todo indica
que sacaron conclusiones del plan Ibarretxe y el desenlace del procés les ha
servido para escarmentar en cabeza ajena.
Los peneuvistas no acostumbran a dar
puntada sin hilo. Por eso, supieron jugar sus cartas y, a cambio del apoyo a la
investidura de Pedro Sánchez, obtuvieron el compromiso de que en dos años se
traspasarían las competencias del Estatuto de Guernica aún pendientes.
Sería muy interesante que algunos de
nuestros políticos tuvieran como referencia la manera de barrer para casa del
PNV. El Estatuto de Guernica es de 1979, el único que aún no se modificado. De
hecho, en la legislatura que acabó el 21 de abril, Íñigo Urkullu intentó un proceso
de reforma, pero muy pronto se vio que aquello difícilmente saldría adelante
de forma consensuada. La posible inclusión del “derecho a decidir” embarrancó los trabajos e
hizo descarrilar la comisión que se había creado. Por eso ahora el PNV pretende
llevar a cabo un nuevo Estatuto más posibilista a la espera de que EH Bildu y
el PSE formen parte del acuerdo. Además, es muy probable que los nacionalistas
pretendan que EH Bildu baje a la arena de la política y se tengan que retratar con
la realidad de la situación y así se vean forzados a aparcar parte de sus
entelequias
Parece que peneuvistas y responsables
de la izquierda abertzale ya habían mantenido contactos en el mandato anterior
para llevar a cabo la tarea. No obstante, todos saben que para reformar el
Estatuto con éxito hay lograr el mayor consenso posible porque deberá pasar el
cedazo del Congreso de los diputados y para eso es indispensable contar con el
concurso de los socialistas. Además para EH Bildu es imprescindible que Sánchez
siga en la Moncloa, al menos hasta que culmine el proceso de acercamiento de
presos ETA a las cárceles vascas. Por consiguiente, es razonable pensar que la
legislatura se apuntala un poco más. Al menos por lo que respecta a los
partidos vascos.
Mientras aquí, unos piden una financiación singular y al día siguiente un
referéndum, y a mí me asalta una duda: ¿para qué querrán una financiación
singular si a lo que aspiran es marchar de España? Otros, en cambio, se aferran
a bagatelas pasadas, dicen no renunciar a la unilateralidad y amenazan con
vetos y retirar su apoyo al Gobierno central si los socialistas catalanes no ceden
a sus pretensiones. Y eso que siempre hemos alardeado de que la política
catalana no dependía de lo que sucediera en Madrid.
En cambio, el candidato del PSC, Salvador Illa, propone establecer una
negociación con el Gobierno para cerrar 50 traspasos pendientes y lograr un
pacto de financiación que dote a Cataluña de los recursos que necesita, pero
sin dar la espalda ni mirar por encima del hombro a nadie.
A la espera de la decisión que la
decisión que anuncie el próximo lunes, Pedro Sánchez, respecto a si dimite o no
como presidente del Gobierno, va a condicionar todo lo que se ha escrito aquí en
clave de futuro, Y es evidente que, suceda lo que suceda, habrá un antes y un
después del 29 A.
Bernardo Fernández
Publicado en e Notícies 27/04/2024