En poco más de 24 horas el
cantante de rap Valtonyc ha sido condenado a tres años y medio de prisión, han
retirado de la feria Arco la obra Presos políticos en la España contemporánea,
de Santiago Serra, y el libro Fariña, de Nacho Carretero, sobre el narcotráfico
en Galicia, ha quedado fuera de la circulación, por orden judicial.
Las canciones del mallorquín
se han hecho virales en las redes y un montón de festivales, entre ellos el prestigioso
Primavera Sound, le han propuesto que participe en sus certámenes. La obra
pictórica retirada de Arco ha sido comprada por el periodista Tatxo Benet,
socio de Jaume Roures y cofundador de Mediapro. Tatxo ha pagado la nada desdeñable
cantidad de 90.000 euros, por las caras pixeladas de los políticos presos y
todo indica que será expuesta en Lleida, donde el alcalde, Ángel Ros, ya ha
ofrecido una sala para su exhibición.
Desde la prohibición de la
venta del libro de Carretero que, por cierto, llevaba dos años en el mercado,
Ámazon ha vendido diez libros por minuto y las librerías gallegas han abierto
listas de espera para cuando Fariña vuelva al mercado.
Estamos en el siglo XXI y es
muy posible que la censura sea una de las armas más potentes de la promoción de
un producto u obra. En este contexto, recordemos aquella portada de la revista
satírica El Jueves, de hace unos años. En la misma se veía a los entonces
príncipes, hoy Reyes, en acción un tanto indecorosa, pero, probablemente, muy
placentera. Desde luego, fue retirada del mercado, pero, bajo cuerda, se
llegaron a pagar más de 1.000 euros por uno de aquellos ejemplares.
Estos hechos, tanto juntos
como separados, son un torpedo en la línea de flotación de una sociedad diversa
y plural que vive en un clima de libertades que sólo es posible en un sistema
democrático consolidado. Sin embargo, todo indica que los tiempos están
cambiando, como dijo el cantor y son malos tiempos para la lírica.
Todo esto, se lo debemos en
primera instancia a Alberto Ruiz Gallardón y a continuación a toda su camarilla
tanto en el PP como en el Gobierno del que él formó parte. Su Ley Mordaza, por
un lado y, por otro, las diversas reformas chapuceras que se han ido haciendo del
Código Penal, han ido dejando bien a las claras que la libertad de expresión
está en riesgo de extinción en nuestro país.
No es casualidad que, para
Ignacio González Vega, portavoz de jueces para la Democracia, la libertad de
expresión está amenazada.
Sin ánimos de mitificar nada,
quedan muy lejos los años ochenta con la movida madrileña o el rock radical
vasco. Hoy muchas de las canciones de aquella época serían merecedoras de
querellas y sus autores e intérpretes tales como Siniestro Total, Alaska o la
Polla Récords, aplicándoles los recortes de libertades y la intolerancia que
hoy en día se manejan irían directos a la cárcel.
Quizás, con el paso del
tiempo, la sociedad se haya vuelto un poco mojigata. No lo sé. Desde luego la
globalización sin reglas ni normas y que le terrorismo haya llegado hasta la
sala de estar de nuestros hogares tiene mucho que ver. De todos modos, no es de
recibo que los delitos de opinión puedan ser castigados con penas de prisión.
Es evidente que, a
determinados gobiernos y a buena parte de los estamentos que conforman el Estado,
ya les va bien esa mordaza que unas ocasiones se pone desde las esferas de
poder y otras se la coloca la propia ciudadanía.
En este contexto, viene como
anillo al dedo aquella frase del Tribunal Supremo de EE. UU., que en estos días
nos ha recordado Carmen Calvo, premio Nacional de Artes Plásticas 2013, según
la cual:” La libertad de expresión es una garantía para que las demás
libertades puedan respirar”.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
26/02/18