Estos días el foco mediático
está sobre Cataluña, la sentencia a los líderes del procés y las reacciones
institucionales y de la ciudadanía que se están produciendo, tras conocerse el
fallo del Tribunal Supremo, acaparan buena parte del interés nacional e
internacional.
Es muy probable que más de un
independentista hiperventilado imagine que la Tierra ha dejado de girar y el
mundo mundial no respirar a la espera de ver cómo reaccionan los catalanes y
que sucede a partir de ahora en este país.
Obviamente, si alguien piensa
así se equivoca. La Tierra sigue girando, el sol sale por el este, se pone por
el oeste y urbi et orbe ocurren cosas, buenas, malas y regulares.
En un mitin celebrado en
Valencia, a principios de los años treinta, Manuel Azaña dijo: “la libertad no
hace a los hombres más felices, sencillamente los hace hombres” Ante la
situación que estamos viviendo, me tomo la licencia de parafrasear a Don Manuel
y digo que no es cuestión de que la exhumación de los restos del dictador sea
algo, bueno, malo o regular, sencillamente nos permitirá recuperar una porción
de la dignidad que, como pueblo, nos arrebató la dictadura. Y pido disculpas si
he ofendido a alguien con la cita.
De hecho, la primera
iniciativa, que se conoce, sobre este enojoso asunto, fue del Gobierno de José
Luís Rodríguez Zapatero que creó una comisión de expertos para transformar el
Valle de los Caídos. Lamentablemente con la llegada del PP al poder aquello
quedó en agua de borrajas. Sin embargo, Pedro Sánchez, tras ser investido
presidente en junio de 2018 anunció que en julio del mismo año se procedería a
la exhumación.
Pero la familia del autócrata,
desde el minuto cero, puso todas las trabas posibles para evitar que Franco
saliera del Valle. Los recursos y demandas en los tribunales han sido las
artimañas de los descendientes del dictador para frenar la iniciativa del
Gobierno. Después, la propuesta de llevar los restos a la catedral de la
Almudena. Aunque la pretensión más insolente
de los herederos, y que raya con la estupidez, es la pretensión de que se le
rindan honores militares al dictador cuando sea exhumado.
Resulta ofensivo, y un insulto
a la inteligencia, que gente que por su ascendencia y los presumibles orígenes
de su fortuna deberían ser discretos, moderados e intentar pasar lo más
desapercibido posibles, sean tan ostentosos y chuleen como gallos de pelea en
un corral de feria. Todo lamentable y patético.
Y por si no había bastante con
la familia, han contado con colaboradores inestimables como es el caso del
prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera, un falangista reciclado a
benedictino que había llegado a amenazar con prohibir la entrada en la Basílica
a las personas que fueran a trasladar al dictador. También el juez José Yusty
ha prestado un apoyo impagable a los familiares del dictador. En el mes de
febrero pasado suspendió de manera cautelar el informe de obra del Ayuntamiento
de San Lorenzo del Escorial, porque “existían dudas en las condiciones de
seguridad. Tampoco la ambigüedad calculada del Vaticano en un
principio facilitó las cosas.
En cualquier país de nuestro
entorno una situación parecida sería impensable; pero, si, aun y así, por alaguna
extraña razón les ocurriera algo similar, estoy convencido que todos los grupos
políticos, a excepción de la extrema derecha, cerrarían filas con el Gobierno
para reparar la injusticia que venimos soportando desde más de cuatro décadas.
Sin embargo, aquí, unos guardan un sospechoso silencio y otros acusan al
presidente de hacer con la exhumación electoralismo (?) Veamos.
Por esa regla de tres, Pedro
Sánchez lleva haciendo electoralismo desde mediados de febrero, cuando convocó
elecciones, pero es que el país sigue funcionando y un Gobierno en funciones o
no, sea del color que sea, ha de tomar decisiones.
Además, como ya he indicado
más arriba, el propio Sánchez anunció en junio del año pasado la exhumación, y
que se llevaría a cabo en julio. Después, las triquiñuelas y malas artes de la
familia han retardado el proyecto hasta ahora que han agotado toda la munición,
pero, todo tiene un límite y, salvo imponderables, en muy pocos días la salida
de los restos mortales de Francisco Franco del Valle de los Caídos será un
hecho. Entonces, los más de 18.000 republicanos que hay allí enterrados en
fosas comunes descansarán en paz, pero ahora, de verdad.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 16/10/19
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