Con una participación récord
del 83%, en las elecciones del pasado 21 de diciembre, Ciudadanos logró una
victoria histórica. El partido naranja, capitaneado por Inés Arrimadas, ganó en
votos y escaños unas elecciones al Parlament.
Semejante gesta, no la había logrado jamás una formación no nacionalista
o no soberanista. Ni siquiera el PSC, dirigido por Pasqual Maragall lo
consiguió. En los comicios de octubre de 1.999, los socialistas ganaron en
votos, pero no en escaños.
Ahora, las tres formaciones
independentistas que se presentaban a esta convocatoria han logrado revalidar
la mayoría que obtuvieron el 27 S de 2015. Es verdad que con un par de escaños
menos y un soporte popular algo mermado, pero mayoría suficiente para escoger un
president que pueda formar gobierno.
Estos comicios han puesto de
manifiesto lo que ya se intuía: Cataluña está dividida en dos mitades y los que
no están por la vía unilateral aventajan a los soberanistas en unos 150.000
votos.
Pese a ello y a tenor de como ha
quedado el mapa tras la batalla electoral, es lógico pensar que acabarán siendo
los secesionistas los que formen gobierno.
Además, Ciudadanos ya ha
renunciado a que Inés Arrimadas presente su candidatura en una sesión de
investidura. Nada que objetar. Está en su derecho. No obstante, habría sido muy
interesante escuchar a la candidata naranja desplegar su programa de gobierno en
un discurso en sede parlamentaria y a los otros grupos darle la réplica. No es
lo mismo un debate en un hemiciclo que los panfletos electorales y las arengas
en los mítines sin posibilidad de réplica que, además, van dirigidos a los ya
convencidos.
En cualquier caso, la renuncia
a la investidura es una decisión digna. Por eso, considero que se equivoca el
Partido Popular y aquellos que presionan para que Inés Arrimadas tome la
iniciativa y negocie una posible formación de gobierno. La aritmética, en casos
como éste, no admite matices.
De todos modos, la situación
es sumamente complicada. Será muy difícil que alguno de aquellos que están
imputados pueda ser investido president de la Generalitat. Más ponto que tarde
deberán sentarse en el banquillo de los acusados y lo más probable es que sean
condenados y, por consiguiente, inhabilitados.
Ahí tiene, parte de sus
orígenes, la batalla soterrada que mantienen Junts per Cataluña y Esquerra
Republicana. A estas alturas, nadie con dos dedos de frente duda que, si Puigdemont
cruza la frontera, será detenido de inmediato. Por el contrario, los
republicanos aspiran que a Junqueras se le levante la prisión provisional y
quede en libertad bajo fianza, al menos un tiempo. Eso les daría unos meses de
margen para maniobrar con cierta libertad. Con ese panorama, quien sabe si
propondrían a su líder como president, aún a sabiendas que después sería
inhabilitado. Es evidente que los independentistas son muy dados a la épica, el
sacrificio por la “terra”, coleccionar mártires y otras bagatelas por el
estilo.
No cabe duda de que Ciudadanos
obtuvo una gran victoria en las elecciones al Parlament el pasado 21 de
diciembre, pero fue una victoria insuficiente. Además, ni el PSC estuvo a la
altura de las circunstancias ni el PP con su descalabro pueden hacer aportación
alguna para cambiar el carácter de la gobernanza en Cataluña.
Así las cosas, la actitud de
Ciudadanos hay que calificarla de razonable. Otra cosa es, como apuntan
algunos, si Inés Arrimadas, llegado el momento, tiene el necesario fondo de
armario político para convertirse en la primera presidenta electa de Cataluña.
No es lo mismo ser el líder de la oposición que dirigir un país, pero todo a su
tiempo.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán
31/12/17