Lo han vuelto a hacer. ERC que
se autodefine como un partido de izquierdas, progresista y con fuertes
inquietudes sociales se ha alineado, una vez más, con la derecha más rancia y
cavernícola.
En efecto, PP, Cs y los seudo
republicanos juntaron sus votos para evitar la tramitación de los Presupuestos
y forzar, de ese modo, que Pedro Sánchez haya tenido que disolver las cámaras y
convocar elecciones.
Que los neo convergentes,
reconvertidos en el PDeCAT, voten con el PP tiene su lógica. Por más que
quieran negarlo comparten ADN ideológico. Son dos caras de la misma moneda del
nacionalismo más sectario. De una nación sin Estado, unos. De una nación con
Estado, otros. Ejemplos que lo certifican encontraríamos en las hemerotecas y
diarios de sesiones del Congres y Parlament hasta aburrir. ¿Quién no recuerda
que el PP de Cataluña, cuando lo presidía Alicia Sánchez Camacho, se abstuvo
para que Artur Mas aprobara las cuentas de la Generalitat? ¿O ya hemos olvidado
que CiU votó con lo populares de Rajoy la reforma laboral, a cambio de nada,
porque el PP entonces tenía mayoría absoluta? Son cosas de la política dirán
algunos. Cierto. Pero, también, son un retrato de quien es quien.
Por eso duele, aunque no me
sorprende, que Esquerra haya votado para tumbar los Presupuestos en el trámite
parlamentario. Sucedió lo mismo en 2006 cuando se votó el Estatut en referéndum
por parte de la ciudadanía. Ellos pidieron el, no. Exactamente igual que el PP.
Entonces dijeron que los motivos eran distintos, Quizás sí, pero una vez dentro
de la urna, unas papeletas y otras eran totalmente iguales: en ambas ponía NO.
Ahora la historia se ha
repetido. En el Congreso de los diputados el NO de Pablo Casado se contó igual
que el de Joan Tardà y el de Gabriel Rufián no se distinguió del de Albert
Rivera, y es que, en el fondo, no son tan distintos.
Los ciudadanos hemos de
agradecer a todos los que han dinamitado la tramitación parlamentaria de las
cuentas del Estado que seremos un poco más pobres y tendremos menso
prestaciones. A Cataluña dejarán de venir más de 2.000 millones de euros. Los
parados de más de 52 años se quedarán sin ayudas a la inactividad de larga
duración. Los estudiantes catalanes tendrán menos becas. Se restringirán las
ayudas de comedor para menores en riesgo de exclusión y el servicio de Rodalíes
se quedará sin 500 millones de euros para su puesta al día. Pero todo esto son
cosas sin importancia cuando se trata de mantener la tensión para sostener la
causa.
Los independentistas se han
disparado un tiro en el pie. Esta situación no beneficia a nadie a excepción de
la derecha extrema y a los del “cuanto peor mejor.”
Sin embargo, entre el
secesionismo más intransigente no son pocos los que piensan que radicalizando
la situación se podrá replantear una nueva DUI. Craso error. Cometieron graves
errores y no han aprendido nada. Desconocen aquella máxima que dice: “lo que no
puede ser, no puede ser y, además, es imposible.”
La izquierda posible está
atrapada entre dos fuegos: el de la derecha casposa y preconstitucional y el
independentismo más radical. Cuando el 28 de abril pongan las urnas, nos tocará
escoger entre retroceder cuarenta años a la España en blanco y negro y vivir en
la confrontación permanente. O, bien, apostar por un gobierno que apueste por
el diálogo, revierta los recortes, luche contra la precariedad y practique políticas
de igualdad y justicia social. Que es lo que ha hecho Pedro Sánchez en estos
meses que ha estafo la frente del Ejecutivo.
Entre todos decidiremos, pero
después de nada servirán ni las lamentaciones ni las quejas.
Bernardo Fernández
Publicado en e noticies
19/02/19