23 de desembre 2020

TAN REAL COMO LA VIDA

 

Es posible que este año celebremos la Navidad más desangelada desde que tenemos uso de razón. No obstante, debemos ser disciplinados y hacer lo que nos dicen nuestros gobernantes para poder celebrar las fiestas que vendrán en el futuro con gozo y euforia. De no hacerlo, corremos el riesgo de que algún ser cercano o nosotros mismos se quede en el camino.

Por muy mal que nos sepa no celebrar las Fiestas como lo hemos hecho siempre, deberíamos comprender que millones de personas nunca han tenido la posibilidad de celebrar nada (léase aquí cualquier tipo de efeméride ya sea laica o religiosa), y con la catástrofe socio económica que está dejando la pandemia de la Covid 19, lo más probable es que jamás van a poder celebrar nada.

Según un informe de Oxfam Intermón hecho público en las últimas semanas son muchos millones de seres humanos los que están pasando hambre en el mundo. Unos sufren más que otros, pero todos son víctimas de la peor crisis económica que hemos padecido desde la Segunda Guerra Mundial. Si se cumplen las previsiones que ha hecho el Banco Mundial, más de 729 millones de personas estarán bajo los estándares internacionales de pobreza extrema (viviendo con menos de 1,90 dólares al día) cuando finalice este año. Esa cifra es el equivalente al 9,4% de la población mundial, y serán 114 millones más de seres humanos de los que se habían pronosticado antes de que el maldito virus hiciese su aparición. Claro y concreto: muchas de esas personas morirán de hambre y de esos unos 260 millones serán del tercer mundo. Son gente que ya no puede aguantar más porque está al borde de la inanición, advierte un informe del Programa de Alientos de la ONU.

Expertos del Banco Mundial sostienen que esta pandemia, auténtica catástrofe de condiciones bíblicas, que en occidente a algunos les incomoda porque no les permite ir a esquiar o salir de fiesta por las noches, se ha llevado por delante dos décadas de lucha contra la pobreza extrema. Puede, también, ser un serio retroceso para más de 3.000 millones de personas (casi la mitad del planeta) que viven con un presupuesto que está por debajo de los 5,30 dólares diarios. 

Todos los informes que, sobre la situación que nos deja la Covid 19, han hecho grandes corporaciones e instituciones son demoledores. “Estamos viendo solo el principios del tsunami”, sostiene Oliver de Shutter relator especial para la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos. En su opinión retornar a los niveles previos a la crisis no será sencillo. Serán precisos muchísimo recursos y, sobre todo, que la economía global avance como nunca antes lo había hecho.

Si bajamos el nivel de nuestro enfoque y nos centramos en cómo está la situación en España, los datos no son nada halagüeños. El informe de Oxfam Intermón vaticina que cuando acabe este nefasto 2020, es decir, la semana que viene 1,1 millón de personas engrosarán las filas de la pobreza relativa. Eso significa que 12 millones de seres en nuestro país (el 26% del total) vivirán a partir de 2021 en riesgo de exclusión social.

En opinión de Liliana Marcos Barba, responsable de políticas públicas y desigualdad de la ONG Oxfam, “esas cifras son la consecuencia de las fallas estructurales que hay en España. El país tiene un mercado laboral enfermo en el que hay un colectivo muy alto de personas de rentas bajas, con una fuerte presencia de mujeres, jóvenes e inmigrantes, en definitiva trabajadores de muy baja clasificación, y ellos acaban siendo el colchón donde se asientan las pérdidas cuando hay una crisis”. Dicho de otra manera, ese es el saco que recibe todos los golpes.

Bajo el plan estratégico de Europa 2020, en 2008. El Gobierno de entonces se comprometió a reducir en un 1,5 millones (entre 2009 y 2019) los seres humanos en riesgo de pobreza en nuestro país. Sin embargo, poco tiempo después llegó la recesión financiera y el PIB español cayó un 3,8% en 2009, dejando a 4,3 millones de personas sin empleo y el objetivo, está claro, se fue a Norris.

Ahora la previsión es que le PIB en 2020 caiga, en España por encima del 10%. A partir de ahí que cada cual saque sus consecuencias de como podrán ir las cosas.

Disculpen amables lectores la crudeza de esta columna, pero lo que he escrito es tan real como la vida misma porque las cifras utilizadas han sido extraídas de informes serios y rigurosos hechos por organizaciones que merecen la máxima credibilidad y consideración. Por eso, considero que nuestra Navidad, comparada con otras navidades es de cuento de hadas. En consecuencia y, pese a las circunstancias, deseo que disfruten tanto como puedan y que sean razonablemente felices. 

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 22/12/20

16 de desembre 2020

NI DESPUÉS DE MUERTOS


 

Hubiera preferido no escribir nunca este artículo. Sin embargo, cuando días atrás entré en la web del Parlament de Cataluña para echar un vistazo a la actividad parlamentaria, y vi que, en la Comisión de Cultura, JxCat y ERC habían rechazado una propuesta de Ciudadanos para revindicar a Juan Marsé y Carlos Ruiz Zafón, me indigné. Me indigné porque la propuesta de la organización naranja era, en términos políticos, inocua, ni era anti catalanista ni pretendía atentar contra la patria. Solo se pedía que desde el Departament de Cultura se organizase un acto conmemorativo a los dos autores recientemente fallecidos y se llevaran a cabo sendos ciclos sobre sus respectivas obras. Me parece que no es pedir demasiado. Por eso, ante la cerrazón nacional-independentista, decidí poner mi humilde grano de arena, escribiendo esta columna de denuncia, y, rememorar así, tantos y tantos ilustres escritores catalanes que han escrito, escriben y escribirán su obra en castellano.

Según explicaron después JxCat y ERC votaron en contra de la propuesta de Cs porque era oportunista (?). No discutiré la oportunidad de la iniciativa parlamentaria, la verdad es que ese aspecto importa poco porque no es relevante. El hecho cierto es que una vez más se desprecia algo que se ha hecho en Cataluña que, es catalán, pero que se ha expresado en castellano. Ese es quid de la cuestión. Por eso me pregunto ¿qué clase de políticos tenemos que ni después de muertos son capaces de reconocer la grandeza de unos conciudadanos tan catalanes como ellos?

Lamentablemente, no es la primera vez que algo así ocurre en el Parlament de Cataluña. Una Cámara legislativa, me permito recordar aquí, que es de todos los catalanes, también de los que se expresan en castellano.

Reflexionando sobre la cuestión, me vino a la cabeza una iniciativa que defendí y perdí, también en la Comisión de Cultura de la Cámara catalana, en mayo de 2005. Entonces fue para que a la Feria del libro de Frankfurt de 2007, a la que se había invitado a la cultura catalana, asistieran escritores en lengua castellana. Votaron en contra CiU y ERC, es decir, como ahora. Asistieron escritores de la talla de Pere Gimferrer, Baltasar Porcel, Quim Monzó o Carme Riera y fueron invitados autores, además de Cataluña, de Baleares, Valencia, El Roselló francés o el Alguer (Cerdeña). Sin embargo, se quedaron en casa genios como Juan Marsé, Eduardo Mendoza o Javier Cercas.

El dos de julio del mismo año me publicaban un artículo en El País en el que entre otras cosas decía que, tener la fortuna de poseer dos culturas y dos lenguas es para mí una suerte y un lujo impagable; y añadía, sería un error gravísimo practicar la discriminación, aunque se quiera disfrazar de positiva. Pero han pasado más de quince años y veo con disgusto que no solo es que no hemos avanzado nada, sino que hemos retrocedido. Durante mucho tiempo pensé que a medida que fuéramos avanzando la situación se normalizaría y el falso debate de si es literatura catalana o no lo que se escribe en castellano en Cataluña, lo superaríamos. En cambio, veo con tristeza que el nacional-independentismo cada vez es más cerril y está más radicalizado.

Resulta preocupante la visión reduccionista del independentismo. Pues de la misma manera que ha construido un relato paralelo para la Guerra de Sucesión y de sus consecuencias, a menudo muy alejado de la realidad. También han hecho algo similar con la historia de las letras catalanas y su evolución a lo largo de los siglos.

Por eso, me parece oportuno hacer una referencia aquí al magnífico libro de Sergio Vila- Sanjuán, Otra Cataluña (Imago Mundi 2018).  En el mismo, Vila-Sanjuán expone y documenta la rica producción literaria de autores catalanes en castellano a lo largo de seis siglos, y desmiente la afirmación tantas veces repetida por el nacionalismo de que el uso literario del castellano en Cataluña fue siempre una imposición externa, (sin dejar de reconocer lo obvio, la represión que sufrió la lengua catalana durante el franquismo) como no lo fue tampoco desde el punto de vista de la edición. Vila-Sanjuán subraya que Barcelona es “la capital editorial de los países de habla hispana”, una vocación que toma forma en el siglo XVI, y cita al historiador Manuel Peña Díaz, autor de una ‘Historia cultural de la Barcelona del Quinientos’ que afirma que “La castellanización de la cultura catalana en el siglo XVI no fue impuesta desde el exterior. Fue fruto de los intereses crematísticos de los impresores y libreros barceloneses que imprimían y distribuían libros en castellano para poder competir en el mercado español”

Después de leer la transcripción del interesante texto de Vila-Sanjuán poco más se puede añadir. Ahora hemos de esperar que los nacional independentistas más hiperventilados se caigan del caballo y vean la luz. Pero mientras eso ocurre, la grandeza literaria de los que se fueron y la de los que están, nos seguirá iluminando en este tiempo oscuro de la historia que nos ha tocado vivir, por la sinrazón de unos descerebrados que quieren hacer de esta tierra común que es Cataluña su masía particular.

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 15/12/20

10 de desembre 2020

EL EMÉRITO, LA MUJER DEL CÉSAR Y LA MONARQUÍA


 

Los medios de comunicación nos van informando de las supuestas trapacerías del rey emérito con cuentagotas. A veces tengo la sensación que estamos asistiendo a la reedición de una telenovela de los años noventa. La última entrega, de momento, es la carta del abogado de Juna Carlos de Borbón enviada al ministerio de Hacienda para regularizar la situación fiscal de su cliente en los ejercicios que van de 2016 a 2018.

Pero se equivocan de medio a medio, si creen que pagando las cantidades no satisfechas en su momento, unos recargos y una multa, por las irregularidades cometidas en los últimos tres o cuatro años, la ciudadanía nos vamos a dar por satisfechos. La gente que se levanta cada mañana para ir a trabajar, las pasa canutas para llegar a fin de mes y sacar su familia adelante, quiere saber, pero quiere saberlo todo: las presuntas comisiones del Ave a la Meca, las donaciones a Corina, el dinero enviado al extranjero, las fundaciones en paraísos fiscales y todo lo que haya, sea lo que sea y desde que Juan Carlos fue nombrado Rey hasta el día de antes de su abdicación. Es decir, quiere la transparencia más absoluta.

Ya sé que en ese tiempo Juan Carlos I, por ser Rey de España tenía la condición de inviolable. No obstante, como ciudadano de a pie, he de decir que, eso me importa más bien poco. Es más, entiendo que la ética y la dignidad de la persona por el cargo que ostenta han de estar muy por encima de situaciones legales que, por muy legítimas que sean, no dejan de ser coyunturales y, por consiguiente, pueden cambiar en cualquier momento.

Como ya he escrito en alguna ocasión y me parece oportuno repetir aquí, la Monarquía es una forma de política sutil y muy delicada. La Jefatura del Estado se ejerce por los miembros de una familia en régimen de monopolio. Ese privilegio solo se puede entender de manera democrática si esa familia se singulariza por su exquisitez moral, el prestigio ganado a pulso, el reconocimiento de haber prestado grandes servicios a la comunidad, la ejemplaridad y la transparencia en el comportamiento de todos sus miembros con respecto a la sociedad en la que reinan.

Estas virtudes son exigibles a todos y cada uno de los miembros de la Dinastía. Por eso, la forma de proceder rey emérito, que hemos conocido en los últimos tiempos, es muy poco acorde con su dignidad y está poniendo en jaque la continuidad de la Dinastía que encarna su hijo y sucesor, Felipe VI. O como dice el conocido refrán: la mujer del César no solo debe ser honrada sino que debe aparentarlo.

No quisiera marchar de este mundo sin ver el advenimiento de la Tercera República. Pero como sociedad y como país estamos viviendo fuertes convulsiones y lo último que necesitamos en estos momentos es que haya turbulencias en la cabina de la Jefatura del Estado. Por eso, sería conveniente que el Rey procurara la rehabilitación política de la Institución.

Para ello debería dirigirse a la ciudadanía y sus representantes mediante comparecencia en el Congreso de los diputados para dar explicaciones y, sobre todo, proponer soluciones que deberían tener como eje vertebrador una amplia gama de reformas que hagan de la Monarquía una institución acorde con la sociedad actual. De esa manera, la Corona recuperaría la dignidad perdida sin caer en la humillación.

Según el artículo 14 de la Constitución los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer ninguna discriminación por razones de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Por lo tanto, no puede haber espacios de impunidad para nadie y el Monarca no ha de ser una excepción. Su inviolabilidad solo puede ser admisible si sus actos son refrendados por el Gobierno.   

Ante esta situación, el Congreso, como representante de la soberanía popular, debería encontrar la manera de llevar a cabo una tarea tan delicada como específica, sin caer en servilismos ni privilegios innecesarios, pero utilizando el sentido común.

Entiendo que es muy improbable que algo así suceda; pero no se me ocurre una manera mejor de evitar que la Jefatura del Estado acabe emponzoñada en los juzgados, acorralada por delitos comunes, como si tratase de un delincuente cualquiera.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en El catalán 10/12/20

¿NUEVA MAYORÍA O ACUERDO PUNTUAL?


 

Seré sincero: no me gustan algunas de las alianzas que ha tejido el Gobierno de Pedro Sánchez para aprobar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2021. Pero es que tampoco me gusta el talante de Pablo Iglesias; aunque según dicen, ha sido el gran hacedor que ha hecho posible que ERC y EH Bildu dieran soporte a las cuentas del Ejecutivo.

Pero, claro, la política es el arte de lo posible y no hay más cera que la que arde y con el panorama que tenemos en nuestro país pretender otro acuerdo es como pedirle peras al olmo.

Con la aprobación de estos Presupuestos se pone fin (al menos de momento) a una etapa de inestabilidad que arranca en 2015. Once partidos han aportado 187 votos para sacar adelante estas cuentas. Ante esta nueva situación es justo reconocer el trabajo bien hecho que han llevado a cabo los máximos responsables de la negociación. O sea, los miembros de los ministerios económicos, del ministerio de Asuntos Sociales y los portavoces parlamentarios.

Fuera del pacto han quedado, como siempre, la derecha y la ultraderecha. Es lamentable que unos Presupuestos, que son los más sociales de nuestra democracia y que han de servir para relanzar la economía y estabilizar al país, no hayan sido votados de manera afirmativa por el primer partido de la oposición, el Partido Popular. Una vez más los populares se han equivocado, ha pesado más para ellos con quién votaban que qué votaban.

Las formaciones que han dado soporte a las cuentas para 2021 conforman un grupo de las más diversas filosofías políticas. Empezando por los dos partidos que dan soporte al Gobierno de coalición, unas organizaciones pequeñas de derecha moderada, pasando por los nacionalismos pragmáticos, hasta la izquierda más radical, sin olvidar los independentistas de diversa gradación.  

De todo este conglomerado multipartidista, destacan dos formaciones que, por su ideología, trayectoria e, incluso, estigmatización, merecen algún comentario diferenciado. Me estoy refiriendo a Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y Euskal Herria Bildu (EH BILDU)

No me extenderé en exceso sobre los recelos que me genera ERC. Los que vivimos en Cataluña conocemos la manera de gobernar que tienen los republicanos, y si alguien aún tiene dudas que se vaya a la hemeroteca y refresque la memoria con las deslealtades y el filibusterismo político que llevaron a cabo en los tripartitos de izquierdas, primero con Maragall y después con Montilla.

No obstante, en la política como en la vida, no hay nada absolutamente bueno ni absolutamente malo y si este acuerdo sirve, como paso previo, para acercar posiciones y rebajar el clima de tensión que se vive en Cataluña, bien venido sea. De todas formas, no le quiero echar agua al vino, pero los republicanos catalanes no dejarán de presionar al Gobierno central, cuando no sea por una cosa será otra, lo estamos viendo con la libertad de los políticos presos. Por eso, no nos debería extrañar que en cualquier momento decidan poner fin a la colaboración. Baste recordar aquí su no, a la tramitación de los anteriores presupuestos.

Lo de EH Bildu es distinto. En muy poco tiempo los abertzales han hecho un curso acelerado de cómo negociar con el Gobierno central. El primer ensayo fue la derogación de la reforma laboral que fue abortado en pocas horas por Nadia Calviño, pero han aprendido a hacer enmiendas que aportan al País vasco y, de paso, le plantan cara al PNV.

Otra cosa es la repulsión que a algunos nos genera su líder Arnaldo Otegi. Cada vez que oigo hablar a Otegi se me revuelve el estómago, y supongo que como yo millones de ciudadanos que seguimos esperando una disculpa, una autocrítica, algo, por las atrocidades cometidas por ETA, cuando él tenía altas responsabilidades en la dirección de la banda. Pero es que encima tiene la desfachatez de hablar del “terrorismo de Estado”. Hay que joderse (disculpen ustedes el exabrupto). Por eso, como dijo días atrás el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, “sería deseable que el coordinador general de EH Bildu abandonase la política. De esa forma se desvincularía a la formación abertzale de la banda terrorista ETA.

Esto es lo que hay. Pero un acuerdo del alcance de los PGE hubiera sido deseable que se llevara a cabo, también, con fuerzas políticas de ámbito estatal porque se supone que han de tener un concepto integral del Estado, aunque a veces parezca todo lo contrario. Mientras que pactar con nacionalistas y/o independentistas dé la sensación que sea hacerlo con alguien que ni tiene estima por el “Estado español”, como dicen ellos, ni les preocupa lo más mínimo lo que pueda suceder en un ámbito territorial que no sea el suyo.

De todos modos, tampoco hay que sacar las cosas de quicio y este acuerdo, aunque importante, no deja de ser coyuntural, y ni se va a quebrar la legalidad ni se va a romper España. Pero, eso sí, los profetas de la catástrofe van a encontrar argumentos de sobras para anunciar la apocalipsis. De hecho, ya hemos tenido alguna demostración en los discursos y declaraciones en el día de la Constitución.

Con el tiempo veremos si se han sentado las bases para una nueva mayoría o estamos ante un acuerdo puntual. De momento, con los Presupuestos aprobados la derecha y la ultraderecha ya se pueden ir preparando para una larga travesía del desierto porque este Gobierno, lejos de ser arrasado por la pandemia, es muy posible que pueda acabar la legislatura con relativa tranquilidad. Quizás por eso, como les dijo la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra: “Abandonen toda esperanza. Hay Gobierno para muchos años”.

Aunque no soy creyente, ojalá que Dios la oiga.

 

  

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 08/12/20

02 de desembre 2020

LA UE DESPUÉS DE LA PANDEMIA


 

Se empieza a ver una luz muy tenue al final del túnel. Tenue pero luz al fin y al cabo. Porque dicen nuestros gobernantes que en el primer trimestre de 2021 empezará la campaña de vacunación de la Covid 19. De todas formas y según los expertos, no podremos respirar tranquilos hasta que no se haya vacunado el 70% de la población y eso no ocurrirá, siendo optimistas, hasta bien entrado el verano o principios del otoño.

Para entonces, volveremos a la normalidad, nueva normalidad dicen algunos. Esto es, calles llenas de gente, escapadas de fin de semana, bares y restaurantes repletos y hasta, poco a poco, volverá el turismo y todo sin restricciones y sin la obligación de llevar las molestas mascarillas.

Pero nada será igual, la era del apogeo ha llegado a su fin. La movilidad incesante no será como la hemos conocido hasta ahora; nuestra vida será más virtual y el sistema económico, basado en la producción a escala mundial y en largas cadenas de abastecimiento, se transformará en otro menos interconectado. Adquirirá más valor el producto de cercanía y se tendrá muy en cuenta la proximidad de lo que consumimos.

Eso no significa que vayamos a pasar a un localismo a pequeña escala. La población humana es demasiado numerosa como para que la autosuficiencia sea viable. Además, la mayor parte de la humanidad no está dispuesta a regresar a comunidades pequeñas y cerradas como ocurría tiempo atrás. Pero la hiperglobalización de las últimas décadas tampoco va a volver. El coronavirus ha evidenciado las debilidades de nuestro sistema y ha puesto en jaque al capitalismo neoliberal.

Esta crisis ha demostrado que el liberalismo no sirve para nuestro modelo de sociedad porque su filosofía conlleva la disolución de las fuentes tradicionales de cohesión social con la falsa promesa de un aumento del nivel de vida material. La catástrofe que estamos viviendo nos enseña que o salimos todos juntos o aquí no se salva nadie.

La expansión económica no es sostenible de manera indefinida. Por eso, de seguir con ese expansionismo se agravará el cambio climático y convertiremos el planeta en un vertedero. No obstante, no hay que perder de vista la desigualdad entre los distintos niveles de vida, el crecimiento demográfico y las crecientes rivalidades geopolíticas por lo que el crecimiento cero también es insostenible.

En este contexto, está por ver si la Europa que hemos conocido hasta ahora soporta el nuevo paradigma. Durante mucho tiempo la UE ha estado muy cómoda en las relaciones internacionales. EE.UU, mediante la OTAN le proporcionaba un espacio de confort; pero esa situación se ha ido deteriorando y a día de hoy la “Unión necesita aprender a utilizar el lenguaje del poder, enseñando los dientes cuando haga falta”, como dijo semanas atrás el Alto Representante Josep Borrell. Y eso significa, entre otras cosas, adoptar medidas que no gusten a otras potencias, como por ejemplo gravar a las empresas digitales (estadounidenses) o las importaciones producidas con alto contenido de carbón (chinas)

Ahora bien, para que eso sea posible, es necesaria una mayor cohesión interna y saldar las cuentas pendientes que hay entre estados miembros, y eso solo será posible si el fondo de reconstrucción empieza y funcionar y el dinero fluye porque se están viviendo situaciones al límite.

La UE ha de dotarse de los instrumentos necesarios para proteger de manera efectiva la soberanía, desarrollar una autonomía estratégica y no tenerse que doblegar a los intereses de otras potencias, pero para eso es preciso que se defina un “interés europeo”.

Generar autonomía estratégica significa vincular la economía, el comercio, las finanzas y la tecnología con la geopolítica, como hacen las otras potencias. Europa no puede ser ni el pariente pobre ni el hermano pequeño de EE.UU ni de Rusia. Por consiguiente hemos de desarrollar sistemas propios de autoprotección en todos los ámbitos. Ya sea para enfrentar las amenazas que tienen que ver con la ciberseguridad y la desinformación como para tener la suficiente capacidad de someter a los controles que se consideren necesarios las inversiones externas, así como fiscalizar de manera eficaz las ayudas de estado a empresas extranjeras.

Sintetizando mucho porque no hay espacio para más, considero que si la UE quiere ganar peso en el concierto internacional deberá hacer pivotar su fuerza sobre dos ejes vertebradores. Uno, debería ser utilizar el euro y la política comercial como herramientas geoeconómicas y desarrollar una nueva política industrial capaz de volver a crear empresas líderes en sectores de vanguardia, especialmente dedicados a la digitalización y la sostenibilidad. El otro eje que le haría ser una potencia serían las alianzas estratégicas con países como Canadá, Japón, Australia e incluso Gran Bretaña. No se trata de mantenerse en la equidistancia entre China y EE.UU, cultural y socialmente estamos mucho más próximos a EE.UU que China, pero la UE ha de tener perfil propio porque el orden internacional cada vez será menos exquisito y por eso se hace cada vez más necesaria una política exterior mejor definida. De no hacerlo, Europa puede acabar contando para el resto solo como el gran geriátrico del mundo, donde los más ricos vienen a pasar sus últimos años para disfrutar de nuestra cultura, nuestra sanidad y de nuestras buenas costumbres sociales.

Y, con todo el respeto por la geriatría, creo que nos merecemos algo más. Mucho más.

 

Bernardo Fernández

Publicado en e noticies 01/12/20

DEL SOCIALISMO A LA SOCIALDEMOCRACIA

En el siglo XIX, la socialdemocracia fue una tendencia revolucionaria difícil de diferenciar del comunismo. Pretendía acabar con la división...