26 de desembre 2018

DIALOGAR NUNCA ES HUMILLANTE


Nunca los problemas complejos han tenido soluciones fáciles. Por eso, pensar que la cuestión catalana, probablemente el tema más delicado que hemos tenido es nuestro país desde la Transición hasta hoy, se arregla con la aplicación del artículo 155 de la Constitución es, como mínimo, una ingenuidad, por no escribir algo más grueso
De ahí que el empeño puesto por el Gobierno central y el de la Generalitat para que los presidentes de uno y toro ejecutivo tuvieran un encuentro, más allá de algún intento de pequeña jugarreta, es digno de aplauso.
Es `posible que ambos mandatarios hayan hecho de la necesidad virtud y se han visto forzados a verse con el otro, impulsados por las circunstancias y lo delicado de sus respectivas situaciones. Es igual. La verdad es que se encontraron, hablaron y fruto de ese encuentro se hizo pública una declaración que puede sentar las bases para una nueva relación entre Cataluña y el resto de España.
Como ha escrito algún articulista ilustrado en el mencionado texto se utiliza el término “seguridad jurídica” como eufemismo para expresar la exigencia de respeto a la ley sin hacer referencia explícita a la Constitución que el soberanismo rechaza.  También se apuesta por un diálogo efectivo que vehicule una propuesta que cuente con un amplio apoyo de la sociedad catalana. Todo muy ambiguo, poco concreto y bastante difuso. Cierto, pero de alguna manera había que empezar.
Por eso, las declaraciones de Pablo Casado y Albert Rivera, en nombre del PP y Ciudadanos, respectivamente, cuando dicen que la reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra es una traición a España, el uno y que ese diálogo es una humillación el otro, son de una mezquindad impropia de alguien que aspira a ser presidente de un gobierno. Así no se llega ni a presidente de comunidad de vecinos. Además, muestra la política de vuelo gallináceo que practican y su escasa capacidad intelectual porque son de los que creen que los problemas difíciles se resuelven con soluciones simples. O peor aún, son carroñeros de la política que piensan que con este tipo de declaraciones ganarán uno cuantos votos más.
Por suerte el independentismo más sensato -que haberlo hay lo- ha empezado a entender que no es lo mismo un Gobierno de Pedro Sánchez que uno de Mariano Rajoy. Con el primero se puede dialogar, después llegarán acuerdos o no. Con el segundo es la política del palo y tente tieso. Con los socialistas la cuestión catalana se ha empezado a encauzar en la senda de la política. Con el PP gobernando ya se sabía que todo acabaría en los tribunales.
En este contexto, fue muy ilustrativo el operativo conjunto de los diferentes cuerpos y fuerzas de seguridad para garantizar la realización del consejo de ministros. ¿Alguien se imagina algo similar con el PP en la Moncloa?
También hay que hacer una valoración muy positiva de la actitud de los Mossos ante los radicales independentistas. Eso, supone un punto de inflexión respecto a otras actuaciones recientes de la policía autonómica que están en la mente de todos.
Es verdad que el calendario que se avecina será diabólico y no ayudará, pero con eso habrá que lidiar. De forma casi simultánea entrarán los presupuestos en el Congreso y empezará la vista oral del Procés. A las pocas semanas comenzarán las campañas electorales de municipales, europeas y en algunas comunidades de autonómicas. Después elecciones y sentencias. En esas circunstancias, es muy probables que las conversaciones sobre Cataluña se vean afectadas por la inmediatez del día a día y embarranquen.
Es pronto para hacer evaluaciones, pero es muy posible que ese encuentro entre los presidentes marque un antes y un después entre el Gobierno central y el de la Generalitat. Ahora bien, que nadie piense que a desde este momento todo va a ser de color de rosa. En absoluto. Vendrán días difíciles. Tendremos sobresaltos. Situaciones en las que parecerá que no se avanza, que todo es inútil y que no hay solución. Será entonces cuando los políticos deberán comportarse como estadistas y pensar, por el bien del país, más en la próxima generación y no tanto en ganar las próximas elecciones.
Esperemos que cuando eso ocurra estén a la altura.

Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 24/12/18

17 de desembre 2018

LA PRUEBA DEL ALGODÓN


Cuando meses atrás el gobierno de Pedro Sánchez anunció que realizaría un Consejo de Ministros en Barcelona, nadie -más allá de los anti todo- hizo ninguna objeción. Al contrario, el govern de la Generalitat propuso que el gobierno Central y el de Cataluña, aprovechando la estancia del primero en nuestra ciudad, tuvieran un encuentro al más alto nivel.
Después los acontecimientos, en forma de manifestaciones, algaradas, cortes de carreteras, declaraciones y contra declaraciones, han acabado dinamitando los todavía frágiles puentes de diálogo que el Gobierno Sánchez había empezado a construir.
En esa situación, primero la portavoz del govern, Elsa Artadi, y otros miembros del ejecutivo catalán, más tarde, han calificado el encuentro como una provocación.
Desde luego, cada cual es muy libre de utilizar el lenguaje como más le plazca. Ahora bien, en mi opinión, provocación es hacer escrache a un político cuando va a un acto de precampaña electoral o le revientan otro en un teatro como, por ejemplo, el Liceo. Provocación fue lo que nos hicieron a un montón de gente, un grupo de niñatos de esos que van pidiendo libertad por las esquinas, cuando salíamos de una conferencia sobre los cuarenta años de la Constitución en el Colegio de Abogados de Barcelona y nos dijeron, entre otros muchos improperios “fascistas fuera de Cataluña.”
Ante el cónclave del próximo día 21 en la Llotja de mar las organizaciones independentistas, o sea, CDR, Omnium la ANC y un largo etcétera han hecho público un conjunto de acciones y movilizaciones con las que pretenden parar Cataluña para protestar por la celebración del evento.
En estas circunstancias, he de decir que me he esforzado mucho en leer y escuchar las argumentaciones de los convocantes. Pues bien, no he conseguido visualizar ni un solo motivo razonable que recomiende llevar a cabo esas manifestaciones.
Quede claro que no estoy cuestionando el derecho de la ciudadanía a manifestarse. Faltaría más. Todo lo contrario, es un derecho recogido en la Constitución. Por cierto, en esa Constitución que los independentistas desprecian.
Quizás es que añoran los tiempos en que gobernaba Mariano Rajoy. Aquello era una máquina de fabricar secesionistas Ahora con los socialistas en el gobierno Central que ofrecen diálogo, que buscan soluciones, que han recuperado la seguridad social universal, que hacen unos presupuestos donde se suben las pensiones, el salario mínimo y se recupera el nivel de becas de antes de la crisis; a los del cuanto peor mejor la cosa se les ha puesto cruda y eso de hacer república sin más, ya no más de sí.
En política, como en cualquier otro ámbito, todo el mundo es muy libre de utilizar las estrategias que crea más convenientes. No obstante, todo tiene sus límites. Como ha dicho el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, “lo que ocurra el 21 de diciembre puede ser la prueba del algodón para el ejecutivo de Quim Torra porque la obligación de la Generalitat es mantener el orden público en Cataluña. De no ser así, el presidente Sánchez podría tomar medidas, aunque no es necesario aplicar el artículo 155. Se pueden movilizar fuerzas estatales para suplir la incapacidad o falta de voluntad”.
Más claro agua y al buen entendedor con pocas palabras basta.

Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 17/12/18

12 de desembre 2018

EL MUNDO AL REVÉS


Me perdonarán por el exabrupto, pero esto del Procés y los procesistas es para mear y no echar gota que diría un castizo de aquellos que bailaban el chotis en una baldosa.
Lo que mandan los cánones de cualquier equipo directivo, sea del ámbito que sea, ante cualquier episodio de posibles actuaciones dudosas de sus subordinados es, en primer lugar, analizar lo que ha sucedido y respetar la presunción de inocencia de aquellos que pudieran estar involucrados en los hechos a investigar. Después, y una vez llevadas a cabo, cuantas acciones de control, informativas y de análisis se precisen para esclarecer la verdad de lo sucedido se obrará en consecuencia.
Algo de eso vimos tras la actuación de la Policía Nacional el 1 de octubre DE 2017 en Cataluña. El entonces ministro del interior, Juan Ignacio Zoido, defendió a capa y espada la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado. Es lo que se esperaba de él, es lo que tenía que hacer y es, justo, lo que hizo.
Sin embargo, en Cataluña las cosas son distintas. A veces da la sensación qué aquí el mundo sea al revés. Ya sucedió en el Parc de la Ciutadella el pasado mes de octubre cuando unos energúmenos quisieron entrar por la fuerza en el Parlament y los Mossos d’Esquadra ni recibieron los refuerzos necesarios ni las ordenes pertinentes para actuar en función de lo que estaba ocurriendo. Pero la cosa no se acabó ahí, al contrario. Con su, “apretad, amigos apretad” de Quim Torra a los radicales del Procés, hemos visto como en los últimos meses las escaramuzas en las calles por parte de los auto denominados CDR, grupos antifascistas o similares se han ido sucediendo con alarmante frecuencia. Ante esta situación, resulta preocupante que, hasta el momento, no se ha escuchado ni una sola palabra de apoyo y/o ánimo de aquellos que además de darles ordenes deben velar por su respeto profesional y estado anímico.
El penúltimo episodio de este desafortunado culebrón sucedió el pasado día de la Constitución, por la mañana en Girona y por la tarde en Terrassa. Algunos partidos constitucionalistas se quisieron manifestar en esa fecha. Sin embargo, a esos chicos indepes no les pareció bien y montaron la tangana que todos hemos podido ver en los medios de comunicación y, por lo tanto, no me extenderé narrando los hechos. Si quiero incidir, no obstante, en la actitud de hooligan del president Torra que en vez de dar cobertura y soporte a la policía autonómica exigió, de buenas a primeras, depurar responsabilidades.
Quizás por eso, y para tranquilizar a los CDR y compañía, el pasado fin de semana se permitió que, esa muchachada inocente, aunque un poco alocada que actúa con la cara tapada, cortara la autopista AP-7 durante 15 horas y después, el domingo, en plena operación retorno levantaran las barreras de los peajes, en diferentes lugares, mientras las Mossos tenían órdenes de hacerse los despistados.
Para rematar la faena secesionista nada mejor que un desplante del maestro Torra. Éste de visita en Eslovenia dijo que Cataluña debería seguir la vía eslovena. Desconozco si el president sabe que en Eslovenia tras diez días de enfrentamientos armados hubo una setentena de muertos y más de 150 heridos. Y aquí, a mí me surge una duda: o este hombre es un ignorante y no sabe de que habla o, bien, es un irresponsable que no piensa lo que dice.
Sea como sea, en ninguno de los dos casos, nos merecemos tener un president (que ha de ser de todos los catalanes), de esa catadura política y ese nivel intelectual.
Hay cosas que no se pueden dejar pasar y en Cataluña se están traspasando demasiadas líneas rojas. Es necesario poner freno a la sinrazón y hay que hacerlo ya. Mientras más se tarde más traumática será la solución.

Bernardo Fernández
Publicado en el Catalán 11/12/18

06 de desembre 2018

BAÑO DE REALIDAD


Desde hace años en Cataluña se ha ido cociendo, a fuego lento, un malestar social y profesional creciente. La crisis económica, por un lado, y el proceso secesionista, por otro, han generado el caldo de cultivo idóneo para que la indignación y la desafección a la cosa pública arraiguen entre la ciudadanía. En esas circunstancias, que la contención se quebrara era, tan solo, una cuestión de tiempo.
Las raíces de lo que estamos viviendo estos días, hay que buscarlas en el mandato, de Artur Mas “Manostijeras”, como president de la Generalitat.
En efecto, Mas y su gobierno fue el ejecutivo de toda la UE que más recortes llevó a cabo en menos tiempo. También con él empezó esta sin razón que llamamos procés, cuando se echó en manos de las entidades soberanistas al rechazar Mariano Rajoy sus aspiraciones de que Cataluña tuviera un sistema de financiación similar al de Euskadi o Navarra.
Aquellos polvos trajeron estos lodos. Todo lo que se ha ido incubando a lo largo del tiempo ha explotado esta semana. La semana más negra de Quim Torra, al menos por ahora. La sanidad pública y la concertada han dicho basta. Dos tercios de la asistencia primaria han ido a la huelga.  Tras unos días muy duros la sanidad pública ha visto reconocidas, parte de sus demandas por parte del ICS, y han depuesto su actitud. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con la concertada que de momento siguen de huelga y en pie de guerra.
Algo similar ocurre en el sector de la educación donde el profesorado exige que se aumente la inversión y se vuelva a los horarios lectivos de antes de la crisis y a las ratios por aula. Por su parte, los estudiantes universitarios piden que se les bajen sus tarifas un 30% para igualarlas con otras comunidades autónomas.
También los bomberos se sumaron a las protestas y tuvieron duros enfrentamientos con los Mossos d’Esquadra.
Por su parte, la policía autonómica ya se manifestó hace un par de semanas para recuperar lo perdido con los recortes. Y el grueso del funcionariado tiene previsto salir a la calle en los próximos días para reclamar sus pagas extras de 2013 y 2014. Ellos son los únicos del Estado que aún no han cobrado esas remuneraciones.
Estos días la ciudadanía ha salido a la calle, pero no por la independencia, ni por la libertad de los presos. Lo ha hecho para reclamar sus derechos, protestar por lo que no le gusta y no le parece ni justo ni lógico. Y eso ha sorprendido a los gurús del independentismo porque esa variante no la tenían en el guion. Ha sido un baño de realidad, para los que contemplan la situación desde atalayas privilegiadas, incluido el Govern.
Quizás por eso Eduard Pujol, el siniestro portavoz parlamentario de JxCat en un nuevo exceso verbal ha dicho que: “los debates sobre políticas sociales despistan de lo importante”. Y el presidente Torra, en vez de rectificarle y/o afearle su actitud ha remachado el clavo al volver al mantra del falso déficit fiscal y decir que: “la República servirá con eficiencia y calidad a los ciudadanos”. O sea, lo fía todo al modelo de Estado no a si los gobernantes actúan de manera adecuada o no. Como si en el mundo no hubiera, también, repúblicas ineficaces y corruptas. ¿Habrá oído hablar de Venezuela o Nicaragua? Sólo por poner algún ejemplo
Con este panorama de fondo Quim Torra debería reaccionar. Aparcar su faceta de activista y dejar paso a su cargo institucional, que permanece casi inédito. Ahora, tiene la oportunidad de redimirse. No es necesario que renuncie a nada. Puede seguir idolatrando al fugado a Waterloo, y seguir yendo a LLedoners a hacer consultas o a bailar zumba, que haga lo que le dé la gana. Pero que se vuelva razonablemente pragmático y entienda, entre otras cosas, que votar los presupuestos del Estado es una gran oportunidad para rebajar tensión, pero sobre todo para mejorar la vida de los ciudadanos, también la de los catalanes
Que la pensiones suban con el IPC no es pacata minuta o que el salario mínimo se sitúe en 900 euros deberían ser cuestiones, entre otras, a tener muy en cuenta por un gobernante autonómico. Y que la Generalitat reciba unos 2.500 millones más de euros no es para despreciarlo.
Estoy convencido que para comprender todo eso no hace falta ninguna capacitación especial. Lo que sí es muy necesario en política es el seny y la inteligencia política y, mucho me temo, que esos dos factores en el Govern de Cataluña son un bien escaso, casi inexistentes.


Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies 03/12/18

LO QUE PUDO HABER SIDO Y NO FUE

Estos días se cumplen 93 años de la proclamación de la Segunda República española. Aquel hecho histórico fue posible porque se dieron una se...