17 de maig 2017

DESPUÉS DE LAS PRIMARIAS

El sistema de elección de un dirigente, mediante la participación de toda la militancia de la organización, es, parafraseando a Winston Churchill, el menos malo de todos los conocidos. Puestos a cometer errores y a hacer una mala elección, siempre es preferible que se equivoque el pleno del partido que un sanedrín que decide por sistema digital quien debe liderar al grupo.
De hecho, el Partido Socialista atesora una larga experiencia en estas lides. Se cumplen ahora 19 años de las primeras elecciones primarias que se celebraron en España. Entonces fueron para escoger al candidato a la presidencia del gobierno del país y los contendientes fueron Joaquín Almunia y Josep Borrell. Contra todo pronóstico ganó el segundo; si bien la mala praxis del aparato del partido y la mandíbula de cristal del candidato hicieron que, a los pocos meses, éste presentara su dimisión.
Después, otros procesos de elección, mediante elecciones primarias, tanto para escoger dirigentes orgánicos, como aspirantes a alcaldías o presidencias de comunidades autónomas, han jalonado la historia más reciente del socialismo español.
Ahora son tres los candidatos que aspiran erigirse en secretario general del PSOE el próximo 21 de mayo. De los tres, como se puso de manifiesto con la búsqueda de avales, la candidatura de Patxi López parece la que menos posibilidades tiene de alzarse con la victoria. De hecho, el ex lendakari ha optado por una campaña de presupuesto muy escaso, con muchos kilómetros de recorrido, buscando el contacto con la militancia. Para algunos López es la liebre que ha de distraer votos a Pedro Sánchez.
Quisiera equivocarme, pero mucho me temo que tras el proceso de elecciones primarias para liderar el PSOE, gane quien gane, el partido va quedar seriamente fraccionado y las heridas producto de esa fractura van a ser difíciles de cicatrizar.
En estos momentos quien más predicamento tiene entre las bases del partido, es el ya mencionado Pedro Sánchez y, al fin y al cabo, quien decide con sus votos es la militancia. No obstante, no se puede obviar que el otrora secretario general ha perdido soportes entre los cuadros y cargos públicos del partido. Además, no podemos perder de vista que sería muy complicado llevar a la práctica un proyecto de cierto calado teniendo de espaldas a la práctica totalidad de los barones. Esto puede gustar o no, pero es una realidad incuestionable y la misma legitimidad tendrá el que resulte ganador de las elecciones internas que aquellos que ganaron las elecciones en un pueblo, una ciudad o una comunidad autónoma.
Y nos queda por visualizar la candidatura de Susana Díaz que hizo su presentación oficial en los últimos días de marzo, arropada por todo el PSOE “de siempre” y poniendo de manifiesto su voluntad de continuismo con aquel proyecto. Ciertamente, fue un proyecto que le dio a este país una vuelta que después no lo reconocía ni la madre que lo parió, como dijo uno de los apóstoles que dio soporte a Díaz el día de su puesta de largo política. En estas circunstancias y tal y como anda la ciudadanía está por ver si con ese discurso puede, primero, ganar la secretaria general y luego –y eso es lo más importante-, es capaz de conectar con las clases medias urbanas, con los emergentes y con los profesionales que, no olvidemos, es el gran agujero negro, en el ámbito electoral, que tiene, desde hace mucho tiempo, el socialismo español.
Es evidente que el PSOE está viviendo una de las etapas más magras desde que se reinstauró la democracia en España; quizás, por eso, esta campaña de elecciones primarias resulta más enconada que ninguna. Se ha pasado de la discrepancia a la descalificación, el insulto a menudeado y las insinuaciones han sido hirientes. Es verdad que, con frecuencia, eso lo han hecho los equipos de los candidatos, pero éstos no se han molestado ni en desmentir, ni en rectificar, ni tan siquiera en matizar las puyas lanzadas por sus compañeros de viaje. Da la impresión de que algunos han olvidado que un socialista nunca es el enemigo de otro socialista.
Así las cosas, tras el 21 de mayo, unos y otros deberán esmerarse para restablecer la situación. El proyecto colectivo siempre ha de estar por encima de los personalismos. Para ello serán necesarias políticas de mano tendida, mucha capacidad y voluntad de integración, dialogo, negociación y acuerdo. El PSOE no puede seguir desangrándose mucho tiempo más y a la sociedad le conviene una socialdemocracia fuerte, estructurada y cohesionada. Dejar pasar esta oportunidad sería una grave irresponsabilidad y eso se acabaría pagando muy caro.

Bernardo Fernández

Publicado e-notícies.cat 15/05/17

10 de maig 2017

POR SENTIDO COMÚN

Mal les pese a los profetas de las catástrofes y a los agoreros sistemáticos, la recogida de avales para los aspirantes a secretario general del PSOE ha sido una nueva lección de participación y democracia interna de los socialistas. Ciertamente, es una lástima que una militancia tan leal, tenaz y perseverante no tenga, a día de hoy, ni un proyecto con el que ilusionarse ni un dirigente con carisma y capacidad política que esté a la altura, pero así son las cosas.
No obstante, esta batalla democrática por la recogida de avales ha merecido la atención de los medios y la mirada, más o menos recelosa, de los adversarios. Eso demuestra que el partido socialista pese a estar en horas bajas, sigue siendo mucho partido, aunque a algunos les gustaría darlo por finiquitado.
El interés que entre los afiliados ha despertado este proceso, lo demuestran los números: de 187.949 militantes censados, casi 133.000 han avalado a uno de los tres candidatos en liza. Susana Díaz con casi 60.000 avales ha sido quien más ha obtenido, mientras que Pedro Sánchez se ha quedado con unos 6.000 menos y, muy lejos, Patxi López con menos de 11.000 superando por poco más de 1.000 el mínimo exigido de 9.368 para poder pasar a la siguiente ronda.
Con este panorama de fondo y a tenor de lo sucedido, no queda otra que interpretar esa recogida de firmas como una primera vuelta de las primarias. En esas circunstancias, lo más razonable sería que el candidato con menos avales, dada la situación que está viviendo el socialismo y el mano a mano en que se ha convertido este proceso, presentara su renuncia a seguir compitiendo. En mi opinión, se equivoca Patxi López al considerar que su candidatura es más necesaria que nunca ante la fractura -que según él- sufre el partido, entre los partidarios de Sánchez y Díaz. Lo que puede lograr el vasco, si no se apea de la carrera, es la frustración de sus votantes, la suya propia, condenar a quienes le apoyan a la irrelevancia y quien sabe si, también, a distorsionar los resultados finales. Cuando los duelos son en la cumbre ni los sobresalientes ni los subalternos deben aparecer en pantalla.
Patxi López fue elegido secretario general del partido socialista vasco en 2002. En 2009, pese a quedar los socialistas como segunda fuerza en las elecciones al Parlamento Vasco, tras el PNV, fue elegido lendakari al llegar a un pacto de investidura con el PP. Después, en 2012, el PNV volvió a ganar las elecciones autonómicas e Iñigo Urkullo asumió la lehendakaritza.
Tras las elecciones generales de 2015, fue propuesto para presidente del Congreso de los Diputados, gracias al acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos un día antes de la constitución de la Cámara, acuerdo al que el PP se sumó no presentando ningún candidato a presidir la cámara baja. Fue investido presidente del Congreso de Diputados el 13 de enero de 2016. En enero de 2017 anunció su decisión de presentarse a las primarias para la secretaría general del Partido Socialista Obrero Español.
En definitiva, Patxi López tiene una envidiable trayectoria política y una hoja de servicios impresionante. Es, en mi opinión, un buen tipo, un gran socialista y una mejor persona. Sin embargo, ahora, tras comprobar cómo están las fuerzas tras la recogida de avales me parece oportuno señalar que por sentido común y, pensando en el bien del partido, debería retirar su candidatura. No es su momento.
Al menos, eso creo yo.

Bernardo Fernández

Publicado el 08/05/17 en E-noticies.cat.

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