Durante muchos años, la
desaparecida Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), con la impagable
colaboración de Unión Democrática de Cataluña (Unió), practicó el cinismo
político en nuestro país.
Quién no recuerda aquello de
la puta y la Ramoneta. Venía a ser algo así como pedir una cosa y querer otra,
decir algo en Barcelona y lo contrario en Madrid. En definitiva, hacer mil
trapacerías al más puro estilo de la picaresca española. O sea, la antítesis de
la política hecha con rigor y seriedad, que es la que se supone que han de practicar
nuestros representantes.
Pues bien, parecía que con la
desaparición de la coalición que hizo de la cicatería bandera, CiU, y el
ostracismo de su máximo líder apartado de la escena por corrupto, Jordi Pujol, aquella
manera de hacer quedaría para el recuerdo. Sin embargo, miren ustedes por
donde, ERC ha cogido el relevo y lleva un tiempo desempeñando el mismo papel
que hicieron los pujolistas en su momento y que tanto rédito electoral les dio;
aunque eso sí, dejaron el país hecho trizas para un montón de años.
Ahora estamos en las mismas.
Los pseudorepublicanos catalanes se saben imprescindibles para que Pedro
Sánchez siga en La Moncloa. Son conscientes de la situación y se hacen de
rogar, hasta aquí nada que objetar, ese dejarse querer forma parte de la
política. Ahora bien, saben que determinadas cosas ni se pueden proponer ni se
puede aceptar que entren en la carpeta de lo negociable, bien porque están
fuera de la legalidad, bien porque exceden de las competencias de los
interlocutores. No hay que olvidar que en democracia cada institución juega su
papel y un Ejecutivo tiene unas atribuciones y un Parlamento tiene otras, y no es
aconsejable mezclar churras con merinas.
He querido comenzar este
artículo con esta breve reflexión porque ERC está subiendo, cada día que pasa,
el precio de sus votos para investir a Pedro Sánchez como presidente de
Gobierno.
Está bien que pidan una mesa
diálogo, pero es cuestionable que exijan que sea entre iguales, porque el
Gobierno de un Estado (España) nunca puede ser igual que el de una autonomía
(Cataluña). De la misma manera que también es cuestionable que propongan temas
para negociar como la autodeterminación que están fuera del marco
constitucional, es decir fuera de la ley. Lo mismo que pedir, en estos momentos
una Ley de Amnistía que no es otra cosa que un brindis al sol.
Por lo tanto, sería razonable
que fueran a la mesa de negociación “ligeros de equipaje”. O lo que es lo
mismo, con la idea de mejorar las infraestructuras en Cataluña, buscando
mejoras en la financiación, para reducir las listas de espera en la sanidad,
bajar las tasas universitarias o aumentar las becas comedor. Cosas que buena
falta nos hacen a la gente que vivimos en Cataluña para mejorar nuestra calidad
de vida.
En definitiva, deberían
aprovechar la coyuntura para negociar tangibles como, por ejemplo, aumentar el
autogobierno, ahí sí que encontrarán a una mayoría sustancial de catalanes que
les darán soporte.
De todas maneras, en mi
opinión, buena parte del problema tiene sus raíces en que el universo
independentista y ERC está en esa burbuja, no entiende, o no quiere entender, que
los políticos presos no fueron juzgados por sus ideas, ni por falta de libertad
de expresión, ni porque no se respetara su derecho de manifestación. Están en
prisión porque cometieron delitos tipificados en el código penal.
Y mientras no asuman eso, el
entendimiento será difícil, muy difícil. Otra cosa, es la posición de JxCat que
piden para negociar, además que lo mismo que los de Oriol Junqueras, que se
siente a la mesa Carles Puigdemont, el fugitivo de la justicia, y haya un
relator internacional. A éstos hay que echarles de comer aparte. Pero de eso,
si les parece amables lectores, hablaremos en otro capítulo de este
interminable culebrón.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
27/11/19