“Hasta el rabo todo es toro”,
dicen los taurinos. En efecto. La noche del domingo, 26 de mayo, los
seudorepublicanos de ERC estaban exultantes después de conocer los resultados
que le daban la victoria de las elecciones municipales en Barcelona. No había
para menos. Parecía que a Ernest Maragall le habían quitado 30 años de encima. El
hombre daba saltos de alegría, no sé si intentando emular a su hermano Pasqual,
como cuando se puso a dar botes cogiendo de la mano a Jordi Pujol aquella noche
mágica que se anunciaron oficialmente las Olimpiadas del ’92 en Barcelona.
Claro que, ni de lejos, Ernest transmite ni la ilusión ni la empatía de su
hermano. Cada uno es como es.
La noche de los comicios, la
gente de Esquerra se precipitó. Ciertamente, ganaron las elecciones en la
capital de Cataluña, pero por un margen de 5.000 votos escasos. No tuvieron en
cuenta que con los números en la mano es posible configurar mayorías
alternativas que dejen a Maragall y la gente de Junqueras apeados de la
alcaldía de la joya de la corona.
Intentar gobernar con tan solo
diez concejales, como ya ha insinuado, Ernest Maragall, es una temeridad.
Necesitaría once más para salir airoso en la sesión de investidura y, en
principio los números no salen. Los de JxCat tan solo suman cinco regidores, a
todas luces insuficiente. También se ha insinuado un pacto a tres bandas; es
decir, ERC, JxCat y los Comunes, pero parece que Colau no está por la labor y
de llegar a es acuerdo la alcaldesa perdería la vara de mando.
Todo indica que en el PSC se
han conjurado para que Barcelona no caiga en manos del independentismo. Por
eso, otra posibilidad sería que Colau y Collboni pactaran un gobierno municipal
de coalición y tres concejales de Ciudadanos dieran el sí en la votación de
investidura a la alcaldesa. Sería suficiente. Es verdad que eso levantaría
ampollas entre bastantes seguidores de Ada Coalu, pero al ser un apoyo puntual
y sin contrapartidas, el enfado sería efímero.
Por su parte, los de la
formación naranja se quedarían con una factura por cobrar que, más pronto que
tarde, tal y como están las cosas, podrían poner en circulación.
Pero es que situaciones como
la de Barcelona, en las que los pactos van a determinar el color de los gobiernos,
se repiten hasta en cuatro comunidades autónomas y una quincena de ciudades.
Madrid es el caso más emblemático.
En la capital se podría dar un
trueque: sí Ciudadanos apoyase a Ángel Gabilondo para presidir el Gobierno de
la comunidad, el PSOE daría soporte a la candidata de Ciudadanos a la alcaldía.
Los números suman y cuando las cosas son posibles, a veces, se hacen realidad.
Los resultados del pasado
domingo lo han dejado todo muy abierto. En estas circunstancias, se impone el
dialogo, la negociación y el pacto. Estemos preparados porque esto no ha hecho
más que empezar.
Bernardo Fernández
Publicado en el Catalán
29/05/19