En las últimas semanas, hemos estado
tan pendientes de las negociaciones y acuerdos de las fuerzas políticas para
investir a Pedro Sánchez que, tal vez, hemos desatendido un poco el flanco
informativo catalán y, sin embargo, aquí también han ocurrido cosas. Ahora, con
Sánchez de presidente, a todos los efectos, y con el Gobierno renovado es el
momento de volver a una cierta normalidad, mientras la situación lo
permita.
Si en el conjunto de España han sido
la extrema derecha y la derecha extrema los que han salido a la calle, primero
y han provocado altercados, después; aquí, algunos de los independentistas más
hiperventilados, aunque no han cortado ni calles ni avenidas, de momento, se
han dedicado a hacer declaraciones, intoxicar en las redes y a lanzar
manifiestos en contra de los acuerdos del PSOE con las formaciones
secesionistas, de forma especial contra los pactos de los socialistas con Junts.
Está claro que eso de normalizar la política no va con ellos y les va la
marcha.
Es lo que ha hecho Alianza Catalana
(AC) que dirige la xenófoba Silvia Orriols, actual alcaldesa de Ripoll. Ese
partido considera que los acuerdos para hacer a Sánchez presidente afectan
directamente la soberanía y la voluntad del pueblo de Cataluña. Para esa gente,
son una claudicación y una traición flagrante al mandato del 1 de octubre. Y
consideran que esos pactos no dejan de ser un convenio entre autonomistas
catalanes y nacionalistas españoles.
En su hilarante manifiesto, sostienen
que los partidos que durante más de una década han dicho representar la
voluntad independentista mayoritaria han fracasado y han incumplido todas y
cada una de sus promesas, y el pueblo de Cataluña deberá tomar el camino de la
más firme determinación para liberar la patria catalana del yugo español y
francés. Confieso que tras la lectura de ese esperpéntico documento me tuve que
frotar los ojos para asegurarme que no estaba sufriendo una alucinación. Y, en
este contexto, me gustaría que alguien me explicase cuales son las diferencias políticas
sustanciales entre los firmantes de ese bodrio y los individuos que noche tras
noche se han concentrado en la calle Ferraz de Madrid.
Tampoco se ha andado por las ramas la
Asamblea Nacional Catalana (ANC). En su opinión los pactos son una tomadura de
pelo por plantar un acuerdo político al que llaman “histórico”.
Por su parte, la eurodiputada, Clara
Ponsatí, según dijo en una reciente entrevista, considera que es un “error“, la
estrategia de Puigdemont. "Los que
habían mantenido el estándar de resistencia ante la política represiva del
Estado con el independentismo, finalmente han pensado que valía la pena dar
unos votos para investir a un presidente español", sentenció Ponsatí. Ante
este panorama, en su opinión hay que volver a la unilateralidad a
través de "nuevas herramientas" para relanzar al movimiento. O dicho
en Román paladino: a esta señora en junio de 2024 se le acaba el momio del
Parlamento europeo y como adivina que ningún partido la va a querer en sus
listas, ya ha empezado a caldear el ambiente para crear una nueva organización independentista
que ella podría encabezar en las próximas elecciones al Parlament.
Tiempo al
tiempo, pero, en el mundo del independentismo más radical hay mucho desencanto,
y eso está generando un caldo de cultivo adecuado para que cuaje alguna nueva
formación.
Cuando los acuerdos
entre PSOE y Junts empezaron a tener carta de naturaleza, en los ambientes
políticos se consideró factible que los de Puigdemont volvieran a la política
institucional y, tal vez, se decidieran a ocupar el espacio de centro moderado
que con la desaparición de Convergencia quedó huérfano. Sin embargo, parece que
a una buena parte de sus votantes les va la marcha y bordear la legalidad.
Según el barómetro trimestral del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), hecho público
hace muy pocos días, el PSC volvería a ganar las
elecciones al Parlament, ampliando la distancia con ERC, su inmediato seguidor
(ahora están empatados a 33). Los socialistas lograrían entre 39 y 45 escaños,
frente a los 29 y 34 de los republicanos y los entre 19 y 24 de Junts, que
sufre una acentuada caída (tiene 32). La CUP, que cuenta con 9 diputados,
podría pasar a entre 4 y 8. Con estos resultados, el independentismo perdería
la mayoría absoluta y en el mejor de los casos se situaría, sumando los de
Junts, ERC y la CUP, a dos escaños de esa mayoría (todos juntos sumarían entre
52 y 66 escaños cuando el umbral de la mayoría se sitúa en 68). El
independentismo suma actualmente 74 diputados. Es decir, a juzgar por esta
encuesta, no da la sensación que el mundo independentista esté satisfecho con
los acuerdos que han hecho sus dirigentes para investir a Pedro Sánchez como
presidente.
Es tanto el clima de crispación que
se ha generado con la investidura de Sánchez en el universo independentista que
para los hooligans secesionistas Carles Puigdemont ha caído de su pedestal. Hasta
el punto que ya hay quien cuestiona su liderazgo y proponen sin tapujos
buscarle sustituto.
La nueva situación que
generó el 23 J, era impensable hace unos pocos meses. Eso hace que exista la
posibilidad de desactivar uno de los asuntos que más inestabilidad provoca en la
política de nuestro país, pero, para que esa, es necesario que todos pongan de
su parte y es evidente que algunos no están por la labor.
Bernardo Fernández
Publicado en E notícies
23/11/2023