Es muy posible que el Tribunal
Supremo (TS) haga pública la sentencia a los líderes del procés a principios de
otoño. Seguro que, si el fallo no es absolutorio, desde las instancias de
poder, se pedirá a la ciudadanía dar “una respuesta de país”. Entonces,
cualquier cosa puede ocurrir. Confiemos que el seny se imponga. Que el Govern
esté a la altura de las circunstancias, se respete la legalidad vigente, no se
altere el orden público y que hechos como los de septiembre y octubre de 2017
no vuelvan a ocurrir. Pero, sobre todo, confiemos que no suceda nada que luego
tengamos que lamentar. Sería fatal.
Una vez conocido el dictamen
del TS, más pronto que tarde, en Cataluña se tendrán que convocar elecciones
autonómicas. La situación de parálisis política que estamos viviendo no da más
de sí. Esto no se aguanta. Estamos con los presupuestos prorrogados de 2017,
con todos los inconvenientes que eso supone y esta semana mismo el Parlament ha
tumbado un Decreto de ley del Govern que pretendía regular el precio de los
alquileres de las viviendas en determinadas zonas. Así no podemos seguir.
El panorama político que nos
vamos a encontrar cunado por fin se convoquen elecciones es, a día de hoy, una
incógnita.
ERC aspira consolidarse como
fuerza hegemónica en Cataluña y poner un president en la Generalitat. Por eso,
en el momento que tenga la certeza que lo puede lograr no dudará en romper la
coalición que sostiene al Govern.
En ese contexto, los
republicanos saben que es importante estar pendientes de los movimientos de
Artur Mas. De hecho, Mas ya se está postulando para volver. Lo podrá hacer a
partir de febrero de 2020. El expresidente sería un rival difícil de batir,
siempre y cuando consiga poner paz y orden entre los suyos. Ese es, en mi
opinión, otro motivo para que los republicanos fuercen la máquina para que haya
elecciones antes de acabar el año.
Todo lo contrario, ocurre en
el PDeCat o Junts per Catalunya o como por fin decidan llamarse para presentarse
a las elecciones. Allí el desbarajuste que están viviendo a nivel interno, es
más que considerable. Ni tienen líder, ni tienen proyecto. Quizás la vuelta de
Mas, con su halo de mártir por haber sido inhabilitado, pueda dar un buen balón
de oxígeno a los antiguos convergentes, pero arrastran mucha rémora y les será
muy difícil remontar al vuelo. Además, no parece que en Waterloo estén por la
labor de ceder al expreident el protagonismo.
Por otra parte, en la orilla
constitucionalista, veremos si el nuevo partido que se anuncia estos días como
Liga democrática y que aspira a ocupar el espacio de centro derecha no
independentista que quedó huérfano en Cataluña desde que Convergencia se echó
al monte, está listo para dar la cita electoral.
PSC, PP y Ciudadanos seguirán
ahí con sus dérias y sus neuras. Los socialistas, muy probablemente al alza,
colgados, para bien o para mal, de Pedro Sánchez, el PP en serio riesgo de
extinción y Ciudadanos después de los últimos acontecimientos, camino de la
irrelevancia. Pero no adelantemos acontecimientos, tiempo tendremos para ir
analizando la situación.
El hecho cierto, es que, en
Cataluña, desde que empezó la deriva independentista, llevamos siete años
acumulando fracasos por ninguna ventaja y esto ya no da más de sí.
¿Recuerdan la demanda de Carme
Foracdell, entonces presidenta de ANC? “President, posi les urnes” (presidente,
ponga las urnas), pues sería perfectamente aplicable al actual president,
incluso se podrían utilizar eslóganes de la primera época procesista: “això va de democracia” (esto va de democracia) o aquel otro: “votar es normal en un país normal” (votar es normal en un país normal).
Por respeto a Cataluña, por
respeto a sus instituciones y, sobre todo, por respeto a todas y todos los
ciudadanos: “president, posi les urnes”.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
27/06/19