Me ha parecido oportuno
parafrasear la célebre canción de Alejandro Sanz, “Corazón partío” para dar
título a esta columna. Me ha motivado a ello el anuncio que hizo el ministro de
Justicia, Julián Campo, la semana pasada, en el Congreso, cuando dijo que en
los próximos días su departamento iniciaría la tramitación del indulto de los políticos presos por el proceso
secesionista catalán. A la vez informó que el Gobierno estudia cambios
normativos sobre la tipificación penal del delito de rebelión. Pues bien, confieso
que ese anuncio me ha sumido en un mar de dudas y me ha generado sentimientos
encontrados, algunos, incluso, contradictorios.
No me ha extrañado que la
derecha extrema y sus parientes políticos, la derecha montaraz, se hayan
lanzado a la yugular del Ejecutivo; eso está en el guion de la política
española, tal y como funciona a día de hoy. La obsesión de Vox y PP es derribar
al Gobierno y, por tanto, de ellos no cabe esperar otra cosa: o lo consiguen y
tenemos un cambio político muy profundo, o fracasen y se hunden en sus propias
contradicciones. Ese es el sino de la derecha en nuestro país: el todo o nada
Pero lo que sorprende es la
indiferencia e incluso el desprecio con que
los propios interesados y sus correligionarios
han acogido el anuncio del ministro. Para los independentistas “son cantos de
sirena del Estado”, y en opinión de Albert Batet jefe de filas de JxCat en el
Parlament, “no es la solución al conflicto político”. Y es que para los
secesionistas más hiperventilados la única vía posible es una ley de amnistía y
un referéndum de autodeterminación.
Según Marcel Mauri, máximo
dirigente de Omnium Cultural, con el presidente de la entidad, Jordi Cuixart en
prisión, “un indulto no sirve para nada, más allá de la solución a la persona
indultada”. Para ERC, siempre tan empáticos y predispuestos a los acuerdos, es
un ”gesto” ante la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, en
cambio, en opinión de la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, “la
tramitación es una obligación legal que tiene el ministerio, por tanto no es
nada más que lo que está obligado por ley”. No le falta razón a la dirigente de
la ANC, pero no deja de ser curioso que ahora apelen a la ley cuando son ellos
los que no se cansan de hablar de represión judicial, tribunales corruptos y no
sé cuántas mandangas más. Además, olvidan que en la tramitación de una iniciativa,
como en todo, es puede poner intensidad, entusiasmo y también celeridad. Pero
también se puede llevar a cabo el trámite con desidia, dejadez y por imperativo
legal. Estos muchachos son tan poco ilustrados que ni siquiera conocen aquel
refrán castellano que dice, “no muerdas la mano del que te da de comer”, aquí
sería suficiente cambiar el verbo comer, por el de perdonar o cualquier otro
sinónimo…, pero en fin, tampoco le vamos a pedir peras al olmo.
De todas formas, el asunto no
es menor porque el indulto es una medida de gracia por la que se libera al
autor de un delito con condena firme de cumplir todas o algunas de las penas
impuestas, pero no supone el perdón del delito. Mientras que la amnistía se
otorga por razones políticas, especialmente en los cambios de régimen, y
conlleva la extinción de la infracción.
En consecuencia, el problema
de fondo es que, según el relato independentista, los líderes del procés no pueden
aceptar el indulto porque no cometieron delito alguno y, por consiguiente, en
su cosmos pluscuamperfecto aceptar el indulto sería sinónimo de haber cometido
delito. O sea que violentaron la ley, y a partir de ahí, toda la fabulosa arquitectura
que han forjado, basada en la más imposible de las quimeras y que han ido
construyendo desde la ensoñación y la falsedad, se les derrumbaría como un
castillo de naipes ante un estornudo.
La cuestión es si, ante esta
situación de acoso por un lado y de desdén por otro, para el Gobierno de
Sánchez realmente merece la pena sufrir el considerable desgaste político que,
a buen seguro, la medida va a suponer.
No cuestionaré la legitimidad
de la acción porque todo Ejecutivo, sea del color que sea, tiene la obligación
de tramitar las peticiones de indulto que le lleguen. Ahora bien, como he
escrito más arriba, esa iniciativa me deja con el corazón “partio” porque el
raciocinio político me dice que el indulto, aunque ahora lo desprecien, puede,
a medio plazo, favorecer el dialogo y
ser un elemento más para encauzar el negociación que tanta falta nos hace en
Cataluña; pero por otra, como ciudadano de a pie, pienso que esos individuos
que están en prisión cometieron unos delitos tipificados en el código penal y
fueron juzgados y condenados por ello, por lo tanto, lo lógico es que cumplan
su condena. Mucho más teniendo en cuenta que ni han mostrado arrepentimiento,
ni están dispuestos a reconocer que se equivocaron, y no solo eso, es que
encima, del “ho tornarem ha fer” han hecho un eslogan.
Y claro, buenos, sí, pero tontos,
no.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán
28/09/20