Después de varios meses de
reuniones, más o menos discretas, entre miembros de la consejería de Vicepresidencia,
Economía y Hacienda y miembros de la CUP, los antisistema han dado su plácet
para que los presupuestos de la Generaitat de Cataluña para 2017 inicien su
trámite parlamentario.
Esas cuentas, pactadas con los
anticapitalistas, llegan trufadas de impuestos que se incluirán en el cajón de
sastre que es la Ley de Acompañamiento.
Los hay para todos los gustos.
Desde uno para las grandes superficies que pretende gravar los efectos
medioambientales u otro que será una tasa turística que recaerá sobre aquellos
que se alojen en apartamentos turísticos. Asimismo, se crea otro más con el que
la Generalitat grabará “el número de desintegraciones nucleares”. En este caso,
se ha reconvertido el antiguo impuesto sobre las nucleares que tumbara el
Tribunal Constitucional. Y, como no, se vuelven a querer penalizar las bebidas
azucaradas, algo que ya intentó Artur Mas, pero tuvo que desistir ante las fuertes
presiones de la industria.
Esta cascada de impuestos castiga
de nuevo a las ya muy maltratadas clases medias, familias numerosas y
monoparentales. Según los expertos en fiscalidad los nuevos tributos no son
nada acertados. Argumentan que la supresión del 1,5% de deducción del IRPF para
jóvenes, personas en paro o con hijos a su cargo y que pagan hipoteca es un
ataque sin paliativos a las economías más débiles.
En definitiva, unos números
hechos para contentar a los que nunca estarán contentos (los antisistema) que,
además, podrían ser recurridos si incorporan partidas para iniciativas
independentistas, y entonces quedarían sin efecto.
Los presupuestos son el arma
más potente y eficaz de que dispone un gobierno para reducir las desigualdades
sociales. Sin embargo, todo indica que el ejecutivo de Carles Puigdemont prefiere
fantasear imposibles, dejará pasar la oportunidad y no utilizará los dineros de
que dispondrá el año próximo para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos
y combatir las emergencias sociales existentes en Cataluña. Paro, precariedad
laboral, pobreza o riesgo de exclusión social son, tristemente, algo cotidiano
en nuestra sociedad. No obstante, en la Plaza Sant Jaume no se dan por
aludidos.
De todos modos, si la
situación no fuera tan dramática, tendría su gracia: para los antisistema estos
deberían ser los últimos presupuestos autonómicos. El problema es que, eso
mismo dijo Esquerra en 2013 y, ahí seguimos.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 23/11/16