31 de maig 2021

LA PARTE Y EL TODO


 Pablo Casado está exultante. La victoria incontestable de Isabel Díaz Ayuso, el pasado 4 de mayo en las elecciones autonómicas de Madrid, ha supuesto un chute de moral en vena para la parroquia pepera. Solo ha faltado que un periódico de derechas publicase una encuesta que augura una subida espectacular del PP, junto con un desplome del PSOE, en las próximas elecciones generales, si se celebrasen ahora. Eso ha hecho que a los líderes del partido popular se les haga la boca agua de pensar que pueden tener, de nuevo en sus manos, los resortes del poder.  

“Madrid es España” solía decir Díaz Ayuso en sus actos electorales. Cierto, pero España es mucho más que Madrid, y no es bueno confundir la parte con el todo porque hacerlo puede inducir a errores de cálculo.

Con todo, es evidente que tras el 4-M para el PP se ha abierto un nuevo escenario. Por eso, los estrategas del partido ven factible volver al Gobierno en un plazo de tiempo razonablemente breve. Para lograrlo, han decidido basar su estrategia en tres ejes: el primero se basa en hacer un seguimiento exhaustivo de la gestión y distribución de los fondos de recuperación europeos, el segundo, culminar la absorción de Ciudadanos y el tercero consistiría en seguir erosionando a Pedro Sánchez y su Ejecutivo como hasta ahora, pero arreciando el acoso con el añadido de los posibles indultos que parece se van a aplicar a los líderes del proceso catalán encarcelados.

Para llevar a cabo el primer eje estratégico, los populares han creado un grupo de trabajo interno formado por diputados y senadores y que estará dirigido por la exministra Elvira Rodríguez.  Ese equipo deberá hacer un seguimiento pormenorizado de los 77.000 millones de euros del fondo europeo para la recuperación que han de llegar a España en los próximos tres años. No habría nada que objetar si Rodríguez y sus colaboradores hacen un trabajo serio y riguroso, con decencia y dignidad política; al fin y al cabo esa es una de las tareas fundamentales de la oposición.  Sin embargo, conociendo como las gasta el PP y viendo cómo está el patio, me permito dudar que esa iniciativa se haga con la objetividad necesaria.

El segundo eje de la hoja de ruta que se supone ha de llevar a Pablo Casado a la Moncloa es un “corta y pega” del programa base de Ciudadanos. Se trata de un impulsar una regeneración de la democracia en nuestro país y que de esa forma se visualice y culmine el eterno viaje al centro que vienen haciendo los populares casi desde su fundación, pero que nunca acaba de concluir, porque siempre ocurre algo que les derechiza un poco más. Pero en esta ocasión confían que la absorción de Cs sea el argumento definitivo que les otorgue el certificado de centristas.

Por lo que respecta al tercer eje en cuestión, el acoso al Gobierno sigue su curso, sin entretenerse en minucias. Lo vimos hace unas semanas con el affaire de Ceuta. Ni en un tema tan preocupante como ese y con un drama humano de semejante magnitud fueron capaces, no digo de ponerse al lado del Ejecutivo, sino de bajar los decibelios de su beligerancia y esperar que la tormenta amainara para entonces, sí; entonces haber pedido toda clase de explicaciones y exigir responsabilidades.

Pero donde los populares esperan encontrar un buen caladero de votos es con los probables indultos a los líderes del procés. Para eso, se apoyarán en el informe hecho público por el Tribunal Supremo y que es contrario a la medida de gracia. Los populares ya han anunciado que volverán a la Plaza de Colón para manifestarse acompañados de Vox y Ciudadanos, presentarán mociones en todos los ayuntamientos en contra de la medida y, por si no haya bastante, recogerán firmas en contra de la iniciativa, es decir, estilo PP en estado puro. Lo que hicieron en contra del Estatut, siendo Mariano Rajoy su presidente, ahora lo repetirá Pablo Casado.

Se puede comprender que haya personas refractarias a los indultos, razones no les faltan. Ahora bien, un partido que aspira a Gobernar España y un líder que sueña con ser presidente del Gobierno, ha de poner alguna alternativa sobre la mesa. No insistiré aquí porque no es el objetivo de esta columna, pero todos sabemos que el independentismo en Cataluña es el sentimiento de cientos de miles de personas que no se va a evaporar porque los condenados cumplan sus condenas. Por lo tanto, habrá que echar mano de la política, si de verdad se quiere solucionar el conflicto.

Ante esta situación el PP demuestra que no ha entendido nada y vuelven a cometer los mismos errores que cometió Mariano Rajoy negándose a abordar de manera adecuada el conflicto. No pretendo quitar la responsabilidad a los líderes independentistas, que la tienen toda, peor si Rajoy hubiera sido más sagaz, el secesionismo no hubiera llegado hasta donde ha llegado. Y es que aquellos polvos trajeron estos lodos.

Pues bien, si la estrategia cuaja y, todo sale conforme al guion previsto, se debería llegar al punto álgido de este camino “imparable” hacia la Moncloa en la convención nacional que los populares tienen previsto llevar a cabo en otoño.

En estas circunstancias, no nos debería extrañar algún movimiento de relumbrón como, por ejemplo, el fichaje de Albert Rivera. Saben que sin la reunificación de la derecha nunca llegarán a la Moncloa y en eso, Pablo Casado va a poner todo su empeño, hasta lograrlo o fenecer en el intento.

Sabe que en ese trance se juega el futuro.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 31/05/2021

26 de maig 2021

SOSTENELLA Y NO ENMENDALLA


 

Después de más de tres meses mareando la perdiz con descalificaciones, amenazas, reproches, declaraciones, contradeclaraciones y comportamientos desabridos los partidos independentistas catalanes han decidido hacer de la necesidad virtud y constituir un nuevo Govern.

Con todo, haciendo un análisis político racional, cuesta entender como JxCat y ERC que, durante el anterior Govern anduvieron a la greña y acabaron de forma abrupta, ahora se han inclinado por repetir el experimento, a no ser que hayan entrado en juego sentimientos identitarios, miedo a la reacción de los parroquianos y/o intereses espurios. En especial por parte de ERC que tenía posibilidades de explorar otras vías.

No obstante, no hay nada que objetar, se ganaron el derecho a gobernar en unas elecciones democráticas llevadas a cabo dentro de un determinado sistema constitucional de un Estado social y de derecho. El tiempo nos dirá si han aprendido de los errores o son partidarios de sostenella y no enmendalla.

La cuestión es que Pere Aragonés ya es, a todos los efectos, el 132 president de la Generalitat de Catalunya, y es muy posible que dentro de pocas horas tengamos la lista oficial de su nuevo equipo que, de momento, nos está llegando con cuentagotas.

De todas maneras, esta legislatura no ha empezado con buen pie. La presidenta del Parlament, Laura Borrás, ya ha anunciado que no irá a La Zarzuela para informar al jefe del Estado de la investidura del nuevo president de la Generalitat de Cataluña. Es curioso porque esta señora no tuvo ningún empacho en obtener una plaza de funcionaria del Estado “opresor” para asegurarse los garbanzos, y eso está bien, porque lo primero es antes ─que diría José sacristán─, pero, como segunda autoridad de Cataluña, no cumple con sus obligaciones y olvida que con frecuencia las formas son, en política, tan o más importantes que los fondos.

Tampoco Pere Aragonés tuvo una de sus mejores tardes cuando pidió el voto para su investidura, al asegurar que “se comprometía a culminar la independencia, a hacer inevitable la amnistía y ejercer el derecho a la determinación”, todo en el mismo pack, pero olvidando a la mitad de la ciudadanía que no compartimos ni credo ni proyecto. ¡Hombre! Ya sabemos que hay que tener a la parroquia tensionada y para eso nada mejor que las soflamas cuanto más exacerbadas mejor, pero luego sale en la prensa, queda en las hemerotecas y pasa lo que pasa.

En su parlamento Pere Aragonés puso como ejemplo a seguir el caso de Escocia. Lógico, cada cual toma como referente aquello que le parece más apropiado para defender sus intereses. Sin embargo, me gustaría que, en algún momento, los gurús del independentismo nos dijeran como creen que hubiera evolucionado un movimiento como el procés soberanista catalán en países tan poco sospechosos de no ser democráticos como Francia, Alemania, Portugal o EE.UU.

De todas formas, lo que menos necesita ahora la sociedad catalana es que sus dirigentes políticos se dediquen a filosofar sobre el sexo de los ángeles o plantear entelequias. El Govern ha de ponerse el traje de faena y arremangarse, ni el proceso de vacunación ni la situación socioeconómica pueden esperar.

Para empezar, ese nuevo Govern independentista haría bien en retornar claramente a la legalidad, olvidarse de aventuras quiméricas y no hacer trampas al solitario porque ni independencia ni amnistía ni autodeterminación son objetivos que se vayan a conseguir. Como mucho, indultos, un referéndum para aprobar un nuevo Estatut y, quizás, alguna reforma de la Constitución.

Al nuevo Ejecutivo le corresponde llevar a cabo una gestión autonomista y es en ese contexto en el que debe actuar. Por eso, debería poner especial atención en la reconciliación interna de la ciudadanía catalana y la defensa de la seguridad jurídica. Al mismo tiempo, debería poner en marcha una operación para favorecer el retorno de las 5.000 empresas que trasladaron sus sedes y sentar las bases para recuperar el prestigio perdido de Cataluña. Para lograrlo hay recuperar la participación en las negociaciones multilaterales y dar un fuerte impulso a la negociación bilateral (mesa de negociación incluida) con el Gobierno central. No nos podemos permitir el lujo de que el Govern no esté totalmente operativo en la distribución y gestión de los fondos de recuperación europeos Ahí nos jugamos buena parte de nuestro futuro como sociedad y como país.

Es fundamental que ese nuevo gobierno gobierne, que no se enrede en martingalas invertidas a las que en Cataluña somos tan aficionados desde hace un tiempo. Sin olvidar que un Govern ha de decir la verdad a los ciudadanos por dura que sea.

A mi modo de ver, una de las cuestiones que nos atenaza es que el independentismo se ha instalado en un irrealismo clamoroso. Por eso, y aunque puede parecer un planteamiento muy simplista, los secesionistas harían bien en tener a Euskadi como referencia que, por cierto, está bastante más cerca que Escocia y, además, compartimos muchas más cosas con los vascos que con los escoceses. Y nos iría bien saber que ellos han aprendido a practicar el catalanismo pragmático, algo que algunos aquí han olvidado.  Quizás porque no lo han practicado nunca.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado n e notícies 25/05/2021

18 de maig 2021

BRINDIS AL SOL DE ERC


 Desde antes de las elecciones del 14 F, he dicho y escrito en diversas ocasiones que si los independentistas sumaban formarían gobierno. Pues bien, cuando escribo esta columna, faltan diez días para que expire el plazo y se convoquen elecciones de forma automática y, a pesar del deplorable espectáculo que nos ofrecen los negociadores de ERC y JxCat, sigo pensando que tendremos gobierno “indepe” y muy probablemente de coalición.

Ni soy un visionario ni tengo una bola de cristal que me anuncia cómo será el futuro ¡Qué más quisiera yo! Tan solo intento aplicar a mis escritos y comentarios lógica y sentido común. Y esa forma de razonar me lleva a creer que en los próximos días Pere Aragonés será investido president de la Generalitat y que formará un Govern netamente independentista.

Se han cumplido más de 90 días desde que se celebraron las elecciones y, menos mal, que el independentismo obtuvo un resultado histórico (74 diputados) porque el espectáculo que están dando con las negociaciones, como he señalado más arriba, es bochornoso.

Solo ha faltado que la CUP medie entre dos partidos (ERC y JxCat), que se supone son de gente de orden y con experiencia de gobierno. Los antisistema pusieron sobre la mesa un documento de 20 páginas con el título Compromiso para un Acuerdo Nacional para la Autodeterminación. El mismo concluye con el objetivo de construir “un espacio para el debate de la estrategia independentista más allá del marco de gobernabilidad”. O sea, hacen un documento para sentar las bases de un futuro gobierno y plantean crear espacios fuera del alcance de ese gobierno. “para mear y no echar gota” que diría un castizo y disculpen ustedes la grosería.

Y todo esto sucede cuando nos enfrentamos al desafío más importante que han tenido la democracia española y, por extensión, la catalana desde la Transición. Nunca es momento para embarrar la política, pero ahora menos. Estamos en tiempo de acuerdos amplios y mirada la larga. Por eso, ahora que estamos empezando a vencer al virus, hay que reactivar y reformular la economía para evitar una quiebra social que de producirse sería de dimensiones desconocidas.

Necesitamos, más que nunca, un gobierno de lo concreto que se preocupe de la sanidad, la educación y los servicios sociales, pero también de que los fondos de recuperación de la UE llegan y se gestionan de manera adecuada.

En este contexto, con la crispación política que estamos soportando y la presión que están haciendo desde fuera entidades tóxicas como la ANC, pensar que ERC puede tener su papel como socio leal del Gobierno de coalición es una entelequia. Los republicanos han renunciado a su independentismo supuestamente de izquierdas, pero no nacionalista, como han dicho siempre que era. Sostener que su objetivo es la independencia y no tiene sentido comprometerse en un proyecto de ámbito español es como mínimo erróneo. Cualquiera que no esté políticamente ciego sabe que el proyecto independentista en estos momentos es más imposible que nunca.

La situación de emergencia socio-económica y la propia filosofía de status de la Unión hacen impensables aventuras de ese calado. O, dicho de otro modo: con la que está cayendo, lanzar órdagos como la secesión puede equivaler a quedarse fuera del proyecto europeo que es, en estos momentos, el único banderín de enganche real que tenemos para no quedarnos definitivamente anclados en un espacio tan aislado como desconocido.

Los ejecutivos de JxCat y ERC se han reeditado durante más de cinco años y han ido de mal en peor. En consecuencia, todo parece indicar que, volver a constituir un nuevo Govern de coalición, es firmar un pacto de fracaso asegurado. Jxcat no aporta nada positivo a la situación actual. Todo lo contrario, es una rémora. En Junts han asumido la deriva identitaria como la mejor forma de hacer política. Es cierto, no obstante, que esos planteamientos tienen su público. En estas circunstancias hay que preguntarse si ERC busca también recoger votos en el nacional populismo y, por eso, ha optado por la estrategia del caballo de Troya o, bien, quiere colaborar y ser el aliado necesario del trumpismo en Cataluña, que lleva ya un tiempo manifestándose sin complejos.

Decía Winston Churchill que un gobierno puede perder todas las votaciones menos una: la de los presupuestos. Está claro que en ERC lo saben. Por eso, aunque en estas últimas semanas se hayan esforzado en marcar perfil y decir que quieren gobernar en solitario, todos sabemos que eso es un brindis al sol porque esa propuesta apenas tiene recorrido, como mucho hasta que se tengan que aprobar los presupuestos para 2022 y es que entonces no encontrará los soportes indispensables para sacar las cuentas adelante,

Él tiempo se agota y hay que ver cómo evolucionan los acontecimientos. ERC y JxCat se repudian, pero, también es verdad que tienen, además de la independencia, muchos intereses en común, quizás demasiados. De hecho, son dos caras de la misma moneda. Por eso estoy convencido que volverán a formar gobierno.

Sea cual sea la solución, en pocos días saldremos de dudas.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 17/05/2021

11 de maig 2021

LO QUE NO SE DIJO EN CAMPAÑA


 La victoria por goleada de Isabel Díaz Ayuso, en las elecciones del pasado 4 M, ha ocupado 

portadas, editoriales, artículos y tertulias de todos los medios de comunicación. En estas 

circunstancias, se hace muy difícil plantear el tema de forma que sea original e interesante 

para los lectores.   Por eso, voy a intentar desarrollar esta columna no desde un punto de 

vista inédito, pero sí con argumentos un poco menos trinchados que los qué se han utilizado 

hasta la saciedad.

Me parece una evidencia que la estrategia comunicativa de la izquierda, con la honrosa excepción de Más Madrid, en las elecciones del 4 M, fue un fracaso estrepitoso. PSOE y Podemos ni pudieron ni supieron hacer llegar a su electorado potencial el mensaje que de verdad les interesaba comunicar. Por el contrario, se enredaron en una supuesta guerra cultural, conceptos abstractos y debates poco útiles en los que no se hablaba de aquello que importa a la ciudadanía.  Para algunos politólogos está campaña ha sido la de la anti política en estado puro.

Veamos algunos ejemplos de lo que, en mi opinión, hubiera podido haber dicho la izquierda y no dijo o, cuando se dijo, se hizo sin el volumen adecuado, sin la contundencia necesaria y sin la reiteración conveniente para el momento.

Tras casi dos años al frente del Gobierno de la Comunidad, el balance de iniciativas legislativas de Isabel Díaz Ayuso como presidenta ha sido paupérrimo: ningún Presupuesto presentado a la Asamblea, una sola ley aprobada para poner en marcha una universidad privada y una reforma de la ley del suelo para facilitar los trámites de los constructores. Iniciativa que, por cierto, fue recurrida ante el Tribunal Constitucional por que se aprobó sin el número mínimo de diputados presentes exigido por el reglamento.

Por lo que respecta a la gestión de la pandemia los números son elocuentes: Madrid es la comunidad autónoma con más casos confirmados, 640.656, el 19,18% del total. También es la comunidad con más personas contagiadas que han tenido que ser hospitalizadas y, a la vez, el lugar donde más afectados han tenido que ser ingresados en las UCI. De igual manera Madrid ostenta el triste récord de ser la comunidad con más contagios entre el personal sanitario y, por el contrario, Madrid está a la cola de todas las autonomías en vacunaciones realizadas. Pero es qué durante la campaña, nadie se molestó en recordar a la presidenta que la Comunidad de Madrid se quedó sin rastreadores en plena pandemia.  Eso por no hablar del trato recibido por la gente mayor ingresada en residencias.

Pero es que tampoco se puso el tema de la corrupción sobre la mesa. Como tampoco se habló y cuando se hizo fue muy a la ligera sobre el déficit que tiene Madrid con el transporte, no solo económico sino de servicio.  Ni se refrescó la memoria a los madrileños diciéndoles que Ayuso había enviado comida basura a los niños desfavorecidos cuando el virus estaba en todo su apogeo.

En los dos años escasos de mandato de Isabel Díaz Ayuso, Madrid se ha consolidado como la comunidad donde las desigualdades son más acusadas. Eso hace que la clase social en la que nace un niño condicione su trayectoria educativa más que en cualquier otro punto del país. En cambio, la duración de los conciertos educativos se ha prolongado de 6 a 10 años, a la vez que ya se ha anunciado el rechazo a la ley Celaà que pone a disposición de las autonomías herramientas para reducir la segregación escolar y evitar que determinados colegios públicos sean auténticos guetos. Las consecuencias de estas políticas educativas tan peculiares se traducen en una realidad concreta: en la enseñanza pública solo se matricula el 53,8% del alumnado, 14 puntos menos que la media en España, mientras que en la concertada se matrícula el 30%, cinco puntos más que en el resto y los centros privados albergan al 16,1% del total, el doble que la siguiente comunidad que es Valencia. De igual manera, no hubiera estado mal recordar que Madrid es la Comunidad Autónoma que menos dinero destina por alumno, 4.727 euros y, sin embargo, las familias madrileñas las que más pagan por la educación de sus vástagos, 1.640 euros.

Es obvio que no se puede hacer una campaña electoral solo de reproches.  Pero sí se puede y se deben elaborar una serie de propuestas después de poner de relieve aquello que se considera que el gobierno saliente ha hecho mal y buscar las fórmulas para garantizar que descalabros semejantes no volverán a ocurrir.

Aunque me aparte un poco del hilo argumental de este artículo, no quisiera acabar sin hacer un breve esbozo del perfil político de Ángel Gabilondo que fue titular del Ministerio de Educación de 2009 a 2011. Desde 2015 Diputado y portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid, y en 2019 encabezó la lista del PSOE que ganó las elecciones a la Comunidad de Madrid y si es soso y aburrido, como algunos han dicho, también lo fue antes. Por lo tanto, sería conveniente que, aquellos qué pretenden justificar la derrota con chivos expiatorios, buscasen excusas sólidas y otros responsables a los que cargar el mochuelo.

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 10/05/2021

05 de maig 2021

CONDENADOS A ENTENDERSE


 

Llevamos siete meses sin president y, de momento, ni está ni se le espera. No obstante, que no cunda el pánico porque antes de que llegue el 26 de mayo, día en que se agota el plazo legal, tenderemos president de la Generalitat y nuevo ejecutivo que, a pesar del órdago lanzado por ERC, con toda probabilidad, será de coalición. 

ERC odia a Junts y Junts desprecia a ERC. Pero se necesitan y, sobre todo, tanto a los unos como a los otros, les aterra aparecer delante de la parroquia independentista como los verdugos de la unidad secesionista.  Eso sería tanto como ganarse el título de “botiflers” a perpetuidad. Ese es el verdadero motivo por el cual los republicanos, aunque han amenazado varias veces con explorar otras vías alternativas al gobierno de coalición, a la hora de la verdad, no lo han hecho. Y no lo han hecho porque saben que intentarlo fuera del ámbito independentista sería un suicidio y, la otra posibilidad, un gobierno en minoría no es una fórmula válida. Esa eventualidad tendría muy escaso recorrido: justo hasta presentar los próximos presupuestos.

En principio, no debería ser muy complicado llegar a un acuerdo para formar un nuevo ejecutivo porque las dos formaciones tienen el mismo objetivo: la independencia. Si bien es cierto que difieren en la forma de lograrlo. Mientras que en Junts son partidarios de la confrontación con el Estado y la unilateralidad, en ERC prefieren abrir el espacio independentista a otras sensibilidades. Además, llevan cinco años compartiendo responsabilidades de gobierno y, quizás, es el conocimiento mutuo lo que genera la desconfianza.

Sea como sea, la cuestión es que Pere Aragonés ha puesto toda su capacidad de persuasión política a funcionar para convencer a los neoconvergentes de la necesidad y conveniencia que tiene el país de un Govern netamente independentista. Sin embargo, los correligionarios de Puigdemont no tienen prisa y, aunque todo es posible, parece muy poco probable que antes del congreso que Junts, ha de celebrar los próximos 6 y 7 de mayo, den el sí a los republicanos.

Todo puede ocurrir, pero hasta que el mencionado cónclave no proclame un vencedor que saldrá de uno de los dos sectores que aspiran a controlar el partido -uno que encabeza Laura Borrás y el otro Jordi Sánchez-, no se tomaran decisiones de calado, como formar parte, o no, de un gobierno de coalición.

En cualquier caso, gane quien gane ese congreso se va a encontrar con unas cuestiones que, a día de hoy, tienen muy difícil encaje en las negociaciones con ERC. Por ejemplo, el papel que le reservarán a Carles Puigdemont para que no quede definitivamente marginado en su exilio dorado de Waterloo, el rol del Consejo de la República, si los republicanos permiten o no que tutele los grandes ejes de la política del Govern o si los dos partidos coordinarán su estrategia de confrontación con el Gobierno de España y torpedean la Mesa de Diálogo pactada con el PSOE como proponen los duros de Junts.

Además, los acólitos de Puigdemont han de valorar si deciden pasar a la oposición, lo que les supone quedar fuera del Govern a nivel de cargos. Eso supondría que unos 200 responsables políticos de confianza que, hasta ahora están cómodamente instalados en el sottogoverno, deberían dejar despachos y prebendas con todo lo que eso lleva aparejado.

Pero los problemas no se acaban aquí. Suponiendo que lleguen a un principio de acuerdo para hacer el gobierno de coalición, después vendrá la negociación de lo concreto. Es decir, entre otras cosas, poner sobre el tapete nombres y apellidos para ocupar consejerías y ahí ERC recela, con razón, de determinados personajes tóxicos como, por ejemplo, Josep Costa, Joan Canadell o Ramón Tremosa, que están ideológicamente muy próximos a Vox en versión blanqueada del nacional-independentismo, y que pueden ser elementos desestabilizadores en el futuro Govern.

Sea cual sea el resultado final del congreso postconvergente, es todo un síntoma de cómo está el país en términos políticos que dirigentes de los dos partidos que aspiran a formar gobierno se hayan reunido, en un par de ocasiones, en la cárcel de LLedoners a negociar. A esas reuniones han asistido, por lo menos, dos internos, uno Jordi Sánchez y el otro Oriol Junqueras. Espero que, al menos, la consejería de Justicia haya tenido la delicadeza de ofrecerles pastas, canapés y algún refresco para hacer más llevadera las reuniones que duraron varias horas. Vergüenza debería darles a los que tuvieron tan brillante idea. ¿Será igual de permisiva la dirección de instituciones penitenciarias si los que piden permiso para reunirse son delincuentes encarcelados por otro tipo de delitos? O, por el contrario, ¿es qué hay distintos niveles de presos y no todos reciben el mismo trato? No quiero ni pensar que haya trato de favor para con algunos reclusos.  Sería tan vergonzoso como aberrante para nuestro Govern.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 03/05/2021

DEL SOCIALISMO A LA SOCIALDEMOCRACIA

En el siglo XIX, la socialdemocracia fue una tendencia revolucionaria difícil de diferenciar del comunismo. Pretendía acabar con la división...