Pablo Casado está exultante. La victoria incontestable de Isabel Díaz Ayuso, el pasado 4 de mayo en las elecciones autonómicas de Madrid, ha supuesto un chute de moral en vena para la parroquia pepera. Solo ha faltado que un periódico de derechas publicase una encuesta que augura una subida espectacular del PP, junto con un desplome del PSOE, en las próximas elecciones generales, si se celebrasen ahora. Eso ha hecho que a los líderes del partido popular se les haga la boca agua de pensar que pueden tener, de nuevo en sus manos, los resortes del poder.
“Madrid es España” solía decir
Díaz Ayuso en sus actos electorales. Cierto, pero España es mucho más que
Madrid, y no es bueno confundir la parte con el todo porque hacerlo puede
inducir a errores de cálculo.
Con todo, es evidente que tras
el 4-M para el PP se ha abierto un nuevo escenario. Por eso, los estrategas del
partido ven factible volver al Gobierno en un plazo de tiempo razonablemente
breve. Para lograrlo, han decidido basar su estrategia en tres ejes: el primero
se basa en hacer un seguimiento exhaustivo de la gestión y distribución de los
fondos de recuperación europeos, el segundo, culminar la absorción de
Ciudadanos y el tercero consistiría en seguir erosionando a Pedro Sánchez y su
Ejecutivo como hasta ahora, pero arreciando el acoso con el añadido de los
posibles indultos que parece se van a aplicar a los líderes del proceso catalán
encarcelados.
Para llevar a cabo el primer
eje estratégico, los populares han creado un grupo de trabajo interno formado
por diputados y senadores y que estará dirigido por la exministra Elvira
Rodríguez. Ese equipo deberá hacer un
seguimiento pormenorizado de los 77.000 millones de euros del fondo europeo para
la recuperación que han de llegar a España en los próximos tres años. No habría
nada que objetar si Rodríguez y sus colaboradores hacen un trabajo serio y
riguroso, con decencia y dignidad política; al fin y al cabo esa es una de las
tareas fundamentales de la oposición. Sin
embargo, conociendo como las gasta el PP y viendo cómo está el patio, me
permito dudar que esa iniciativa se haga con la objetividad necesaria.
El segundo eje de la hoja de
ruta que se supone ha de llevar a Pablo Casado a la Moncloa es un “corta y
pega” del programa base de Ciudadanos. Se trata de un impulsar una regeneración
de la democracia en nuestro país y que de esa forma se visualice y culmine el
eterno viaje al centro que vienen haciendo los populares casi desde su
fundación, pero que nunca acaba de concluir, porque siempre ocurre algo que les
derechiza un poco más. Pero en esta ocasión confían que la absorción de Cs sea
el argumento definitivo que les otorgue el certificado de centristas.
Por lo que respecta al tercer
eje en cuestión, el acoso al Gobierno sigue su curso, sin entretenerse en
minucias. Lo vimos hace unas semanas con el affaire de Ceuta. Ni en un tema tan
preocupante como ese y con un drama humano de semejante magnitud fueron capaces,
no digo de ponerse al lado del Ejecutivo, sino de bajar los decibelios de su
beligerancia y esperar que la tormenta amainara para entonces, sí; entonces haber
pedido toda clase de explicaciones y exigir responsabilidades.
Pero donde los populares esperan
encontrar un buen caladero de votos es con los probables indultos a los líderes
del procés. Para eso, se apoyarán en el informe hecho público por el Tribunal Supremo
y que es contrario a la medida de gracia. Los populares ya han anunciado que
volverán a la Plaza de Colón para manifestarse acompañados de Vox y Ciudadanos,
presentarán mociones en todos los ayuntamientos en contra de la medida y, por
si no haya bastante, recogerán firmas en contra de la iniciativa, es decir,
estilo PP en estado puro. Lo que hicieron en contra del Estatut, siendo Mariano
Rajoy su presidente, ahora lo repetirá Pablo Casado.
Se puede comprender que haya
personas refractarias a los indultos, razones no les faltan. Ahora bien, un
partido que aspira a Gobernar España y un líder que sueña con ser presidente
del Gobierno, ha de poner alguna alternativa sobre la mesa. No insistiré aquí
porque no es el objetivo de esta columna, pero todos sabemos que el
independentismo en Cataluña es el sentimiento de cientos de miles de personas que
no se va a evaporar porque los condenados cumplan sus condenas. Por lo tanto,
habrá que echar mano de la política, si de verdad se quiere solucionar el
conflicto.
Ante esta situación el PP
demuestra que no ha entendido nada y vuelven a cometer los mismos errores que
cometió Mariano Rajoy negándose a abordar de manera adecuada el conflicto. No
pretendo quitar la responsabilidad a los líderes independentistas, que la tienen
toda, peor si Rajoy hubiera sido más sagaz, el secesionismo no hubiera llegado
hasta donde ha llegado. Y es que aquellos polvos trajeron estos lodos.
Pues bien, si la estrategia
cuaja y, todo sale conforme al guion previsto, se debería llegar al punto
álgido de este camino “imparable” hacia la Moncloa en la convención nacional
que los populares tienen previsto llevar a cabo en otoño.
En estas circunstancias, no
nos debería extrañar algún movimiento de relumbrón como, por ejemplo, el
fichaje de Albert Rivera. Saben que sin la reunificación de la derecha nunca
llegarán a la Moncloa y en eso, Pablo Casado va a poner todo su empeño, hasta
lograrlo o fenecer en el intento.
Sabe que en ese trance se
juega el futuro.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
31/05/2021