Los
pasados días 17 y 18 de este mes de junio, el PSOE celebró su 39º Congreso.
Antes de las elecciones primarias, que los socialistas llevaron a cabo el
pasado mayo, nadie podía imaginar que este cónclave acabaría siendo tan plácido,
como finalmente fue. Eso ha sido así porque Pedro Sánchez obtuvo una cómoda
victoria en el proceso electoral antes mencionado.
Con
ese panorama de fondo, el flamante Secretario General se ha hecho un equipo a
medida y ha puesto en los lugares de responsabilidad gentes de su confianza y
que le dieron apoyo en los momentos sumamente difíciles y complicados que
Sánchez tuvo que superar desde aquel nefasto Comité Federal del 1 de octubre,
hasta lograr la victoria en las primarias de mayo.
Ahora,
Pedro Sánchez tiene ante sí un camino que se bifurca y él debe decidir porque
vía decide transitar para conquistar el futuro. Puede optar por un hiper
liderazgo fuerte y bien pertrechado, y convertir el partido en poco más que un
cortejo de amigos y aduladores. En mi opinión, sería una opción que, en
principio, la aplastante victoria obtenida en el proceso electoral interno le
permitiría tirar durante un tiempo. No obstante, muy probablemente, sería un
proyecto menguante con fecha de caducidad a corto-medio plazo.
Por el
contrario, y eso me parece lo más razonable, puede poner en práctica un
liderazgo con contrapesos y hacer de la pedagogía política, el debate sin
apriorismos y la confrontación de ideas uno de los puntos fuertes de su arquitectura
partidista. Asimismo, sería muy positivo
que para revitalizar el partido tomase como referencia normas, usos y
costumbres de partidos socialistas nórdicos y centroeuropeos. Estaría bien, por
ejemplo, hacer conferencias anuales, elegir a todos los cargos orgánicos y
públicos por el voto directo de los afiliados. ¿Alguien puede explicar porqué
si se escoge a un secretario general mediante elecciones primarias, no se hace
de lo mismo para escoger a los diputados o a los regidores? ¿Será porqué así el
aparato del partido perdería poder? Será.
Se
trata de poner la casa al día, y para ello se precisa, entre otras cosas, ir a
una financiación de los partidos y una organización interna más democrática y
transparente; equiparable, como mínimo, a la transparencia y a la democracia
existentes en otros ámbitos de la vida civil.
Después,
una vez puesta la casa propia al día, habrá llegado el momento de llevar a cabo
un proyecto que promueva el crecimiento y reduzca el desempleo. También será
necesario desarrollar un nuevo modelo de producción que supere la época del
ladrillo. No se deberá obviar que nuestro Estado del bienestar es muy precario,
como se puso de manifiesto con la crisis, por tanto, será inexcusable
instrumentalizar políticas que garanticen la estabilidad de todos, pero sobre
todo de los más desfavorecidos. En consecuencia, habrá que descartar incluso
por ley, si es preciso, cualquier tipo de recortes sobre los logros
conseguidos. De manera simultánea, habrá que buscar las necesarias
complicidades para el fortalecimiento racional de la Unión Europea. Asimismo,
se deberá buscar la cooperación pertinente para poder proyectar al mundo la
imagen de una Europa unida, haciendo una UE al servicio de los ciudadanos, no
de los mercados. Se trata de trabajar por la Europa de las personas.
En
definitiva, necesitamos recuperar la política como elemento de transformación. Por
otra parte, dado que nadie cuestiona que la izquierda es la mejor garante en
cuestión de libertades, el socialismo español tiene la gran oportunidad de
convertirse, también, en el defensor de la seguridad de las clases medias y
populares. Si, aunque suene raro. Seguridad ante la delincuencia, el terrorismo,
el infortunio, la enfermedad y la vejez, los desmanes de los más poderosos o
los posibles desaguisados de alguna administración. De hecho, hay indicios
racionales para pensar que la sociedad demanda, cada vez más, más Estado, pero
eso sí, un Estado eficaz combativo y lo menos burocratizado posible.
Resulta
evidente que desde que estalló la crisis, allá en 2007, la socialdemocracia
europea ha ido perdiendo enteros en la bolsa política, a marchas forzadas. Ahí
está, sin ir más lejos, al caso de Francia. De ostentar la Presidencia de la
República, el socialismo francés ha pasado a obtener un irrelevante 6%, en las
últimas elecciones legislativas celebradas pocos días atrás.
En
España, sin embargo, la situación es, o puede ser, diferente. Aquí tenemos un
Partido Popular desquiciado por la corrupción y que, además, ha demostrado una
ineptitud suprema en casos como el de Cataluña. A esto, se quiere anteponer un
proyecto populista, trasnochado y caduco como es el de Podemos, basado en un
hiper liderazgo narcisista que ruborizaría al propio Narciso.
Pues
bien, en ese contexto, es donde Pedro Sánchez tiene una gran oportunidad para
poner en práctica todas sus capacidades de hombre de Estado y hacer reverdecer
viejos laureles del socialismo en nuestro país, escribiendo nuevos capítulos de
progreso, justicia y equidad social.
Esperemos
que así sea, porque de lo contrario, es posible que no haya otra ocasión como ésta.
Bernardo
Fernández
Publicado
en E-notícies.com 26/06/17