De un tiempo para acá el PSOE acumula
un buen puñado de reveses electorales. Sin embargo, parece que la dirección del
partido no acierta con la tecla que ha de revertir la situación.
Este nefasto ciclo electoral para los
intereses socialistas se inició en junio de 2022 con los comicios al Parlamento
de Andalucía. Entonces el PP de Moreno Bonilla logró su primera mayoría
absoluta, a la vez que el socialismo sufría un serio correctivo. Menos de un
año después llagaron las autonómicas en diversas comunidades y municipales en
toda España, donde el PSOE se dejó unos 400.000 votos. Seguro que todos
recordamos como casi todo el país se tiño de azul con alguna honrosa excepción
como Asturias, Castilla la Mancha o Cataluña, donde el PSC hizo un gran papel y
frenó al independentismo.
Sin solución de continuidad se
convocaron las elecciones generales de julio de 2023 y, aunque los resultados
fueron más bien discretos, los pactos con grupos minoritarios permitieron que meses
más tarde se pudiera formar gobierno; y eso fue balsámico. No obstante, estamos
viendo como el Ejecutivo, a pesar de tener, sobre el papel, una amplia mayoría,
no goza de la necesaria estabilidad en el Congreso de los diputados. En estos
momentos es Junts x Cat quien, a cuenta de la amnistía, genera zozobra, pero
mañana puede ser cualquier otro grupo el que ponga precio a la continuidad de
la legislatura.
El resultado electoral del pasado domingo
en Galicia, es un fracaso estrepitoso del
socialismo (el peor de la reciente historia democrática). Desde
luego, esos resultados pueden interpretarse en clave exclusivamente gallega.
Ahora bien, no es menos cierto que entre unas elecciones autonómicas y la
situación general del país existen incuestionables vasos comunicantes. Y, en
cualquier caso, se ha puesto de manifiesto la debilidad territorial del PSOE en
determinados lugares.
"Se ha votado en términos muy
territoriales", declaró Esther Peña,
la flamante portavoz del partido, a la vez que aseguraba que la amnistía no había
influido en el resultado. Pues no habrá influido, pero algún motivo habrá para
semejante batacazo.
De nuevo, quién ha puesto el dedo en
la llaga ha sido Emiliano García Page, presidente de Castilla La Mancha, en su
opinión: “las elecciones gallegas obviamente tienen un componente autonómico”
(…) “Pero no vamos a engañarnos, la realidad es que el producto era regional,
pero el guiso era nacional”, Por ello, ha pedido sacar conclusiones “desde la
seriedad” (...) “Si el PP no hubiera sacado mayoría absoluta, hoy hablaríamos
de las consecuencias nacionales, no gallegas. Y sería el principio de la
decadencia de Feijóo. Si pasa lo contrario, la conclusión también tiene que ser
nacional”. Con sinceridad creo que al, tantas veces denostado, líder castellano-manchego
no le falta razón.
Con todo, la situación no deja de ser
paradójica. Veamos. Desde hace más de cuatro años en España gobierna un
Ejecutivo de coalición y progresista que se sostiene en una mayoría socialista
y ese Gobierno, que las ha visto de todos los colores, pandemia, guerras, etc. es
el que más y mejores políticas sociales ha llevado a cabo. Recordemos: reforma
de la reforma laboral, subida por ley de las pensiones conforme al IPC, subida
sistémica del salario mínimo profesional,
instauración del Ingreso Mínimo Vital (IMV), subvenciones a los
combustibles, subvenciones al transporte público, rebajas sustanciales del
precio de la electricidad o del gas, creación de puestos de trabajo como muy
pocas veces se había visto en nuestro país (algo que siempre había sido el
talón de Aquiles de los gobiernos) son algunas de las iniciativas sociales que
este Gobierno ha llevado a cabo. Tampoco se ha andado con medias tintas a la
hora de legislar. Así, por ejemplo, entre otras, se han aprobado leyes sobre
feminismo, vivienda, transición ecológica o memoria democrática y, sin embargo,
no parece que todo eso tenga la aceptación en la calle que, a priori, cabría
esperar.
En opinión de Pedro Sánchez es
necesario “consolidar liderazgos
fuertes” en las comunidades autónomas “que incluso trasciendan la marca del
partido”. Seguramente no anda descaminado el secretario general y presidente
del Gobierno, aunque eso sea condición necesaria, pero no suficiente. Además, es innegable que no todo, ni
desde el Gobierno ni desde el partido se está haciendo bien. Como mínimo o
falla la comunicación o falla la capacidad de involucrar e ilusionar a la
ciudadanía, o ambas cosas a la vez.
Por consiguiente, me parecería muy
razonable que se constituyera un grupo de “cerebros pensantes” y se les enviase,
por un tiempo, al rincón de pensar, a ver si así es posible discernir que
impide al socialismo reconectar con la sociedad. Porque para no perder el tren
del progreso, España necesita una profunda trasformación y, desengañémonos, o
la pilota el PSOE o aquí no se transforma nada. Por eso, García Page tiene toda
la razón cuando dice: “hay que evitar que este ciclo electoral se convierta en
un ciclón”.
Bernardo Fernández
Publicado en E Notícies 24/02/2024