Decimos, y es verdad, que las elecciones son la
fiesta de la democracia. Pues bien, las fiestas ocasionan gastos y los gastos,
tarde o temprano, hay que pagarlos.
Después del último y larguísimo ciclo electoral:
elecciones al Parlamento europeo, municipales, autonómicas y generales, los
tesoreros de los partidos políticos han
de poner manos a la obra para recomponer las generalmente maltrechas finanzas
de sus formaciones. Excepto, claro está,
aquellos que disponen de una caja B para financiarse, pero a eso me referiré
otro día.
Si las cosas han ido bien y se ha conseguido una
buena representación institucional, las deudas se enjugarán con relativa
facilidad. Es el caso de ERC o Ciudadanos que, además de los recientes éxitos
electorales, tienen una economía muy saneada.
Si por el contrario, las cosas han ido sólo regular,
tirando a mal, como le ha sucedido al PSC, se tendrán que hacer juegos malabares y negociar, con mucha habilidad y
tacto para obtener unas condiciones que permitan amortizar deuda sin sucumbir
en el empeño.
Ahora bien, como hayan pintado bastos en las urnas, como
es el caso de Unió: con cero diputados –tanto en el Parlament catalán como en
las Cortes españolas- y una escasa
representación de concejales, pagar sus deudas será misión poco menos que
imposible.
Según un informe del Tribunal de Cuentas fechado en
2013, los demócrata-cristianos deben 17,2 millones de euros. A eso se debe
sumar la deuda compartida con CDC cuando eran socios. Y éstos, aunque gobiernan
la Generalitat, tienen 13 sedes embargadas, con unos resultados electorales nada
brillantes, andan bastante apurados.
Históricamente en Cataluña habían sido La Caixa y el
Banco de Sabadell los mayores donantes de crédito a los partidos políticos.
Todo quedaba en casa. Sin embargo, desde hace un tiempo el Banco Popular se ha
convertido en el máximo financiador de campañas electorales. De hecho, esa
entidad dispone de un departamento especializado en esas cuestiones y un
sistema específico de análisis de riesgo. Eso les permite evaluar con bastante
exactitud el éxito que un partido puede lograr en unos comicios determinados. En
consecuencia, el Banco otorgará un volumen de subvención acorde con las
expectativas creadas.
Ahora, con unas nuevas elecciones generales en el
horizonte, algunos políticos cruzan los
dedos, la fiesta puede acabar siendo un
auténtico drama. Si de ellos dependiera, preferirían que no hubieran fiestas, al
menos no tantas.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 23/02/16