16 de gener 2006

Carta abierta a Joaquín Leguina en respuesta a su artículo “El maldito embrollo del Estatut”


Apreciado compañero:

Quiero que sepas que he seguido desde “casi siempre” tu trayectoria política y literaria. Y debes saber que soy un fan tuyo en ese difícil arte de juntar palabras.

Quizás por eso leí con suma atención tu artículo sobre el nuevo Estatuto de Cataluña. Y, si te he de ser sincero, te diré que me defraudó, y mucho. Aquí diríamos –permíteme la licencia- “que has pixat fora de test” y, la verdad, me duele. Me duele que alguien como tú ventile tan a la ligera un asunto de tanto calado como es la propuesta que ha hecho el Parlamento catalán. Una propuesta avalada casi por el 90% de la cámara y ceñida a la más estricta legalidad vigente. Puedo entender, faltaría más, la discrepancia y el desacuerdo, eso es legítimo, pero en tu escrito he percibido un cierto tufo de desdén. Y perdona si me equivoco.

De entrada, me parece una frivolidad que alguien como tú se dedique a enumerar las veces que se menciona España o se hace referencia al Estado y no entres - de verdad - en las cuestiones de fondo, en lo que es sustancial. A poco que lo pienses entenderás que la razón fundamental de este nuevo Estatuto para los que somos de izquierdas no es otra que elevar, todo lo que sea posible, la calidad de vida de los ciudadanos de Cataluña. Y para conseguir este objetivo hay dos ejes básicos que tu conoces a la perfección, no en vano fuiste presidente autonómico muchos años. A saber: competencias para poder planificar políticas y capacidad económica para poderlas llevar a cabo.

Discrepo también de tu afirmación según la cual esta propuesta no cabe en la Constitución. Lo siento, el criterio de nuestro Consejo Consultivo es diametralmente opuesto al tuyo. Y la verdad, a la hora de escoger en materia jurídica, su opinión me parece mucho más ajustada a derecho que la tuya. ¿Me comprendes verdad?


Por otra parte, la experiencia de estos 25 años de autonomía nos demuestra de forma clara la voluntad expansiva del Estado mediante su capacidad legislativa, poniendo así en serios aprietos el desarrollo y consolidación del autogobierno.

Por eso, cuando hablamos de blindaje de competencias (expresión poco afortunada) lo que queremos es clarificar de forma diáfana qué corresponde a quien y conseguir que esa competencia mañana no sea castrada o recortada porque al gobierno de turno así se le antoje.

Queremos, también, que algo que afecta tanto a nuestra vida cotidiana como es la inmigración, las telecomunicaciones y la gestión de los puertos y los aeropuertos nos sea transferido tal y como se prevé en el artículo 150.2 de la Constitución. Amigo Joaquín, tú crees que todo esto ¿rompe España? A mí me parece que no.

De todos modos el tema fundamental es el de la financiación y, eso, es delicado y complejo. Es verdad. Pero nosotros, los catalanes, asumimos nuestras responsabilidades. No nos “escaqueamos”. Lo que proponemos es que los sistemas de solidaridad y cohesión social sean públicos y transparentes. Estamos por un modelo que sea eficiente y equitativo. De esta forma, se podrá garantizar que por un esfuerzo fiscal similar se tendrá acceso a unos servicios similares. Y eso, compañero, es de izquierdas y progresista.

Tiene que quedar muy claro que no buscamos privilegios. No los queremos. Lo que sí queremos es que desde la propuesta hecha desde nuestro parlamento (que es soberano en sus competencias) hablar, negociar y consensuar con las Cortes Españolas, que también son soberanas en las suyas. Por cierto, jamás se nos ha ocurrido, ni por lo más remoto, que los parlamentarios españoles, entre los cuales hay un buen número de catalanes, hicieran dejación de sus responsabilidades. Y al final de todo el proceso, que nadie lo olvide, será el pueblo de Cataluña quien, en referéndum, tenga la última palabra.

En definitiva, lo que está sobre la mesa no es “un maldito embrollo”. Es la oportunidad de dar un salto adelante, como hicimos en la transición, y colocar a nuestro país no ya entre los más descentralizados, que ya lo está, sino también entre los Estados más modernos asumiendo con plenitud y sin empachos las diversas realidades que lo configuran. Al fin y al cabo, guste o no, eso es España.

Y ya para terminar un ruego. Amigo Joaquín: no le hagas el juego a la derecha, porque te haces daño a ti y, sobre todo, nos haces daño a nosotros.

Afectuosamente.

Bernardo Fernández
Diputado por el PSC
al Parlamento de Cataluña

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