Nunca
sabremos si adelantar las elecciones autonómicas, en tres comunidades, fue
fruto de una profunda reflexión de las cabezas pensantes del PP o simple
casualidad. En cualquier caso, les ha salido a pedir de boca.
En
mayo de 2021 probaron suerte en Madrid y la jugada fue redonda. Isabel Díaz
Ayuso se deshizo de Ciudadanos, mandó a Pablo Iglesias a su casa y dejó al PSOE
tirado en la cuneta. En febrero de este año las elecciones anticipadas fueron
en Castilla León y ahí, aunque el resultado no fue brillante, el líder popular,
Alfonso Fernández Mañueco, también se desembarazó del partido naranja e
incorporó a su Gobierno gente de Vox y seguro que así se siente más cómodo.
Pero donde el adelanto ha sido para quitarse el sombrero es en Andalucía, en
las elecciones del pasado 19 de junio. En esa comunidad, Moreno Bonilla ha
logrado la cuadratura del círculo. Ha enviado a Ciudadanos a la papelera de la
historia, ha convertido a Vox en un partido prescindible, ha sumido a la
izquierda en la irrelevancia y en el PSOE ha abierto una vía de agua que
amenaza con anegar la calle Ferraz de Madrid. Mejor… imposible.
Con
esos resultados sobre la mesa, y cuando faltan diez meses escasos para las
elecciones autonómicas en diversas comunidades y municipales en todo el
territorio, no es de extrañar que a más de un dirigente autonómico y/o
municipal un sudor frío les haya empezado a resbalar por la espalda. No es para
menos. Los nubarrones que se divisan en el horizonte de la izquierda amenazan
con provocar un tsunami electoral que puede ser devastador.
Es
evidente que cada autonomía y cada municipio tiene sus especificidades, su
idiosincrasia y sus propios imputs, pero si atendemos a los números veremos que
desde hace tiempo se está gestando una ola derechizante que parece ir in
crescendo. En las elecciones madrileñas la derecha ganó por 16 puntos, en los
comicios de Castilla y León aumentó la ventaja a 19, pero es que ahora, en
Andalucía ha sumado el 60% de los votos emitidos. Por lo
tanto, no es de extrañar que con este panorama haya surgido un cierto
desasosiego en los cuarteles de las izquierdas.
Ni en
la política ni en la vida las cosas ocurren porque sí. Este avance de la
derecha tiene mucho que ver con la situación de incertidumbre que estamos
viviendo. Una situación que, sin embargo, no tiene sus orígenes en motivos
internos ni en el funcionamiento de nuestro sistema productivo o económico. No
obstante, nos golpea a todos sin excepción, y de manera especial a los más
débiles y a las clases medias. Eso explica, en parte, esa tendencia de amplios
sectores de la ciudadanía a mirar a la derecha.
Todo
indica que, lamentablemente, amplios segmentos sociales padecen una cierta
amnesia política. Algunos han olvidado muy deprisa la actitud que tuvo el
Gobierno central en la crisis económico- financiera de 2008. En aquella ocasión
el Banco Central Europeo (BCE) concedió a España un crédito de 60.000 millones
de euros, para rescatar a los bancos (un préstamo que aún estamos pagando) y el
Gobierno dedicó 0 euros, a evitar desahucios y ayudar a las familias. Y eso por
no hacer aquí una relación exhaustiva de los recortes en salud, educación o
servicios sociales.
En
cambio, el Gobierno de coalición y progresista logró que le UE aporte a España
unos 144.000 millones de euros (casi la mitad a fondo perdido) para salir con
los menos daños posibles de la pandemia generada por el Covid-19. Además, puso
en marcha mecanismos como los ERTE, los pagos aplazados a la Seguridad Social,
créditos a bajo interés para los autónomos y las pymes u otras medidas para paliar, en la medida de
lo posible, el impacto económico que traía aparejado el virus.
Ahora,
ese mismo Ejecutivo se ha comprometido a gastar casi 15.000 millones de euros
hasta finales de año para intentar proteger a los
más vulnerables y a las clases medias de
la subida de precios de la energía y de una inflación
que no da señales de amainar. Una inflación que tiene efectos directos en la economía de las familias porque debilita su
poder adquisitivo y pone en riesgo la capacidad de ahorro.
Es muy posible que haya quien piense que con esas medidas no es suficiente
y no le faltará razón. Ahora bien, yo invito a quien quiera que piense, por un
momento, que hubiera hecho un gobierno de derechas, como el que teníamos en 2012,
en una situación como la actual o durante la pandemia.
Hay dos cosas que la ciudadanía no tolera en las organizaciones de
izquierdas: una es la corrupción y la otra las divisiones internas. Pues bien,
a día de hoy el Gobierno central, en cuestiones de corruptelas, hasta donde
sabemos la opinión pública, está inmaculado. Sin embargo, las desavenencias en
el Consejo de ministros son una constante y eso no es lo malo. Lo malo es que lo airean como si estuviesen
en un patio de vecinos. Como dice el refrán: “que se queme la casa,
pero que no salga el humo”. Y eso duele, especialmente, cuando se
analiza la gestión de Ejecutivo y se observa que se está haciendo una buena
gestión. Si no, ahí está la Ley de la eutanasia, la ley trans (actualmente en
trámite en el Congreso), el Ingreso Mínimo Vital, La Reforma Laboral, el
incremento del Salario Mínimo, la indexación de las pensiones al IPC…pero el
ruido que rodea todas y cada una de esas iniciativas, además de mucho, es
innecesario, e irrita y desconcierta a la ciudadanía, que bastante tiene con
sus propios problemas.
Si elementos como la falta de materias primas, de alimentos básicos, la
inflación, el ruido mediático o el infantilismo naif de Unidas Podemos (que ya
ha anunciado que no votará el próximo presupuesto de defensa por la implicación
de España en la OTAN) no se hacen insoportables, las
próximas elecciones generales se celebrarán a finales de 2023. Los dos partidos
que forman el Ejecutivo tienen tiempo para aparcar sus diferencias, poner en
valor lo que se ha hecho y explicar lo que se quiere hacer. Eso sí, con
tranquilidad y sin estridencias. Estoy convencido que, si lo hacen, la victoria
no se puede escapar. Y es que, solo de pensar que podemos padecer, a nivel
nacional, un nuevo gobierno del PP, me dan ganas de echar a correr.
Bernardo
Fernández
Publicado en e notícies
04/07/2022
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