Estos días se cumplen
25 años del brutal asesinato de Miguel Ángel Blanco. Miguel Ángel Blanco era un
joven de 29 años militante del PP y concejal del Ayuntamiento de Ermua; fue secuestrado
por la organización terrorista ETA, que
exigió a cambio el acercamiento de todos los presos de la organización
terrorista a las cárceles del País Vasco. Ante la negativa del Gobierno central a negociar con la banda, Blanco fue tiroteado en un descampado. Lo
encontraron agonizante y trasladado a un hospital murió pocas horas después.
En 1995 ETA dio un giro muy importante a su
estrategia terrorista. Colocó a los medios de comunicación y a los periodistas
en su objetivo. A la vez que comenzaba una serie negra de atentados contra
representantes de partidos políticos democráticamente elegidos,
fundamentalmente del Partido Popular y del Partido Socialista. Este giro
estratégico tuvo su punto culminante el 12 de julio de 1997, fecha en la que
después de mantener secuestrado durante dos días al concejal del PP en Ermua,
Miguel Ángel Blanco, ETA acabó por asesinarlo.
La muerte del edil popular marcó un antes y
después en el tratamiento periodístico de los atentados de la banda terrorista.
Desde esa fecha ya nada sería igual y los medios de comunicación adoptaron una
posición activa en la lucha contra ETA.
Aquel asesinato desató una inmensa ola de indignación en
toda España contra los terroristas. Las 48 horas que estuvo retenido cayeron como
una losa sobre un país en tensión que clamaba por un final pacífico que ETA no
permitió.
El 13 de julio de
1997, a las 4.30 de la madrugada, murió Miguel Ángel Blanco, tras haber pasado
12 horas en coma irreversible, después de haber recibido dos tiros en la
nuca. La banda terrorista cumplió su amenaza. ETA había hecho oídos sordos a la
mayor movilización que se había registrado hasta el momento en España contra una
acción terrorista.
En aquel contexto de tensión y ambiente
de máxima crispación se materializó el espíritu de Ermua. Un concepto que define la
unidad de toda la sociedad frente al fanatismo y la intolerancia de un enemigo
común. Se puso de manifiesto mediante movilizaciones espontáneas en toda España,
como expresión de la solidaridad con el secuestrado en un principio y, por
extensión, con todas las víctimas del terrorismo de ETA más tarde. El
movimiento supuso un punto de inflexión en la percepción que la sociedad
española tenía respecto a la actitud de la sociedad vasca ante el grupo terrorista, pues, aunque no encontraba apoyo en la
sociedad, esta no mostraba un rechazo explícito como sucedió a partir de
entonces. En aquel contexto no se debería perder de vista que Xabier Arzálluz,
durante veinticuatro años presidente del Partido Nacionalista Vasco, cuando se
refería a la gente de ETA, hablaba de “esos chicos descarriados”
Aquel secuestro y asesinato provocaron un gran sentimiento
social de rechazo hacia ETA en prácticamente todos los sectores de la
ciudadanía. Aunque asociaciones como Gesto
por la Paz de Euskal Herria ya habían iniciado tiempo atrás sus movilizaciones cívicas
contra la violencia, a partir de entonces las organizaciones y las expresiones
en contra de la violencia de ETA aumentaron.
Tras diversos encuentros y reuniones de varios profesores
después del secuestro y posterior asesinato del concejal, surgió el Foro Ermua. Su eje de acción fue un
manifiesto de repulsa donde se proclamaba su oposición a cualquier negociación
con ETA que no fuese su disolución como
organización armada y la unidad antiterrorista de los dos grandes partidos
políticos, PP y PSOE.
Del espíritu de
Ermua solo queda el recuerdo. Quizás por eso, ahora, a pesar de que algunos partidos
políticos y asociaciones de víctimas del terrorismo habían
mostrado, inicialmente, predisposición a realizar de manera conjunta un acto
institucional, presidido por Felipe VI, con el que recordar, en el vigésimo
quinto aniversario al edil asesinado por ETA, así como al resto de víctimas, ha
sido imposible. Después de muchas idas y
venidas, la supuesta unanimidad ha saltado por los aires. El argumento formal ha
sido el acuerdo para aprobar la ley de Memoria Democrática
alcanzado entre el Gobierno y EH Bildu. Sí, tan absurdo como cierto.
"No
compartiremos el homenaje con los socios de Bildu, es decir, con el
Gobierno", dijeron desde Vox, en alusión a los acuerdos
suscritos por ambas partes en lo que va de legislatura. Otro personaje que
merece mención especial es Carlos Iturgaiz. El presidente del PP vasco, quién
ha declarado que el presidente del
Gobierno tiene ese día "una
oportunidad de oro" para "romper con Bildu y
dejar de ser el socio" de un partido "dirigido
por los jefes de ETA". "Si no lo hace –advirtió–, no
sería entendible su presencia". Tampoco asistió al referido homenaje José
María Aznar que era el presidente del Gobierno en los días del fatídico
atentado.
“Pruebas
son amores y no buenas razones”, dice el refranero
español. Pues bien, en nuestro panorama
político encontramos personajes que, hasta en las
ocasiones en las que el respeto a la dignidad y la decencia deberían estar por
encima de cualquier otra consideración por importante que ésta sea, no saben ni
quieren estar a la altura de las circunstancias.
Después de 25 años
de aquel abominable acto, nos queda la tranquilidad de que ETA ya no existe y,
por consiguiente, no volverá a matar. Sin embargo, llevamos en el alma el
regusto amargo de la catadura moral y la miseria política de algunos individuos.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
11/07/2022
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