29 de juny 2022

LA HORA DE LA DIPLOMACIA


 

Se han cumplido ya cuatro meses desde que Rusia invadió a su país vecino, Ucrania y el compromiso de la UE con ese país es incuestionable. Desde entonces, el soporte político, los envíos de armamento, la ayuda humanitaria, en forma de medicamentos y alimentación, la cobertura para que centenares de millas de ciudadanos huyeran, primero, y obsequios cobijo, después, han sido una constante.

Ahora, el club de países europeos ha querido dar un paso más y ha admitido a Ucrania en la lista de candidatos a ser miembro de pleno derecho de la UE. El espaldarazo llegó tras un viaje relámpago y una reunión que mantuvieron los líderes de las tres potencias europeas, Alemania, Francia e Italia con el presidente Zelenski.

En la cumbre de la UE, celebrada en Bruselas, la semana pasada, se concedió a Ucrania el estatus de país candidato a la adhesión al club comunitario. De ese modo se da la mayor muestra de apoyo al vecino del Este

En contrapartida, Bruselas exige al Gobierno de Volodímir Zelenski una serie de reformas tan profundas que, de llevarse a cabo, transformarán el país y lo alejarán definitivamente de Rusia. Solo entonces podrán comenzar las negociaciones de incorporación. Ese será el primer paso para conseguir la plena integración.

Hemos de tener en cuenta que, si esa petición se admite, se inicia un proceso que puede durar décadas y al final se puede truncar y no lograr el objetivo de ingresar en el club comunitario. A dia de hoy Ucrania esta muy alejada de los estandares economicos y democraticos europeos. Su producto interior bruto  per cápita , 4.800 dólares en 2021, es la mitad que el de Bulgaria, el socio más pobre de la UE. Y el país de Zelenski se encuentra a la cola en casi todas las clasificaciones sobre calidad democrática, libertades y Estado de derecho. Según el observatorio internacional de la Transparencia, Ucrania aparece en la posición 122 de 180 países, en cuestiones de corrupción, el centro Freedom House de EE UU, que califica a Ucrania como “parcialmente libre” o el de ILGA-Europe sobre el respeto a los derechos de la comunidad LGTBI, donde figura en el número 39 de 49 países analizados.

Ante la dramática situación que está viviendo, los ciudadanos ucranianos precisan realidades tangibles. De forma inmediata, lo que esa gente necesita es saber que pueden ir a comprar el pan y la leche sin correr el riesgo de que un misil les siegue la vida o que puedan hablar con el vecino sin temer que caiga una bomba los mate y, de paso, les destruya la casa, las mujeres ucranianas han de poder salir a la calle sin temer que vengan unos soldados las secuestren, las violen y las torturan con total impunidad.

Quizás por eso, en Occidente empieza a cuajar la idea de que solo un acuerdo negociado puede poner fin a la sangría humana, social, económica y política que significa la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Los gobiernos europeos son conscientes de que la tierra se mueve bajo sus pies. Las subidas incontroladas de las energías, la escasez de alimentos de primera necesidad y materias primas, así como el fantasma de los recortes en los suministros de gas y carburantes por parte de Moscú han encendido todas las alarmas. La recesión está llamando a la puerta y eso pone de los nervios al más templado.

La invasión de Ucrania no es el fruto de una equivocación ni un error de cálculo. Esa guerra es un capítulo más de una estrategia elaborada con precisión quirúrgica en la sala de máquinas del Kremlin, como lo fue la anexión de Crimea, en 2014. Lo que busca la inteligencia moscovita es reverdecer los laureles de la “Gran Rusia” y/ o emular los momentos más brillantes de la URSS. Por eso, Vladimir Putin no puede perder la guerra que él mismo inició en Ucrania. Es más, no la perderá. En ello le va la carrera política y, posiblemente, la vida. Esa es la razón básica por la que no comparten la opinión de aquellos que sostienen que Putin está loco. Considero que el mandatario ruso y los suyos tienen un concepto maquiavélico de la política. La conciben como una herramienta para acumular poder y no como una labor de servicio para mejorar la vida de los conciudadanos. Putin y su equipo saben, a la perfección, los tornillos que aprietan y hasta donde los pueden apretar.

Con este panorama, en algunas altas esferas políticas, se empieza a contemplar la posibilidad de negociar algún tipo de alto el fuego y/o armisticio como primer paso para lograr una estabilidad que permita a Rusia y Ucrania convivir como países vecinos con infinidad de intereses y lazos comunes que se deben preservar respetar.

No se debe humillar a nadie, pero es imprescindible que se imponga la justicia y cada cual asuma las responsabilidades que se pueden derivar. Está llegando a la hora de la diplomacia. Hay que iniciar un proceso que sin duda será largo complejo y complicado, pero está ahí donde la UE ha de volcarse, tanto o más de lo que lo ha hecho hasta ahora, para que, con toda la discreción necesaria, con la prudencia que se precisa, pero con el convencimiento inequívoco de que, solo tejiendo complicidades, se podrá establecer un acuerdo de mínimos, para que las partes afectadas se sintieran a la mesa y empiecen a zurcir los tremendos desgarros que la invasión rusa está ocasionando. 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 27/06/2022

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