Como, sin duda alguna, todos ustedes saben, la expresión “Las cuentas del gran capitán” es muy utilizaba por la gente para referirse, de forma familiar y en sentido figurado, a las cuentas en donde constan partidas exorbitantes, o a aquellas que están hechas de modo arbitrario y sin la debida justificación.
El documento hace un recorrido por ocho escenarios diferentes sobre
la financiación de Cataluña, que van desde mantener el actual sistema, hasta
establecer modelos federales de diferente nivel, alcanzar un modelo foral como Navarra o el País Vasco o, el más extremo de todos, una supuesta
independencia de Cataluña.
Esa virtual secesión dotaría a la Administración de hasta 47.339 millones de
euros, un 117,5% más de recursos de los que dispone actualmente. El informe,
sin embargo, matiza la situación. Mientras que en los escenarios federales y
forales sería necesario un acuerdo bilateral con el Estado y se mantendrían
intactas las necesidades de gasto; en el caso de secesión, la Generalitat
debería asumir todo el gasto que hoy hace el Estado en Cataluña, además
de los
denominados costes de transición, de los que el estudio avisa aunque sin analizarlos ni cuantificarlos.
Admito que me ha sorprendido que un estudio realizado por personas tan
cualificadas como Guillem López Casasnovas, Maite Vilalta y Núria Bosch, entre
otros, no trate con un mínimo de detalle los costes que supondrían para
Cataluña la ruptura con el Estado. Por eso, con toda la modestia que soy capaz,
quiero dejar aquí unos apuntes del coste económico que nos supondría la
independencia.
Veamos, pues, algunas de las más que posibles efectos
en caso de secesión.
Cataluña cuenta con algo menos de población que
Suiza, un tamaño parecido al de Bélgica y un PIB similar al de Finlandia. Por
lo tanto, sobre el papel, podría sobrevivir
como Estado independiente, pero muchos analistas
expertos advierten de que la ruptura tendría consecuencias dramáticas por un
tiempo indefinido y podría condenar a Cataluña a un aislamiento económico y
empobrecimiento sin precedentes. Según Credit Suisse, incluso sin considerar
los riegos de la huida de capital o los costes de adaptación a una nueva
moneda, el PIB catalán podría caer hasta un 20%. En la práctica, surgirían muchos
problemas económicos porque la ruptura con el resto de España tendría serias repercusiones, especialmente a corto y medio plazo.
Para empezar, la secesión supondría la salida del
euro y la pérdida del soporte del BCE. Es cierto, no obstante, que se podría
seguir utilizando la moneda de la UE de manera unilateral. Es lo que hizo
Kosovo cuando se independizó, pero las circunstancias de la provincia Serbia no
son comparables a las de Cataluña, entre otras cosas, porque el PIB de Kosovo
es cuarenta veces inferior al nuestro.
La escisión del Estado español supondría quedar
fuera de la UE y eso significaría dejar de percibir los Fondos Estructurales,
los de Inversión y los Nex Generation EU para la recuperación, así como
cualquier otra ayuda que pueda llegar en el futuro.
Si alguna cosa nos enseñó la crisis financiera de
2007 es que los inversores huyen como de la peste cuando algo huele a
inestabilidad. Por eso, si a raíz del 1-O de 2017 marcharon de Cataluña más de
5.000 empresas y cayeron en picado las inversiones, tanto del resto de España
como extranjeras, hay que preguntarse qué ocurriría en caso de una
independencia real.
La balanza comercial con el resto de comunidades
autónomas es favorable a Cataluña. Pues bien, no hay que ser un lince para
comprender que la mayoría de las transacciones comerciales por razones más que
obvias quedarían estancadas, pero es que las que se llevasen a cabo estarían
grabadas con aranceles, porque Cataluña habría dejado de pertenecer a una zona
de libre circulación de mercancías, y eso haría mucho menos competitivas las
exportaciones catalanas.
Dejo para una próxima entrega, cuestiones no
menores como la más que previsible caída del turismo, el coste en defensa, el
pago de la deuda, el pago de los funcionarios, de las pensiones y un larguísimo
etcétera. Todo eso, sin tener en cuenta el coste de la ruptura emocional que
supondría para el 53% de los ciudadanos catalanes que tenemos nuestras raíces o
las de nuestros ancestros en otros puntos España, sencillamente porque eso es
imposible de evaluar.
Nada más lejos de mi intención que enmendar la
plana a las eruditas personalidades que han colaborado en la elaboración del
mencionado estudio, “Consecuencias económicas y financieras de los diferentes
escenarios de la relación Cataluña España”. No obstante, pienso que sería muy
acertado que en próximos trabajos se recojan algunos de los apuntes que aquí he
expuesto. En mi opinión ese tipo de documentos deben hacerse desde la más
absoluta honradez, con total objetividad y el máximo rigor, sin perder de vista
la realidad. De otra manera, se crean falsas expectativas y ya sabemos que eso
acaba creando frustración en la ciudadanía y la sociedad catalana de engaños,
falsas promesas y frustraciones tiene acumuladas muchas experiencias.
Bernardo Fernández
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