29 de setembre 2020

CON EL CORAZÓN "PARTÍO"


 

Me ha parecido oportuno parafrasear la célebre canción de Alejandro Sanz, “Corazón partío” para dar título a esta columna. Me ha motivado a ello el anuncio que hizo el ministro de Justicia, Julián Campo, la semana pasada, en el Congreso, cuando dijo que en los próximos días su departamento iniciaría la tramitación del indulto  de los políticos presos por el proceso secesionista catalán. A la vez informó que el Gobierno estudia cambios normativos sobre la tipificación penal del delito de rebelión. Pues bien, confieso que ese anuncio me ha sumido en un mar de dudas y me ha generado sentimientos encontrados, algunos, incluso, contradictorios.

No me ha extrañado que la derecha extrema y sus parientes políticos, la derecha montaraz, se hayan lanzado a la yugular del Ejecutivo; eso está en el guion de la política española, tal y como funciona a día de hoy. La obsesión de Vox y PP es derribar al Gobierno y, por tanto, de ellos no cabe esperar otra cosa: o lo consiguen y tenemos un cambio político muy profundo, o fracasen y se hunden en sus propias contradicciones. Ese es el sino de la derecha en nuestro país: el todo o nada

Pero lo que sorprende es la indiferencia e incluso el  desprecio con que  los propios interesados y sus correligionarios han acogido el anuncio del ministro. Para los independentistas “son cantos de sirena del Estado”, y en opinión de Albert Batet jefe de filas de JxCat en el Parlament, “no es la solución al conflicto político”. Y es que para los secesionistas más hiperventilados la única vía posible es una ley de amnistía y un referéndum de autodeterminación.

Según Marcel Mauri, máximo dirigente de Omnium Cultural, con el presidente de la entidad, Jordi Cuixart en prisión, “un indulto no sirve para nada, más allá de la solución a la persona indultada”. Para ERC, siempre tan empáticos y predispuestos a los acuerdos, es un ”gesto” ante la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, en cambio, en opinión de la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, “la tramitación es una obligación legal que tiene el ministerio, por tanto no es nada más que lo que está obligado por ley”. No le falta razón a la dirigente de la ANC, pero no deja de ser curioso que ahora apelen a la ley cuando son ellos los que no se cansan de hablar de represión judicial, tribunales corruptos y no sé cuántas mandangas más. Además, olvidan que en la tramitación de una iniciativa, como en todo, es puede poner intensidad, entusiasmo y también celeridad. Pero también se puede llevar a cabo el trámite con desidia, dejadez y por imperativo legal. Estos muchachos son tan poco ilustrados que ni siquiera conocen aquel refrán castellano que dice, “no muerdas la mano del que te da de comer”, aquí sería suficiente cambiar el verbo comer, por el de perdonar o cualquier otro sinónimo…, pero en fin, tampoco le vamos a pedir peras al olmo.

De todas formas, el asunto no es menor porque el indulto es una medida de gracia por la que se libera al autor de un delito con condena firme de cumplir todas o algunas de las penas impuestas, pero no supone el perdón del delito. Mientras que la amnistía se otorga por razones políticas, especialmente en los cambios de régimen, y conlleva la extinción de la infracción.

En consecuencia, el problema de fondo es que, según el relato independentista, los líderes del procés no pueden aceptar el indulto porque no cometieron delito alguno y, por consiguiente, en su cosmos pluscuamperfecto aceptar el indulto sería sinónimo de haber cometido delito. O sea que violentaron la ley, y a partir de ahí, toda la fabulosa arquitectura que han forjado, basada en la más imposible de las quimeras y que han ido construyendo desde la ensoñación y la falsedad, se les derrumbaría como un castillo de naipes ante un estornudo.

La cuestión es si, ante esta situación de acoso por un lado y de desdén por otro, para el Gobierno de Sánchez realmente merece la pena sufrir el considerable desgaste político que, a buen seguro, la medida va a suponer.

No cuestionaré la legitimidad de la acción porque todo Ejecutivo, sea del color que sea, tiene la obligación de tramitar las peticiones de indulto que le lleguen. Ahora bien, como he escrito más arriba, esa iniciativa me deja con el corazón “partio” porque el raciocinio político me dice que el indulto, aunque ahora lo desprecien, puede, a medio plazo, favorecer  el dialogo y ser un elemento más para encauzar el negociación que tanta falta nos hace en Cataluña; pero por otra, como ciudadano de a pie, pienso que esos individuos que están en prisión cometieron unos delitos tipificados en el código penal y fueron juzgados y condenados por ello, por lo tanto, lo lógico es que cumplan su condena. Mucho más teniendo en cuenta que ni han mostrado arrepentimiento, ni están dispuestos a reconocer que se equivocaron, y no solo eso, es que encima, del “ho tornarem ha fer” han hecho un eslogan.

Y claro, buenos, sí, pero tontos, no.

 

Bernardo Fernández

Publicado en El Catalán 28/09/20

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