Ya ven, apreciados lectores, cómo
está el patio. No quiero ser profeta de catástrofes, pero en Cataluña llevamos
casi diez años sin saber muy bien a dónde vamos como país. Ante esta situación
de desgobierno, o como sociedad nos arremangamos y ponemos coto a tanto desmán
y tanto marasmo político, o la Cataluña que hemos hecho entre todos y de la
que, con virtudes y defectos, nos podemos sentir razonablemente satisfechos, se
nos va por el sumidero de la historia. Claro y concreto: en las circunstancias
que nos ha tocado vivir, es una evidencia que casi todo lo malo que nos ocurre,
decir todo sería una exageración, es por la incapacidad de la gente que nos
gobierna, los líderes independentistas.
Veamos unas cuantas
situaciones que retratan a la perfección el calvario que como ciudadanos
estamos padeciendo. En julio saltó la noticia, no por esperada menos dolorosa:
Madrid nos había superado en la aportación al PIB español en el bienio
2018/2019. Mientras los madrileños aportaron un 19,3%, los catalanes nos
quedábamos en un 19% del total. Nuestra generación de riqueza en ese periodo
fue de unos 3200 millones de euros menos que la comunidad capitalina. Ellos
crecieron un 2,5% y nosotros un raquítico 1,8%, pero es que la media de
crecimiento en el Estado fue de un 2% y Cataluña fue la novena comunidad en ese
ranquin.
Estos números, fríos pero
elocuentes, son la consecuencia de la hibernación a que el procés ha sometido a
la economía. Mientras en Cataluña la inversión en 2019 caía un 11,7%, respecto
al ejercicio anterior, en Madrid aumentaba un 125%. Huelga decir que todo esto
está en conexión directa con la decisión de muchas empresas que en otoño de
2017 empezaron a trasladar sus sedes fuera de Cataluña para evitar la
inestabilidad política y la incerteza jurídica generadas por el secesionismo.
Por si todo esto no fuera
suficientemente claro y preocupante, el president Quim Torra y el Govern de la
Generalitat, que nos deberían representar a todos y defender nuestros intereses,
están empeñados en dinamitar los puentes, cavar fosas y levantar muros para
separar Cataluña del resto de España.
A principios de agosto, el
presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez convocó a una reunión informal,
que presidió el Rey Felipe VI, a todos los presidentes autonómicos; pues bien,
asistieron todos menos uno: Quim Torra.
Su argumento para no asistir fue que él se quedaba a trabajar para los
catalanes. Sobran los comentarios.
El problema es que esa
autoexclusión es un menosprecio para los catalanes que nos quedamos sin
representación en un encuentro que debía servir para establecer criterios y
métodos para desarrollar un plan que permita acceder a los fondos de
reconstrucción europeos. En política existe una máxima según la cual el espacio
que tú no ocupas lo ocupa otro y, por lo general, lo hace en contra tuya. No
estaría de más que Torra y sus acólitos aprendieran unas cuentas normas básicas
que están en el manual (nunca escrito) del buen gestor público.
Pero, por si no teníamos
bastante con todas estas bagatelas, en pleno periodo de vacaciones la mayoría
Independentista forzó la máquina para convocar un pleno extraordinario del
Parlament para pronunciarse sobre la salida de España de Juan Carlos I y sobre sus
presuntos tejemanejes. Como era de suponer, aquello más que un pleno fue un
aquelarre. Sin embargo, de la corrupción sistémica de Convergencia y el 3% silencio
casi absoluto, algún que otro comentario con sordina y poco más.
La cuestión es que en ese
pleno se aprobaron una serie de barbaridades e improperios como la expresión
“Monarquía delincuente” o la frase “el único camino para a superar este régimen
monárquico es constituir una república catalana”, tampoco se anduvieron por las
ramas y se acusó directamente al Rey de haber “participado en la represión del
pueblo catalán”.
Ante tales despropósitos el
secretario general del Parlament, Xavier Muro puso sentido común y se negó a
publicar en el Boletín Oficial del Parlament partes concretas de las
resoluciones aprobadas en el pleno por las consecuencias jurídicas que se
pudieran derivar. De esa forma, Muro trataba de preservar la legalidad de la
actuación de la Cámara y, a la vez, su propia piel, pues le Tribunal
Constitucional ya ha advertido en más de una ocasión que las salidas de tono no
quedarán impunes.
Sin embargo, Torra inmune al
desaliento y ofuscado por su obsesión enfermiza anti española intentó forzar la
dimisión del secretario general del Parlament. Por suerte, en este affaire se ha
impuesto el seny y nadie, más allá de cuatro incondicionales, ha dado apoyo a
la iniciativa del president y Xavier Muro sigue en su puesto. No obstante,
situaciones como la referida ponen de relieve que el independentismo en su
radicalidad no tiene límites y como se está tensado la cuerda, por lo que no es
difícil adivinar que un día podemos tener un serio disgusto.
Pero aquí no acaba la cosa. ¿No
querían caldo? Pues ahí van dos tazas. La guerra fratricida, entre los
posconvergentes por ver quién se queda con el espacio electoral más amplio
posible, ha estallado por la propiedad de la marca JxCat.
De forma simultánea nos
enteramos que el gasto social en los años de procés ha caído un 8%, mientras
que en le resto de comunidades en le mismo periodo ha crecido un 13%. Por
consiguiente, se produce un decalaje en ese aparado entre Cataluña y el resto
de un 21%. Tan solo la comunidad de Castilla La Mancha, en el año 2011, estando
presidida por María Dolores de Cospedal puso en práctica unos recortes tan
drásticos.
En el Govern de Cataluña, ERC
está desde 2015, pero la tendencia que puso en práctica Artur Mas. de recortar
gasto social no se ha revertido.
En definitiva, seguimos en
caída libre… y encima Messi se va. Es evidente que las desgracias nunca vienen
solas.
Bernardo Fernández
Publicado en El catalán
02/09/20
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