03 de setembre 2020

EN CAÍDA LIBRE


 

Ya ven, apreciados lectores, cómo está el patio. No quiero ser profeta de catástrofes, pero en Cataluña llevamos casi diez años sin saber muy bien a dónde vamos como país. Ante esta situación de desgobierno, o como sociedad nos arremangamos y ponemos coto a tanto desmán y tanto marasmo político, o la Cataluña que hemos hecho entre todos y de la que, con virtudes y defectos, nos podemos sentir razonablemente satisfechos, se nos va por el sumidero de la historia. Claro y concreto: en las circunstancias que nos ha tocado vivir, es una evidencia que casi todo lo malo que nos ocurre, decir todo sería una exageración, es por la incapacidad de la gente que nos gobierna, los líderes independentistas.

Veamos unas cuantas situaciones que retratan a la perfección el calvario que como ciudadanos estamos padeciendo. En julio saltó la noticia, no por esperada menos dolorosa: Madrid nos había superado en la aportación al PIB español en el bienio 2018/2019. Mientras los madrileños aportaron un 19,3%, los catalanes nos quedábamos en un 19% del total. Nuestra generación de riqueza en ese periodo fue de unos 3200 millones de euros menos que la comunidad capitalina. Ellos crecieron un 2,5% y nosotros un raquítico 1,8%, pero es que la media de crecimiento en el Estado fue de un 2% y Cataluña fue la novena comunidad en ese ranquin.

Estos números, fríos pero elocuentes, son la consecuencia de la hibernación a que el procés ha sometido a la economía. Mientras en Cataluña la inversión en 2019 caía un 11,7%, respecto al ejercicio anterior, en Madrid aumentaba un 125%. Huelga decir que todo esto está en conexión directa con la decisión de muchas empresas que en otoño de 2017 empezaron a trasladar sus sedes fuera de Cataluña para evitar la inestabilidad política y la incerteza jurídica generadas por el secesionismo.

Por si todo esto no fuera suficientemente claro y preocupante, el president Quim Torra y el Govern de la Generalitat, que nos deberían representar a todos y defender nuestros intereses, están empeñados en dinamitar los puentes, cavar fosas y levantar muros para separar Cataluña del resto de España.

A principios de agosto, el presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez convocó a una reunión informal, que presidió el Rey Felipe VI, a todos los presidentes autonómicos; pues bien, asistieron todos menos uno: Quim Torra.  Su argumento para no asistir fue que él se quedaba a trabajar para los catalanes. Sobran los comentarios.

El problema es que esa autoexclusión es un menosprecio para los catalanes que nos quedamos sin representación en un encuentro que debía servir para establecer criterios y métodos para desarrollar un plan que permita acceder a los fondos de reconstrucción europeos. En política existe una máxima según la cual el espacio que tú no ocupas lo ocupa otro y, por lo general, lo hace en contra tuya. No estaría de más que Torra y sus acólitos aprendieran unas cuentas normas básicas que están en el manual (nunca escrito) del buen gestor público.

Pero, por si no teníamos bastante con todas estas bagatelas, en pleno periodo de vacaciones la mayoría Independentista forzó la máquina para convocar un pleno extraordinario del Parlament para pronunciarse sobre la salida de España de Juan Carlos I y sobre sus presuntos tejemanejes. Como era de suponer, aquello más que un pleno fue un aquelarre. Sin embargo, de la corrupción sistémica de Convergencia y el 3% silencio casi absoluto, algún que otro comentario con sordina y poco más.

La cuestión es que en ese pleno se aprobaron una serie de barbaridades e improperios como la expresión “Monarquía delincuente” o la frase “el único camino para a superar este régimen monárquico es constituir una república catalana”, tampoco se anduvieron por las ramas y se acusó directamente al Rey de haber “participado en la represión del pueblo catalán”.

Ante tales despropósitos el secretario general del Parlament, Xavier Muro puso sentido común y se negó a publicar en el Boletín Oficial del Parlament partes concretas de las resoluciones aprobadas en el pleno por las consecuencias jurídicas que se pudieran derivar. De esa forma, Muro trataba de preservar la legalidad de la actuación de la Cámara y, a la vez, su propia piel, pues le Tribunal Constitucional ya ha advertido en más de una ocasión que las salidas de tono no quedarán impunes.

Sin embargo, Torra inmune al desaliento y ofuscado por su obsesión enfermiza anti española intentó forzar la dimisión del secretario general del Parlament. Por suerte, en este affaire se ha impuesto el seny y nadie, más allá de cuatro incondicionales, ha dado apoyo a la iniciativa del president y Xavier Muro sigue en su puesto. No obstante, situaciones como la referida ponen de relieve que el independentismo en su radicalidad no tiene límites y como se está tensado la cuerda, por lo que no es difícil adivinar que un día podemos tener un serio disgusto.  

Pero aquí no acaba la cosa. ¿No querían caldo? Pues ahí van dos tazas. La guerra fratricida, entre los posconvergentes por ver quién se queda con el espacio electoral más amplio posible, ha estallado por la propiedad de la marca JxCat.

De forma simultánea nos enteramos que el gasto social en los años de procés ha caído un 8%, mientras que en le resto de comunidades en le mismo periodo ha crecido un 13%. Por consiguiente, se produce un decalaje en ese aparado entre Cataluña y el resto de un 21%. Tan solo la comunidad de Castilla La Mancha, en el año 2011, estando presidida por María Dolores de Cospedal puso en práctica unos recortes tan drásticos.

En el Govern de Cataluña, ERC está desde 2015, pero la tendencia que puso en práctica Artur Mas. de recortar gasto social no se ha revertido.

En definitiva, seguimos en caída libre… y encima Messi se va. Es evidente que las desgracias nunca vienen solas.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en El catalán 02/09/20

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