Muchos catalanes, entre los
que me encuentro, con la inhabilitación de Quim Torra nos hemos visto aliviados
sicológicamente. Resultaba muy desagradable desayunarse cada mañana con los
improperios, exabruptos y monsergas monotemáticas
del ya ex president-vicario.
Con esa destitución se cierra
una de las etapas más grises de nuestra historia política contemporánea. Ahora
toca pasar página. De todas formas, nos esperan muchos meses de interinidad
política, parón institucional e intrigas partidistas.
La situación política catalana
es absolutamente atípica en un país europeo y moderno como pretende ser Cataluña.
Tenemos el Govern en funciones y un president sustituto que no lo es plenamente
porque la ley limita sus competencias. A este paisaje, casi dantesco, hay que
añadir una precampaña electoral a cara de perro y la lucha fratricida por el
poder, entre las fuerzas independentistas para ver quien logra la hegemonía
política de los próximos años.
Hemos llegado hasta aquí por la
negativa de Torra a convocar elecciones antes de ser inhabilitado, algo que
todo el mundo pedía excepto el grupito de Waterloo y sus acólitos que necesitan
tiempo para montar su chiringuito, afinar la estrategia de “confrontación
inteligente con el Estado” y ganarse un sitio al sol.
Mientras, los partidos no
secesionistas, con el Parlament inactivo, asistirán al espectáculo como
comparsas y la ciudadanía lo haremos como convidados de piedra. No está mal. Pero
eso sí, los ciudadanos hemos de seguir cumpliendo con nuestras obligaciones,
entre ellas las fiscales, aunque la prestación de servicios tan básicos como la
sanidad o la educación estén bajo mínimos. Y si alguien piensa que exagero que
se dé una vuelta por su centro de asistencia primaria o vaya a ver en qué
condiciones con qué y medidas de seguridad se trabaja en colegios e institutos.
Con este panorama tan poco
alentador, son bastantes los analistas políticos que ven en ERC la solución a
los problemas que nos aquejan. Lo siento pero discrepo. Si los republicanos
ganan las próximas elecciones y suman con JxCat para gobernar, formaran Govern
con ellos, que nadie lo dude. De hecho, Pere Aragonés (conseller de Economía y,
con toda probabilidad, candidato de su partido en las próximas elecciones) lo dijo días atrás, sin ningún empacho, en la
primera entrevista que concedió como sustituto del president inhabilitado. Es decir que saldremos del fuego para
meternos en las brasas.
No nos hagamos demasiadas
ilusiones y digamos las cosas claras: ERC no es un partido de izquierdas, por
mucho que alardeen de ello. No creen en la igualdad de las personas sin tener
en cuenta su origen. La agenda social para los seudorrepublicanos catalanes es
totalmente secundaria. Esto no es una afirmación gratuita, hay ejemplos que lo
demuestran, Artur Mas suprimió 1.200 plazas de personal sanitario y más de
1.100 camas hospitalarias durante su mandato. Pues bien, ERC entró en el Govern
en 2015 y a día de hoy no ha recuperado ni un empleo en la sanidad pública ni
una sola cama de hospital. Otro: en plena pandemia el Govern (no hace falta
recordar aquí que Pere Aragonés es el conceller de Economía como ya se ha dicho
más arriba) decidió desviar 15 millones de euros del fondo Covid a TV3 para
compensar el descenso de publicidad. De manera simultánea, el departamento de
Educación, que dirige el también republicano Josep Bargalló, cancelaba el
programa de tarjetas monedero que garantizaba la comida durante el verano a los
niños más vulnerables. Decía Winston Churchill: “dime que presupuestos apruebas
y te diré que política prácticas”.
Puede parecer un tópico, pero
estamos en un momento muy grave y, por lo tanto, hay que poner fin esta sangría
que nos está agotando como país. Necesitamos un Govern que gobierne bien y para
todos; y eso, en mi opinión, significa desarrollar una gestión ágil, llevada a
cabo con transparencia y limpieza. Desde el Ejecutivo se debe trabajar por una
sociedad más justa equitativa y solidaria, donde las personas puedan
desarrollar su proyecto personal y colectivo.
Un reciente estudio del CEO
indica que un 56,6% de la población considera necesario reorientar los
servicios públicos que tanto deterioro han sufrido en los últimos tiempos, para
situarlos a la altura de las circunstancias. Y eso pasa, inexorablemente, por
dotarlos de recursos adecuados y, sobre todo, de voluntad y capacidad política
para hacerlo.
Por todo eso, es necesario que
en las próximas elecciones se produzca una reacción que genere un cambio para
empezar a salir del pozo en que nos han metido los gobiernos nacional-independentistas.
Sin embargo, la verdad es que no veo en
los que nos han gobernado en los últimos diez años ni que estén por la labor ni
que estén preparados para ello.
Ante este estado de cosas la
pregunta es obvia: ¿podremos como país y sociedad aguantar mucho más sin que
las costuras se rompan? Mi opinión es que no.
Bernardo Fernández
Publicado en e noticies 05/10/20
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