16 de setembre 2020

CORRUPTOS Y CHAPUCEROS


 

Toda la corrupción es mala, pero no del mismo modo. Resulta difícil definir la gravedad de los affaires tipificados como corruptos. No obstante, yo los enmarcaría en cuatro parámetros: grado de sofisticación de la trama, cantidades sustraídas, nivel de los investigados y perjuicios a la sociedad. Los casos más graves son los diseñados para lograr dinero a partir de las ventajas que se obtienen al ostentar cargos de representación o responsabilidad pública porque, por lo común, es necesaria la participación de varios miembros de la Administración, y para ello es necesario que estén todos convenientemente situados y predispuestos. Quien no recuerda casos como la Púnica, la Gürtel, el caso Palau o los ERE de Andalucía; sin un entramado minuciosamente diseñado esos affaires hubieran sido literalmente imposibles.

Faltaría a la verdad y no sería objetivo si solo pusiera el foco en las tropelías del PP. Todos los partidos tienen episodios oscuros en sus trayectorias que quisieran eliminar. Y suelen tener capítulos más opacos cuando más poder han tocado y más responsabilidades han desempeñado. Al fin y al cabo, una organización política es obra de unos seres humanos con todas sus grandezas y todas sus miserias, que, por cierto, no son pocas.

Ahora bien, si analizamos los despilfarros de los recursos públicos de los últimos treinta años, da la sensación que la corrupción se haya instalado en el ADN de los populares de manera congénita. De hecho, el PP es el único partido en Europa condenado por corrupción. Por algo será.

En el Partido Popular, desde hace años, sienten el aliento de la justicia en el cogote. Los populares nunca han sido un modelo a la hora de gestionar, no lo han sido a la hora de administrar los recursos propios, y mucho menos cuando les ha tocado gestionar recursos públicos. Para ellos bordear los límites de la legalidad en cuestiones económicas y transgredirlos, ha sido una constante a lo largo de su historia.

Estos últimos días hemos sabido por los medios de comunicación de un nuevo caso de presunta corrupción a cargo, como no, de importantes cargos del Partido Popular, cuando estaban en el Gobierno presidido por Mariano Rajoy. El caso Kitchen, la investigación sobre el entramado parapolicial dirigido desde el Ministerio del Interior para arrebatar al extesorero del PP, Luís Bárcenas, documentos comprometedores sobre las finanzas del partido. No quiero frivolizar con cuestiones tan sensibles, pero, además de muy grave, me parece una monumental chapuza y de una ingenuidad pasmosa pensar que con tanto colaborador y tanta persona fisgando en el asunto, más tarde o más pronto alguien no iba a filtrar algo.

Esta vez ha sido un tal Francisco Martínez, secretario de Estado de seguridad entre 2013 y 2016, el hombre gris del tejemaneje, el que ha tirado de la manta: la cuestión es que ha tardado ocho años en decidirse, seguramente lo ha hecho cuando ya se ha convencido de que nadie acudiría en su rescate. Difícil lo tiene Martínez ahora que los populares han perdido casi todos los resortes del poder y bastante trabajo tienen con mantenerse a flote y no sucumbir en el intento.

No voy a hacer leña del árbol caído. Los medios de comunicación ya están exprimiendo de manera adecuada el caso Kitchen y no voy a insistir. Me parece oportuno esperar y ver cómo evoluciona la situación porque el affaire se investiga de forma simultánea en dos juzgados de la Audiencia Nacional. Por un lado, el Juzgado Central de instrucción al frente del cual está el magistrado José de la Mata y por otro, el Juzgado Central de instrucción número 6 con el juez García Castellón al frente, que está llevando la investigación como una más de las 25 piezas del macrosumario de los trapicheos del excomisario José Manuel Villarejo.

Ante esta investigación, a priori, tan exhaustiva, me parce prudente esperar porque lo que ha salido hasta el momento me parece que no es más que la punta del iceberg y lo mejor está por llegar.

Como se decía en los cómics de mi juventud: continuará…

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 15/09/20

 

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