08 de setembre 2020

EL ETERNO VIAJE AL CENTRO


 En el arco parlamentario español casi nunca ha existido un partido de centro derecha al estilo de las formaciones políticas europeas. Con la democracia recuperada parecía que la UCD podría desempeñar ese papel, pero UCD, más que un partido político, fue un cúmulo de intereses y proyectos personales, por eso duró, como dice el gran Sabina, “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.”  Años después, el PP de José María Aznar, ganó las elecciones de1996 y, forzado por la aritmética parlamentaria, jugó ese papel durante un tiempo. Sin embargo, tras la victoria en los comicios del año 2000 con una holgada mayoría absoluta, los populares se derechizaron. Más tarde, con Mariano Rajoy en la Moncloa, siguieron practicando el capitalismo de amiguetes en lo económico que había institucionalizado Aznar, pero en lo ideológico se abrieron al ultraliberalismo, y el incipiente centro derecha en España pasó a mejor vida.

Tras el cataclismo que les produjo la moción de censura, era lógico pensar que aprovecharían la situación para hacer un reset en su trayectoria y culminar el eterno viaje al centro que los populares tienen pendiente desde que AP mutó al PP. Craso error. Por lo visto son de los de facella y no enmendadla

La cuestión es que, hace poco más de dos años, Pablo Casado alcanzó la cúspide del PP y uno de sus primeros movimientos fue nombrar como jefe de gabinete a Javier Fernández Lasquetty, patrono de la fundación FAES. De esa forma, el aznarismo volvía a la calle Génova por la puerta grande. A las pocas semanas Soraya Sáenz de Santamaría dejaba la política y tras ella el grueso de los dirigentes marianistas pasaba a la trastienda de la política. La operación limpieza continuó con la elaboración de las listas para las elecciones generales de abril de 2019. Tan solo diez de los 52 cabezas de lista repitieron. Casado ignoró las resoluciones de los congresos regionales e impuso a Teresa Madalla en Asturias y a la atleta Ruth Beitia en Cantabria, aunque está dimitió a los pocos días. Tampoco le tembló el pulso, pocas semanas antes de las elecciones en Euskadi, para cambiar al candidato Antonio Alonso, hombre moderado y abierto al diálogo, por Carlos Iturgaiz, más afín al propio Casado y miembro de la vieja guardia en los tiempos de Aznar. Para muchos aquello fue la descapitalización del partido y la pérdida de uno de sus mejores argumentos: la experiencia en la gestión.

Pero aún no había acabado su renovación y colocó a Cayetana Álvarez de Toledo de cabeza de lista por Barcelona y luego de portavoz del grupo parlamentario; y a Isabel Díaz Ayuso de candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, en contra de la opinión de buena parte del partido. Sin embargo, la jugada le salió bien en ambos casos. Eso lo llevó a acuñar el eslogan la derecha “sin complejos.”

El cese, este pasado mes de agosto de Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria obedece, más a una estrategia para tranquilizar al sector moderado de la formación y a la intención de blanquear la marca que a discrepancias de fondo entre Cayetana y el líder del PP.

De todas formas, lo tiene complicado el Partido Popular con la derecha extrema desatada que le está comiendo espacios, por un lado y Ciudadanos que se ha lanzado a ocupar el centro que ellos han dejado vacío, por otro. Ante esta situación, Pablo Casado haría bien en sacar conclusiones de los resultados de las elecciones autonómicas celebradas en Euskadi y Galicia este mes de julio, y ver que le conviene más si el frentismo que han practicado en el País Vasco con Carlos Iturgaiz como punta de lanza, o el talante templado y sin aspavientos utilizado por Alberto Núñez Feijóo en Galicia. Los resultados de los populares están a la vista.

Pero volvamos al hilo conductor de esta breve reflexión: el viaje al centro. El máximo representante de esa supuesta derecha “sin complejos,” Pablo Casado, se reunió días atrás con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el resultado del encuentro, no por esperado fue menos decepcionante. Casado anunció que no dará su plácet a la renovación de los órganos constitucionales (Poder Judicial, Tribunal Constitucional, RTVE o Defensor del Pueblo) mientras Unidas Podemos siga en el Gobierno porque, en su opinión, los podemitas están en contra del orden constitucional. Inaudito. Pero es que tampoco está por colaborar para sacar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) adelante que, ante la situación de emergencia social y política que ha generado la pandemia, son más necesarios que nunca.

El tiempo apremia. El 15 de octubre debe presentarse en Bruselas el programa de reformas para optar al fondo de recuperación económica europeo. La cantidad a que puede optar España son 140.000 millones de euros. Con ese soporte, se podrá relanzar la economía y dar un paso de gigante en cuestiones como la lucha contra el cambio climático, la utilización de nuevas tecnologías o la aceleración de la transición energética, solo por poner algunos ejemplos.

Ahora bien, para conseguirlo es necesario hacer las cosas bien y con rigor. Ahí el primer partido de la oposición tiene un rol muy importante que jugar; pero no vale ni ponerse de perfil, ni practicar el obstruccionismo ni frivolizar con el futuro de las personas.

En estas circunstancias, si el Partido Popular quiere, de verdad, ser un partido de centro, moderado y moderno, ahora tiene la gran oportunidad de culminar su viaje y demostrarlo. Si no lo hace es posible que pase mucho tiempo hasta que se le presente otra ocasión como está y quizás para entonces ya hayan caído en la irrelevancia.

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 07/09/20

 

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