Me hubiera gustado no publicar
este artículo. De hecho, hacía días que lo tenía hilvanado y sólo faltaba
incluir alguna cuestión de última hora, alguna reflexión, limarlo un poco y
enviarlo a la redacción de e noticíes.
Pese a todo, abrigaba la
secreta esperanza, fallida por otra parte, de que al final se pondrían de
acuerdo, tendríamos Gobierno progresista y yo echaría estas líneas a la
papelera. No ha sido posible. Los peores presagios que hemos ido albergado en
los últimos meses se han hecho realidad y el próximo 10 de noviembre seremos
llamados a las urnas.
Como no puede de otra manera,
estos días van a correr ríos de tinta del porque y el por qué no del fiasco de
la investidura de Sánchez, encontraremos opiniones para todos los gustos.
Ahora empezaran -de hecho, han
empezado ya─ las especulaciones de todo tipo, sobre a quién beneficia y a quien
no este adelanto electoral, quien gana quien pierde, si habrá vuelco electoral
o no. Mientras, las empresas de demoscopia encantadas de la vida, todo esto les
viene que ni pintado: nuevos comicios, nuevos estudios, nuevas prospecciones y,
lógicamente, mayor facturación.
En cualquier caso, no seré yo
quien señale un culpable de este desaguisado. Sí creo que ha faltado en los
responsables de las negociaciones sentido de Estadio, responsabilidad y altura
de miras. Han priorizado los interese personales y/o de partico sobre los
intereses de país. Estoy muy dolido con toda nuestra clase política, pero de
manera especial con la izquierda, y prefiero que sean otros los que pongan
nombre y apellidos a este fracaso. Por una vez, y sin que sirva de precedente
comparto el análisis de Gabriel Rufián cuando dice que la gente está hasta los
bemoles de los políticos. No le falta razón
Me voy a quedar a ras de suelo
y voy a hacer un breve listado de lo que significa, así a bote pronto, no tener
un Gobierno en plenitud de funciones y que no lo tendremos, en el mejor de los
casos hasta bien entrado enero de 2020.
Para empezar, seguiremos con
los presupuestos prorrogados. Las comunidades autónomas continuarán asfixiadas
económicamente porque un Gobierno en funciones no puede hacer transferencias ni
adelantos. Además, tendrán que hacer juegos malabares para elaborar los
presupuestos de 2020 porque no sabrán, a ciencia cierta, de recursos
dispondrán. Una nueva recesión hace
semanas que está llamando a la puerta y aquí estamos con un Ejecutivo
provisional que tiene una capacidad de maniobra casi nula.
Por otra parte, el Brexit duro
de Boris Johnson, lo tenemos a la vuelta de la esquina y como nos va a afectar
es imprevisible. Las sentencias por el procés se harán públicas en pocas
semanas y, con toda seguridad, en Cataluña van a ocurrir cosas, ¿qué respuesta
política podrá dar un Gobierno interino?
Estos, son, tan solo, algunos
de asuntos de gran calado que se deberían afrontar en los próximos meses.
Después, están aquellas cuestiones que como ciudadanos de a pie que somos nos
afectan en nuestro día a día. Por ejemplo, la ineludible reforma del mercado
laboral, la precariedad en el empleo, la subida de las pensiones, el año que
viene por no haber presupuestos ni acuerdo, en teoría, sólo deberían subir un
0,25%, si no sucede algún imprevisto, imposible de predecir en estos momentos.
Sin olvidar los recortes en sanidad, servicios sociales y educación por el
bloqueo de las cuentas mencionado más arriba.
En definitiva, ese es el
panorama tan poco esperanzador que nos ha dejado nuestros políticos con su nula
capacidad para negociar y pactar.
No quiero ser agorero pero
este artículo no puede ser otra cosa que un continente de decepción porque
nuestra historia política de los últimos meses no deja de ser la crónica de un
fracaso. O pero aún: un fracaso inapelable de la izquierda.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
19/09/19
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