Desde hace unos cuantos años
en Cataluña vivimos gobernados por gente mediocre. Los individuos que nos
gobiernan, por su falta de capacidad, están haciendo buenos a otros personajes,
ineficaces y de poca talla política que nos gobernaron tiempo atrás. Aquellos
tenían como denominador común la corrupción, pero al menos se esforzaban por
aparentar que hacían algo y lo que hacían, con frecuencia, estaba razonablemente
bien hecho.
Cataluña nunca ha sido El
Dorado, pero aquí el ascensor social ha funcionado de manera más o menos
aceptable. Sin embargo, todo empezó a cambiar en el verano de 2012. Entonces, Artur
Mas tuvo una entrevista con Mariano Rajoy en la que le pidió un sistema de
financiación similar al de Euskadi o Navarra para Cataluña, a lo que Rajoy se opuso.
Como consecuencia Mas puso el Govern -que es de todos- al servicio del
independentismo, que por muy legítimo que sea es de una parte.
Y en esas estamos. Llevamos
siete años desde que empezó la matraca del procés y, desde entonces, salvo para
unos cuantos que han hecho del secesionismo su modus vivendi, todo ha ido de
mal en peor para la gran mayoría de ciudadanos. Desde la economía a la cohesión
social. Desde la imagen de Cataluña en el exterior hasta la fuga de empresas a
territorios social y políticamente más estables, con garantías jurídicas y
fiscales.
Pero es que no son sólo las
grandes cuestiones o los enunciados grandielocuentes. Es que la deriva política
está afectando el día a día, en asuntos tan básicos como la sanidad o los
servicios sociales.
Es el caso de la sanidad. El
tiempo de espera para una operación quirúrgica viene a ser de 73 días, 74 para
hacer una prueba diagnóstica y casi 100 para que visita un especialista. Pero
podemos estar tranquilos, este verano han cerrado 1.900 camas. Como todo el
mundo sabe las enfermedades también hacen vacaciones.
Si echamos un vistazo a los
servicios sociales, la cosa no está mucho mejor. Uno de cada tres dependientes
catalanes (73.000 personas) con grado asignado espera recibir la prestación que
le corresponde. Desde 2006 que se aprobó la Ley de Dependencia han muerto en
Cataluña más de 36.000 personas sin que les llegase la ayuda que les
correspondía, habiéndose agotado los plazos que la normativa estipula.
Por otra parte, la tasa de
pobreza de la población se sitúa en el 21,3%.
Por lo que respecta a la Renta Garantizada de Ciudadanía, que se aprobó
a bombo y platillo en el Parlament, desde 2017 sólo se han concedido 13.100, un
pírrico 21% del total de personas que lo solicitaron. Y 375.000 personas viven
en Cataluña en pobreza severa.
“Todo es culpa de Madrid que
nos maltrata”, pensarán algunos. Pues no. El Govern de la Generalitat funciona
con los presupuestos prorrogado de 2017 y los de 2019 ni siquiera los ha
presentado al Parlament y la Cámara catalana en quince meses sólo ha aprobado
una ley.
Si con estos datos aún no
tenemos claro cual es el nivel de nuestros gobernantes autonómicos será
suficiente con prestar un poco de atención a las actividades, declaraciones y
contra declaraciones que día sí, día también llevan a cabo nuestros
mandatarios.
Así, por ejemplo, la consejera
de Agricultura aún no ha tenido tiempo para recibir a los afectados por los
incendios del pasado mes de julio. El que fuera jefe de Gabinete del president fugado
sostiene que la bomba de la Guerra Civil encontrada en el mar, frente a la
Barceloneta, es una conspiración de la Guardia Civil.
El vicepresident del Govern y
consejero de Economía, Pere Aragonés ha impulsado al Govern para que lleve al
Estado ante los tribunales por bloquear los anticipos, que cifra en unos 1.317 millones
de euros, a cuenta del sistema de financiación. El consejero ignora o ha
querido ignorar, malévolamente, que el Abogado del Estado ha enviado un informe
al ministerio de Hacienda, según el cual un Gobierno en funciones no está
facultado para desbloquear esos fondos. Por lo que sería una ilegalidad dar dinero
a las autonomías en la situación actual.
De igual manera, parece que
Pere Aragonés desconoce que si estamos como estamos es porque el grupo
parlamentario de ERC en el Congreso de los Diputados, al igual que el de sus
socios en el Govern JxCat, impidieron con sus votos la tramitación de los
Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2019. Aquellos polvos trajeron
estos lodos. Con los PGE aprobados, otro gallo nos cantaría.
No obstante, la cereza del
pastel de los disparates la ha puesto, una vez más, el president supremacista
Quim Torra, al decir que el papel de España en la II Guerra Mundial fue enviar
a miles de soldaos de la División Azul a luchar al lado de Hitler. Este
individuo, además de un mediocre es un impresentable.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán
30/08/19
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