Hemos empezado mal el curso
2019-20120. Están sonando los tambores de una nueva recesión y aquí seguimos
como si nada, con el Gobierno en funciones y las instituciones bloqueadas. Por
el contrario, el banco central de Alemania, Bundesbank, admitió a finales del
pasado agosto que el país se encamina a una recesión técnica -se considera así,
cuando la economía retrocede durante dos trimestres consecutivos-.
La industria alemana del
automóvil está siendo el sector más afectado. Las restricciones sobre los motores
diésel y la caída de la reputación por los amaños hechos tiempo atrás con las
emisiones de CO2 están pasando factura. A esto hay que añadir la guerra
comercial entre EE. UU y China y el temor a un Brexit a la brava como el que
pretende el inefable Boris Johnson. Estos factores, están haciendo mella en una
economía que depende, quizás en exceso, de las exportaciones.
Para hacer frente a una
posible recesión los bancos centrales de los países de la UE están preparando
estímulos fiscales. Así, por ejemplo, el Gobierno de Ángela Merkel ya tiene
casi lista una inyección de 50.000 millones de euros para combatir la pérdida
de dinamismo de su economía.
Los expertos no tienen claro
si lo que se avecina es algo pasajero o, por el contrario, una crisis de
grandes proporciones. “Este año la zona del euro es el ejemplo perfecto de la
ley de Murphy; todo lo que podría salir mal está saliendo mal” dicen en el
último informe hecho público por el Bank off América. “En lugar de un verano
tranquilo, estamos ante una tormenta perfecta con un aumento de la
incertidumbre, con malos datos económicos, señales de deterioro e
incertidumbres políticas a nivel nacional y mundial””, apostilla el referido
informe del banco de inversión.
En este contexto España no
puede ser una excepción. Si bien durante la primera parte del año nuestra
economía mantenía un sólido crecimiento, de manera especial si se comparaba con
el resto de Europa, desde hace unos meses ha empezado a dar señales de debilitamiento. Como no puede ser de otra forma las
exportaciones se resienten ante la desaceleración mundial. Y aunque el turismo
ha registrado un leve aumento en la recaudación, no compensa la caída de la
venta de bienes al extranjero.
Hay datos que son muy claros y
ponen sobre el tapete lo delicada que empieza a ser la situación. En 2018
entraron en nuestro país, hasta el mes de agosto, casi 37.000 millones de euros
para inversión directa. Este año, en el mismo periodo, han entrado 7.600
millones. Por el contrario, se ha incrementado notablemente la entrada de
capital financiero, esto es, inversiones en bonos, acciones y otras operaciones
financieras, que por muy lucrativas que puedan ser para quien las lleva a cabo
dejan poco o nulo beneficio en la economía productiva de manera inmediata y
tangible.
Las consecuencias de esta
situación no se han hecho esperar. El mercado laboral ha empezado a acusar la
incertidumbre y ofrece claros síntomas de ralentización. Este mes de agosto se
han registrado la mayor pérdida de empleos, en ese período, desde 2008. En
concreto, han sido 212.000 trabajadores los que han dejado de cotizar a la
Seguridad Social.
Las perspectivas son poco
halagüeñas; tal vez por eso, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández
de Cos, ante el diseño de la nueva política monetaria y los retos del
envejecimiento y la globalización, quiere que la voz de nuestro país esté presente
allí donde se toman las decisiones, o sea, en el núcleo duro de la UE. Además, ahora que se va a producir el relevo
en la presidencia del Banco Central Europeo, es el momento de que se nos tenga
en cuenta por nuestro peso específico y no como convidados de piedra como
sucedió en 2008.
Todos somos conscientes de que
la UE en la anterior crisis actuó tarde y mal. Los resultados están a la vista:
una sociedad más débil, más fragmentada y con más diferencias. Hoy en día, son
más los que tiene mucho más y más, también, los que tienen mucho menos. Otra
situación como la de 2008 no la podremos resistir como sociedad, entre otras
cosas porque aún no nos hemos recuperado. Esperemos que nuestros dirigentes no
se acoquinen y actúen de forma adecuada y con diligencia, antes de que sea
demasiado tarde.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
10/09/19
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