03 de setembre 2019

APRENDER DE LOS ERRORES AJENOS

Fuimos cientos de miles los ciudadanos que el pasado 28 de abril, tras conocer los resultados de las elecciones generales celebradas ese día, sentimos una gran satisfacción porque, después de unos años dando tumbos, el PSOE resurgía de sus cenizas, y revalidaba en las urnas lo que menos de un año antes había logrado en el Congreso de los Diputados con el apoyo de otros partidos: la presidencia del Gobierno. Sin embargo, cuando cerca de la medianoche se conocieron los resultados definitivos de la jornada, muchos nos dimos cuenta de que con 123 diputados sería muy difícil gobernar.
Lamentablemente los peores augurios de aquella noche del 28 de abril se hicieron realidad. Por eso, se fijó la fecha de la investidura el 22 de julio, dando así margen para la negociación. Pues bien, llegaron el 22, el 23, el 24 y el 25 y el acuerdo no fue posible ni para un Gobierno de coalición ni para un Gobierno a la portuguesa.   
Ahora, después de unos días de asueto, se han reiniciado las conversaciones. El tiempo apremia, el 23 de septiembre es la fecha tope, si para entonces no hay Ejecutivo el jefe del Estado convocará elecciones y el 10 de noviembre tendremos que volver a votar. Si eso ocurre, serán, desde 2015, las cuartas elecciones generales.
La culpa es muy negra y no la quiere nadie. Aunque en público ningún partido diga que quiere ir a unas nuevas elecciones, todos han hecho ya sus cálculos y tienen la maquinaria electoral a punto para empezar una hipotética nueva campaña. Cada uno tiene sus razones y todas son respetables, pero la cuestión es si las razones de partido, vistas con la perspectiva de la ciudadanía, son de suficiente peso y calado como para justificar la convocatoria del 10-N
En el PSOE hay una gran desconfianza hacia Unidas Podemos y muchos socialistas piensan que de entrar gente de Iglesias en el Gobierno daría lugar a un Ejecutivo dentro de otro. Por su parte los podemitas que en el último ciclo electoral obtuvieron unos resultados más que discretos ven la entrada en el Gobierno como su tabla de salvación. De esa forma, se convertirían en partido del sistema y ganarían tiempo para asentarse de aquí a los próximos comicios.
El PP, por su parte, entiende que unas nuevas elecciones le darían la posibilidad de reagrupar el voto de la derecha que tan fragmentado quedó en abril pasado. Y Ciudadanos ubicados definitivamente en el conservadurismo, parece que ha decidido esperar que la corrupción acabe de carcomer a los populares para ocupar el espacio de los de Pablo Casado. Porque para los de Rivera, aunque lo disimules, su auténtico adversario es el PP, su aspiración es liderar el bloque de la derecha.
Como todos sabemos, en las últimas semanas, Pedro Sánchez se ha reunido con agentes sociales y organizaciones progresistas como movimientos feministas, ecologistas y del tercer sector. De esos encuentros ha salido un documento con más de trescientas propuestas programáticas, entre ellas varias de Unidas Podemos que estos días se está presentando en sociedad y, muy probablemente, en la semana del 9 al 15 se ofrecerá a la formación morada como base para llegar a un acuerdo de legislatura con los de Pablo Iglesias. Si las conversaciones avanzan razonablemente bien, es posible que Sánchez proponga incorporar al próximo Gobierno algún independiente de la órbita de los podemitas.
En este contexto sería muy positivo que los actores de este interminable culebrón tuvieran en cuenta algunas cuestiones, como por ejemplo que, en 2016, cuando hubo repetición de elecciones, la participación cayó tres puntos. ¿Cuánto podría caer ahora? Nadie lo sabe, pero es fácil pensar que la abstención afectará más a la izquierda. El 28 de abril mucha gente fue a votar para frenar a la extrema derecha, hoy ese temor se ha diluido y es muy posible que el espectáculo de desunión que están dando las izquierdas tenga un efecto desmovilizador.
Dice un viejo luchador que las elecciones forzadas las carga el diablo, No le falta razón a ese viejo amigo, sino que se lo pregunten a Susana Díaz que las adelantó dos veces y en las dos perdió escaños, hasta perder la presidencia de la Junta. También, en su momento, nos convocó Artur Mas para lograr una mayoría suficiente y pasó de 62 a 50 diputados. Incluso Theresa May quiso reforzarse para negociar el Brexit, convocó elecciones y perdió la mayoría absoluta.
De todos modos, parece que Pedro Sánchez lo tiene claro: “ni coalición, ni elecciones, hay otra vía: programa común progresista”, ha declarado en una entrevista publicada el pasado domingo.
Celebro que el presidente en funciones tenga bien meditada la fórmula que él considere más adecuada para salir de este marasmo. No obstante, sería deseable que además de consultar a su equipo de asesores, pegara la oreja al suelo y escuchara a la gente de la calle. La noche del 28-A los ciudadanos se reunieron en la puerta de la sede socialista en la calle Ferraz y gritaban: “con Rivera no”. No sé qué gritarían ahora, pero estoy seguro de que no gritarían:” elecciones sí”.

Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 02/09/19
 

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