Los amables lectores me van a permitir que empiece este
artículo con un exabrupto: lo del Procés y sus consecuencias es para mear y no
echar gota.
La huelga general convocada
por el sindicato independentista Intersindical-CSC, el pasado 21 de febrero, en
apoyo de los políticos presos que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo,
tuvo escaso seguimiento. En el comercio el paro fue muy minoritario y en la
industria ni se notó. La Administración ralentizó un poco su actividad y buena
parte de los estudiantes universitario se fumaron las clases. Sin embargo, quien
estuvo como pez en el agua fueron los CDR cortando carreteras y líneas
ferroviarias, ocupando las vías durante casi toda la mañana. También estuvo cerrado
el Parlament y ninguno de los consejeros del Govern tuvo agenda oficial ese
día. Ver para creer.
Que eso suceda en un país de
Europa ─que tenga Estado o no, para el caso es igual─, es una vergüenza. Parece
más propio de una república bananera que de una sociedad occidental próspera,
desarrollada y culta como es y queremos que siga siendo la catalana. Bien
queremos casi todos. A veces pienso que algunos, con el Govern a la cabeza, nos
quieren hacer retroceder hasta el siglo XVIII y que haya otra guerra de
Sucesión como la de 1714. Quizás, entonces, se sentirían más cómodos. Me
imagino a alguno de los líderes independentistas como Conseller en Cap y
dirigiendo a la Coronela, no tiene desperdicio. Les sugiero que hagan ese
pequeño ejercicio de imaginación.
Volviendo a la realidad y en
presente, lo del 21 de febrero no tiene nombre. En Cataluña hay casi 50.000
delegados sindicales, de los cuales poco más de 300 son de la
intersindical-CSC, es decir, independentistas, que no llegan ni al 1% del
total. Pues bien, que sean ellos los que marquen el paso en el mundo laboral,
por lo menos, da que pensar.
Pero es que, además, y como
siempre, funcionan con añagazas, mentiras y falsedades. Aunque la huelga se
registró por motivos laborales, todo el mundo sabía que su objetivo era
político. Es su manera de ser y actuar. No tienen ni valor ni capacidad para
más.
Que, ni de lejos lograron sus
objetivos, es algo evidente. No obstante, como los secesionistas tienen por
costumbre magnificar todo lo que hacen ─aunque sea tirarse una ventosidad─,
para ellos la huelga fue un éxito y, el mismo día por la tarde, llevaron a cabo
una manifestación en Barcelona, bajo el lema “Sin derechos no hay libertades”,
en la que participaron unas 40.000 personas según la Guardia Urbana y 200.000 según
los convocantes. Y luego dicen que los andaluces son exagerados.
El caso es que los
organizadores quedaron tan satisfechos y se miraron tanto el ombligo que ya
están pensando en celebrar una mani similar en Madrid el próximo 16 de marzo. De
hecho, están calculando por cuanto les pueden salir los autocares y un bocata
de chóped por asistente. Claro que por dinero no se han de preocupar, para eso
está el Govern. Si hace falta se recorta de sanidad, de enseñanza, de las becas
comedor o de donde haga falta. Todo sea por la causa.
¿Hasta cuándo abusarás,
Catilina, de nuestra paciencia? Empezó diciendo Cicerón en su primera
Catilinaria.
¿Hasta cuándo soportaremos los
ciudadanos de buena fe las movilizaciones impertinentes de los independentistas
radicales? Me pregunto yo.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
26/02/19
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