20 de febrer 2019

ENTRE DOS FUEGOS


Lo han vuelto a hacer. ERC que se autodefine como un partido de izquierdas, progresista y con fuertes inquietudes sociales se ha alineado, una vez más, con la derecha más rancia y cavernícola. 
En efecto, PP, Cs y los seudo republicanos juntaron sus votos para evitar la tramitación de los Presupuestos y forzar, de ese modo, que Pedro Sánchez haya tenido que disolver las cámaras y convocar elecciones.
Que los neo convergentes, reconvertidos en el PDeCAT, voten con el PP tiene su lógica. Por más que quieran negarlo comparten ADN ideológico. Son dos caras de la misma moneda del nacionalismo más sectario. De una nación sin Estado, unos. De una nación con Estado, otros. Ejemplos que lo certifican encontraríamos en las hemerotecas y diarios de sesiones del Congres y Parlament hasta aburrir. ¿Quién no recuerda que el PP de Cataluña, cuando lo presidía Alicia Sánchez Camacho, se abstuvo para que Artur Mas aprobara las cuentas de la Generalitat? ¿O ya hemos olvidado que CiU votó con lo populares de Rajoy la reforma laboral, a cambio de nada, porque el PP entonces tenía mayoría absoluta? Son cosas de la política dirán algunos. Cierto. Pero, también, son un retrato de quien es quien.
Por eso duele, aunque no me sorprende, que Esquerra haya votado para tumbar los Presupuestos en el trámite parlamentario. Sucedió lo mismo en 2006 cuando se votó el Estatut en referéndum por parte de la ciudadanía. Ellos pidieron el, no. Exactamente igual que el PP. Entonces dijeron que los motivos eran distintos, Quizás sí, pero una vez dentro de la urna, unas papeletas y otras eran totalmente iguales: en ambas ponía NO.
Ahora la historia se ha repetido. En el Congreso de los diputados el NO de Pablo Casado se contó igual que el de Joan Tardà y el de Gabriel Rufián no se distinguió del de Albert Rivera, y es que, en el fondo, no son tan distintos.
Los ciudadanos hemos de agradecer a todos los que han dinamitado la tramitación parlamentaria de las cuentas del Estado que seremos un poco más pobres y tendremos menso prestaciones. A Cataluña dejarán de venir más de 2.000 millones de euros. Los parados de más de 52 años se quedarán sin ayudas a la inactividad de larga duración. Los estudiantes catalanes tendrán menos becas. Se restringirán las ayudas de comedor para menores en riesgo de exclusión y el servicio de Rodalíes se quedará sin 500 millones de euros para su puesta al día. Pero todo esto son cosas sin importancia cuando se trata de mantener la tensión para sostener la causa.
Los independentistas se han disparado un tiro en el pie. Esta situación no beneficia a nadie a excepción de la derecha extrema y a los del “cuanto peor mejor.”
Sin embargo, entre el secesionismo más intransigente no son pocos los que piensan que radicalizando la situación se podrá replantear una nueva DUI. Craso error. Cometieron graves errores y no han aprendido nada. Desconocen aquella máxima que dice: “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible.”
La izquierda posible está atrapada entre dos fuegos: el de la derecha casposa y preconstitucional y el independentismo más radical. Cuando el 28 de abril pongan las urnas, nos tocará escoger entre retroceder cuarenta años a la España en blanco y negro y vivir en la confrontación permanente. O, bien, apostar por un gobierno que apueste por el diálogo, revierta los recortes, luche contra la precariedad y practique políticas de igualdad y justicia social. Que es lo que ha hecho Pedro Sánchez en estos meses que ha estafo la frente del Ejecutivo.
Entre todos decidiremos, pero después de nada servirán ni las lamentaciones ni las quejas.

Bernardo Fernández
Publicado en e noticies 19/02/19


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