La victoria de Ciudadanos en
las elecciones al Parlament el pasado 21 de diciembre es incuestionable. Tan
incuestionable como que los escaños logrados por la formación naranja no son
suficientes para formar gobierno. En consecuencia, todo indica que será Junts
per Catalunya con la complicidad de ERC y, muy probablemente de la CUP, los que
elijan president. Ahora bien, primero han de resolver el galimatías jurídico en
que andan inmersos (el presidenciable huido de la justicia y dieciocho diputados
electos imputados) y después limar las diferencias que tienen entre si, que no
son pocas ni menores.
Si logran salvar esos escollos,
las formaciones independentistas tendrán todo el derecho del mundo a unir sus
fuerzas para sumar una mayoría parlamentaria que les permita colocar una
persona al frente de la Generalitat de Cataluña. No obstante, sería conveniente
que se dieran una ducha escocesa de realismo político que les permitiera
entender la magnitud de la situación.
Así las cosas, crucemos los
dedos para que elijan el president que necesita Cataluña, una persona con seny,
no el que ellos creen que les conviene.
Ese nuevo president deberá
luchar hasta la extenuación para consolidar, actualizar y mejorar nuestro
autogobierno, hasta donde sea posible. Para lograr tales objetivos será
necesario que se valga del diálogo con el resto de las fuerzas políticas y
utilice el marco que brinda la constitucionalidad española. En este contexto,
sería un gran acierto desechar la avaricia fiscal que ha caracterizado otras
épocas y que descarte pedir privilegios. El reconocimiento y la aceptación de
los otros vendrá cuando los catalanes aceptemos compartir, con las autonomías
que lo deseen, el afán de más autogobierno que caracteriza a los Estados
federales más avanzados.
Ni por lo más remoto nos
podemos permitir otra frivolidad como la DUI. Es evidente que esa vía no cuenta
con el más mínimo soporte ni dentro ni
fuera de la UE. Necesitamos un president que encabece un Govern que hable y se
preocupe de crear empleo, de los problemas de la educación y de como recortar
las listas de espera de la sanidad.
Cataluña necesita, entre otras
muchas cosas, estabilidad política, seguridad jurídica e incentivos fiscales
para que las empresas que marcharon regresen. Vivimos en la era de la
tecnología global y sólo mediante la internacionalización y la innovación las
empresas podrán seguir adelante. De manera simultánea, hemos de dotarnos de un
sistema educativo que forme a los jóvenes para que estén a la altura de las
circunstancias. Ese es el auténtico reto del futuro.
Sería un gravísimo error
permitirnos el lujo de volver a las andadas. Eso, lo pagaríamos todos los
catalanes y con un coste muy elevado. Se trata, pues, de actuar no con miedo
sino con responsabilidad. A Mariano Rajoy no le temblará la mano si ha de
volver a aplicar el artículo 155. Y si eso sucede, esta vez no se podrían
celebrar elecciones hasta dentro de un año. En ese supuesto, la intervención
sería mucho más larga y dura de lo que ha sido ahora. Tal vez, esa situación
sea la que convenga a los más radicales, pero no desde luego a la inmensa
mayoría. Lo que necesitamos en estos momentos, quizás más que nunca, es un
president y un Govern con seny, mucho seny.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
28/12/17
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