TV3 es la televisión
autonómica con más audiencia de España. Sus informativos son los más seguidos
de Cataluña. No obstante, el modelo, que se puso en marcha en 1983, hace tiempo
que está emitiendo señales de agotamiento.
Los motivos son varios, pero
se podrían sintetizar en tres vertientes: la politización crónica, la caída de
los ingresos publicitarios más los recortes de presupuesto y el alejamiento de
diversos segmentos de público por el sesgo político de la información y/o los
formatos fosilizados.
El presupuesto más alto
alcanzó la cifra de 450 millones de euros, sin embargo, el del último año se ha
quedado en 307.
La plantilla se ha reducido
casi un 16%. Pese a ello, la masa salarial supone el 53% del gasto.
En cambio, el último
presupuesto para contratación externa ha sido
de 28,5 millones de euros, el 46% de lo invertido en ese concepto en
2010. Una cifra muy pequeña si se compara con otras casi mastodónticas que se
manejan en la cadena.
Con estos datos sobre la mesa
es poco cuestionable que el modelo debe revisarse. Seguir así es sencillamente
inviable.
De todos modos, desde el 1 de
octubre los informativos han ganado una audiencia de casi un 40%, el motivo es
claro: los acontecimientos que el procés ha generado.
Por otra parte, el reparto de
cargos entre CiU (ahora PDCAT) y ERC, tanto para TV3 como para Catalunya Radio,
es una evidencia. Por todo ello, la dependencia del Govern es total y eso
convierte a la televisión pública catalana en un apéndice del ejecutivo de la
Generalitat.
Esa dependencia hace que las
críticas se basen en la parcialidad de la información, el tono utilizado y la
carencia de autocrítica respecto al procés independentista y a los partidos que
lo promueven.
Hasta el momento TV3, no tan
solo es una televisión con un claro sesgo partidista, sino que está al servicio
de una causa. De hecho, toda la programación, además de los informativos, está
tamizada por el proyecto de secesión, donde unos (los de aquí) defienden de
forma democrática una causa noble y justa, mientras que los otros (los de allí)
utilizan la razón de la fuerza para cercenar el sueño de libertad de todo un
pueblo.
Se ha llegado a tal punto de
radicalización que se han suspendido programas, como fue el caso del programa
satírico Polonia cuando se encarceló a parte de ex miembros del Govern. También
se han llevado a cabo programas especiales tomando como excusa los más
variopintos motivos secesionistas. Todo vale para enaltecer la causa de esa
hipotética libertad. Por no hablar de las tertulias en las que a los
participantes sólo les falta llevar el carné del partido colgado del cuello a
modo de documento identificativo. No es casualidad, tampoco, que la Junta
Electoral haya prohibido hablar de los miembros del Govern cesado como si
fueran integrantes de un ejecutivo en activo.
La penúltima información
sonrojante (la última siempre está por llegar) es la que se está dando estos
días, a raíz de la no excarcelación de los Jordis, Junqueras i Forn. Parece que
estos personajes sean unos santos varones que no han roto nunca un plato, más
inocentes y cándidos que un bebé en la cuna.
Pues bien, ahora, con la
campaña electoral en marcha, TV3 se la juega. Se la juega porque después de estos
comicios, si se produce un cambio de gobierno, acabará habiendo, también, un
cambio en la orientación de los medios de comunicación públicos que dependen
del Govern.
Según García Albiol, líder del
PP catalán: “los medios públicos han convertido en una institución favor de la
agitación institucional”. Algo similar se ha dicho desde Ciudadanos y Miguel
Iceta, desde el PSC, ha apuntado que hay que priorizar cuestiones como la
sanidad y la educación y dotar a los medios públicos de comunicación de unos
presupuestos acordes con nuestras posibilidades y la realidad que estamos
viviendo.
Visto lo visto, tengo la
sensación de que TV3, la “Nostra”, como la conocemos ahora tiene los días
contados.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán 07/12/17
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