En los cuarteles generales de
Junts per Catalunya y Esquerra Republicana los nervios están a flor de piel.
Según apuntan la mayoría de las encuestas, el próximo día 21 podría darse un
vuelco electoral y el secesionismo catalán perder la hegemonía y con ella el
momio que ha significado para muchos de ellos.
En estas circunstancias, no es
de extrañar que los cerebros pensantes del procés se devanen los sesos buscando
argumentos con los que recuperar la moral de la tropa.
La verdad es que siempre han
andado muy justitos de razones lógicas y creíbles para defender sus postulados.
Lo suyo ha sido más de épica y de sentimientos. Por eso ahora se agarran a un clavo ardiendo,
cualquier argumento, por peregrino que resulte, puede servir si así se espolea
a algún incauto de buena fe, que haberlos hay los.
En este contexto, los
estrategas del tema están buscando desesperadamente motivaciones para levantar
la moral del personal. Por eso han recuperado el mantra del expolio fiscal, sinónimo
del “Espanya ens roba” de las épocas más gloriosas de Jordi Pujol.
“Pagar en torno al 9% de su
PIB por concepto de solidaridad y con frecuencia más, se convierte en un
expolio que perjudica gravemente a Cataluña y su gente.” Dijo Pujol, hacia mediados
de los años noventa. Esta falacia, repetida hasta la saciedad, acabó
convirtiéndose en uno de los agravios comparativos preferidos para justificar
su animadvresión a España. Y ha sido utilizada a destajo, primero por los
nacionalistas y más tarde por los independentistas.
Artur Mas quiso seguir
explotando la falsedad al publicar, en 2012, un estudio, según el cual Cataluña
estaría aportando 16.409 millones de euros al presupuesto común.
sostiene el economista Antoni
Zabalza que hay que distinguir entre los ciclos económicos. Si en tiempos de
bonanza el déficit catalán oscila en torno al 8%, en las fases de crisis se ha
llegado al superávit por parte catalana. En términos semejante se expresan Josep
Borrell y Joan Llorach en su libro las cuentas y los cuentos del
independentismo. En el mismo recogen una estimación de la Generalitat en la que
el desencaje de 2015 anduvo sobre los 3.228 millones de euros, es decir, el
1,6% del PIB; muy alejado pues, de las cifras utilizadas por los voceros
oficiales del procés y sus palmeros.
Bien es verdad que Cataluña es
un contribuyente neto al resto de España y, sin embargo, recibe menos inversión
que lo que debería por su PIB y su población. Así, por ejemplo, en el período
2011- 2015, la inversión en el conjunto de España bajó un 36,6%, pero en
Cataluña un 57,9% y la ejecución fue aún mucho peor. Ciertamente, hay
disfunciones, pero para arreglarlas existe el dialogo, la negociación y el
pacto.
De todos modos, conviene saber
que Cataluña no es ni la única ni la primera comunidad que aporta al Estado más
de lo que recibe. En las mismas condiciones y por delante, están Madrid y
Baleares.
Además, no debemos perder de
vista que la contribución no sale de los presupuestos que se aprueban en el
hemiciclo del Parque de la Ciutadella, sino que viene dada por la mayor
fiscalidad debida a la mayor riqueza de los ciudadanos catalanes.
Por otra parte, no hay que
olvidar que en la balanza comercial Cataluña obtiene superávit frente a todas
las comunidades autónomas y, por consiguiente, respecto al conjunto.
En definitiva, es cierto que
en términos fiscales Cataluña aporta más de lo que recibe, pero en todos los
países del mundo civilizado sucede que las regiones, autonomías, landers o
estados contribuyen en función de la capacidad fiscal de sus ciudadanos, tengan
el sistema político que tengan. Ocurre lo mismo en las ciudades: los barrios
ricos pagan más que los barrios menos ricos o pobres. Eso es así porque los habitantes
de los primeros tienen rentas más elevadas.
En cualquier caso, todo esto
tiene solución. Una de ellas, aunque no la única, es respetar el principio de
ordinalidad. Por eso, hablar de expolio fiscal no sólo es un insulto, es una
falacia.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán
17/12/17
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