Tras ganar, en 1979, las
primeras elecciones municipales de la democracia reinstaurada en España, Narcís
Serra se convirtió en el alcalde de Barcelona. Llegó al Ayuntamiento acompañado
entre otros de Oriol Bohigas, quien a la postre sería uno de los artífices de
lo que después se denominó el modelo Barcelona. Un modelo que, por cierto, más
tarde han seguido diversas ciudades del planeta.
Al entrar en el consistorio,
lo primero que encontraron los nuevos mandatarios fue la caja vacía y, a
continuación, un enorme déficit en todas las prestaciones que debía dar el
ayuntamiento.
De todos modos, la carencia
más acusada y la de mayor envergadura eran las infraestructuras. En ese
contexto, se decidió tirar adelante a partir de tres ejes vertebradores, que
fueron: la iniciativa pública, la cooperación con el sector privado y la
movilización ciudadana.
Después, en la década de los
ochenta y con Pasqual Maragall al frente, se diseñaron y se materializaron casi
un centenar de espacios públicos repartidos por los distritos de la ciudad. Con
esas acciones se lograba una cierta redistribución de recursos y una relativa equidad
territorial. Además, se empezaron a configurar las áreas olímpicas y, sobre
todo, se diseñó la obertura al mar.
En esa época llegó la
nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos del 92. Entonces, a
la ciudad se le rompieron las costuras. “la cita servirá para acabar todo
aquello que las grandes exposiciones de 1988 y 1929 habían dejado a medio
hacer, como Poblenou o Montjuic.” Dejó por escrito en 1990, el alcalde
Maragall. Pocas veces se ha visto tanta sintonía entre una sociedad y un
proyecto institucional como se vio en la organización y realización de las
olimpiadas del 92 en Barcelona. Fue un tiempo en el que se sentía un sano
orgullo de ser barcelonés.
Tras los juegos, la ciudad no
dejó de crecer se colocó internacionalmente y se convirtió en un polo de
atracción de primera magnitud. Después, hubo vaivenes y llegó la crisis; sin
embargo, Barcelona aguantó mucho mejor que otras ciudades, basta con echar un
vistazo a los números y al endeudamiento de otras metrópolis para corroborar
esta afirmación.
No obstante, la ciudadanía en
2011 decidió que más de 30 años gobernando siempre los mismos era demasiado y
cambiaron de enseña. Así llegó Xavier Trias a ser alcalde. Y así llevó a cabo
un mandato light (sin chicha ni limoná que diría un castizo), por eso a los
cuatro años los ciudadanos optaron por la nueva promesa: Ada Colau, que, en los
poco más de dos años que lleva al frente del ayuntamiento, ha puesto de
manifiesto de forma reiterada sus escasas capacidades para desempeñar las
tareas que le son propias.
De hecho, los problemas con el
turismo y la vivienda fueron dos factores determinantes que catapultaron a
Colau a la alcaldía. En efecto, tan sólo 17.000 votos separaron a Barcelona en
Comú, partido de la alcaldesa, de CiU, pero los suficientes para obtener 11
concejales de un total de 41 y lanzarse a la aventura de gobernar en minoría.
Sin embargo, y ante lo precario de la situación, transcurrido un año optaron
por llegar a un acuerdo con el PSC, para codirigir la ciudad.
Ciertamente, y pese a ser un
matrimonio de conveniencia (cosa muy habitual en política), el pacto dio buenos
resultados puesto que proporcionó estabilidad al gobierno municipal, descargó
de trabajo al equipo de la alcaldesa y produjo una aproximación muy necesaria
tanto al mundo económico como al de la cultura. Pero el apoyo de los
socialistas al artículo 155 de la Constitución para intervenir al Generalitat
ha hecho que éstos sean expulsados del gobierno municipal.
No en vano, semanas atrás
Josep Borrel llamó a la alcaldesa “la reina de la ambigüedad” y no le faltaba
razón al exministro porque Colau había dicho que estaba en contra de la DUI,
pero también del 155. De la misma manera que dijo que fue a votar el 1 de
octubre y votó en blanco. Sin comentarios.
Sea como sea, el caso es que
Colau vuelve a gobernar en solitario, con lo que eso significa, y los temas estrella:
turismo y vivienda siguen encima de la mesa, y todo pinta que sin solución.
Tanto es así, que incluso la Plataforma de Afectados por la Hipoteca,
asociación que creo la propia Ada Colau y que es donde ella se ha forjado
políticamente, ha criticado abiertamente la gestión que desde el ayuntamiento
se hace con toda la problemática de los alquileres de las viviendas.
Por si todo esto fuera poco,
sólo ha faltado que, la codiciada Agencia Europea del Medicamento, se haya
decidido finalmente establecer en Ámsterdam. Se esfuman, de ese modo, más de
900 altos funcionarios y un negocio redondo a su alrededor.
Sin duda alguna, la
inestabilidad política, la inseguridad jurídica, sumadas a la errática e
ineficaz política municipal han jugado un papel determinante a la hora de decidir
la ubicación de la sede de la mencionada Agencia.
Seamos sinceros, Barcelona,
inducida por la ineficacia de la gestión y la incapacidad política, ha iniciado
un declive tan difícil de parar como de cuantificar, pero a la vez incuestionable.
Dependerá, y mucho, de la evolución de los acontecimientos en los próximos
tiempos, la valoración de la ciudad en el mundo.
Una cosa más que podemos
colgar en el haber de los independentistas y su maldito porcés. Luego dirán que
somos unos desagradecidos, pero por favor: dejen de dar la matraca y vuelvan a
la realidad. Sus desvaríos nos perjudican a todos.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
27/11/17
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