Cuenta
la leyenda, conocida en todo el mundo, que “el holandés errante” es un barco
que no pudo volver a puerto, condenado a vagar para siempre por los océanos del
mundo. El velero es siempre oteado en la distancia, a veces resplandeciendo con
una luz fantasmal. Si otro barco lo saluda, su tripulación tratará de hacer
llegar sus mensajes a tierra, a personas muertas siglos atrás.
Me ha parecido oportuno traer
a colación esta fábula porque el papel que intenta jugar el cesado, como
presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont tiene ciertas similitudes con la
narración holandesa.
El expresident de la
Generalitat inició su hégira particular, tras la puesta en marcha, por parte
del Gobierno central, del artículo 155 de la Constitución.
Primero colgó una foto en las
redes sociales, insinuando que estaba en el Palau de la Generalitat, cuando en
realidad, acompañado de una parte de los exconsejeros viajaba en coche hasta
Marsella, para desde allí coger un avión a Bruselas. Todo de lo más normal.
Una vez allí, se ha dedicado a
montar su estrategia de defensa, y lo ha hecho en dos frentes: el jurídico y el
político.
Para calentar el ambiente, no
ha dudado en mentir descaradamente y faltar el respeto al conjunto de la
ciudadanía española, con afirmaciones tales como que en España la democracia es
de baja calidad, que vivimos en un Estado autoritario, que lo hecho en Cataluña
por el Gobierno central ha sido un golpe de estado y otras bagatelas por el
estilo.
En el terreno jurídico, desde
el primer día de su llegada a Bruselas empezó a maniobrar para postergar cuanto
sea posible ser entregado a las autoridades españolas, aprovechando las
especificidades legales belgas.
Después, cuando el regreso sea
inevitable, con toda seguridad planteará un recurso ante el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos.
Todo ello, con dos objetivos
perfectamente definidos: Extender la idea de que en España se vulneran los
derechos humanos, por una parte y, por otra, estar fuera del alcance de la
justicia española, tanto tiempo como sea posible.
En el ámbito político, Puigdemont
necesita, como los campos el agua de mayo, qué en las elecciones del 21 D, que
serán unos comicios con una fortísima carga emocional, unos muy buenos
resultados para lograr que Europa observe a Cataluña de otra manera y poder
relanzar, así, el proyecto independentista, con el objetivo de que el Gobierno
central, hinque la rodilla en el suelo y acepte un referéndum de secesión.
Hasta el momento, el apoyo a
España por parte de todos los miembros de la UE, sin excepciones, ha sido
monolítico. Ahora bien, no conviene descuidarse, no vaya a ser que surja algún
iluminado que oiga cantos de sirena y los confunda con música celestial.
Estos días el expresident anda
empeñado en elaborar una lista electoral de “país”, a partir de una plataforma
de electores o algún invento similar. Sin embargo, tanto ERC como la CUP ya le
han dado calabazas. Los primeros presienten que ganaran las próximas elecciones
autonómicas, al menos así lo indican los sondeos hechos hasta el momento. Por
su parte, los antisistema tendrían muy difícil dar una explicación coherente a
compartir cartel con los adalides de los recortes y sus sucesores por más
“indepes” que digan ser.
La verdad es que a la gente
del PDCAT (Convergencia 2.0) les han empezado a temblar las piernas al ver el
sesgo de todas las encuestas que se van publicando. De ahí, que busquen, aunque
sea un clavo ardiendo, donde agarrarse para no caer por el precipicio político
y quedar reducidos a la marginalidad.
Ante estas nefastas
perspectivas, esperemos que a Carles Puigdemont no le suceda como al barco de
la leyenda a la que me he referido al inicio de este escrito. Por más necedades
que haya cometido nadie se merece estar vagando eternamente en la inmensidad
del espacio. Debe ser muy aburrido. Además, seguro que hace mucho frío por ahí
fuera, sin el calor de los suyos. Por eso, hemos de esperar que vuelva, aunque
sea en Navidad. Ahora bien, que pase primero por la Audiencia o el Tribunal
Supremo que le explicarán de que va la Constitución, el Estatuto, el Estado de
derecho y otros detalles que parece desconocer.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies
13/11/17
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