La política tiene giros inesperados.
Nos fuimos de vacaciones con Pedro Sánchez contra las cuerdas, mientras que el
PP cerraba su XXI Congreso, celebrado en Madrid, en un ambiente de euforia mal
contenida. En pleno mes de agosto y con los incendios forestales arrasando
media España, a Núñez Feijóo le faltó tiempo para acusar al Ejecutivo de falta
de previsión e ineficacia. Sin embargo, muy pronto se vio que las autonomías
gobernadas por el PP flaqueaban en la gestión de aquella tragedia. Poco después
llegó el inicio del curso político y Sánchez anunció una serie de medidas contra
el genocidio en Gaza, entre las que destacaban el embargo de armas al ejército
de Israel; convirtiendo a nuestro país en referencia para otros Estados frente
a la barbarie que se está cometiendo con el pueblo palestino. Esa iniciativa
cogió a Feijóo con el pie cambiado. Solo le ha faltado al líder de los
populares a Díaz Ayuso jugando a la contra, al otorgar, al equipo ciclista
israelí que participó en la vuelta a España, la medalla de oro de la comunidad
y prohibiendo la colocación de la bandera palestina en los colegios de Madrid, y
a José María Aznar enredando, poniéndose incondicionalmente al lado de
Netanyahu. “Éramos pocos y parió la abuela” debió pensar Núñez Feijóo, mientras
hacía contorsionismo político para no desbarrar.
Feijóo había condenó “la masacre de
civiles” en el Congreso, pero no habían pasado ni 48 horas cuando Aznar al
clausurar unas jornadas de la FAES decía que: “si el Gobierno de Benjamín Netanyahu
perdía lo que está haciendo Occidente se situará al borde de la derrota total”.
Es evidente que a este señor le va la marcha y no quedó satisfecho con la
guerra de Irak.
La tensión intramuros en el PP es
evidente, Aznar y Ayuso marcan el ritmo. En ese contexto, Feijóo volvió a
modular sus críticas a Israel. El líder hace oídos sordos a determinados
sectores dentro del partido popular que piden endurecer su rechazo a la matanza
que está cometiendo el ejército israelí. Fuera de cámara, no pocos veteranos creen
que desde la calle Génova se ha de marcar posición y dejar la equidistancia
para otras ocasiones.
Solo les ha faltado el discurso de
Felipe VI en el pleno de Naciones Unidas para hacer más visibles las dos almas del
PP, por un lado los templados y por otro los trumpistas encabezados por Díaz Ayuso.
De hecho, algunos barones territoriales como el presidente gallego, Alfonso
Rueda, el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonillo o el presidente de Aragón, Jorge
Ascón ya han admitido sin tapujos que lo de Gaza es un genocidio y no valen las
medias tintas. Y hay tenemos a Alberto Núñez Feijóo entre dos aguas, intentando
nadar y guardar la ropa. Algo que en política casi nunca da resultado y menos
cuando se trata de un líder que se supone ha de tener capacidad de
discernimiento y marcar la pauta a los que lo siguen.
La falta de criterio y cuajo político
de Núñez Feijóo son de una pasmosidad aplastante. Desde que Pedro Sánchez, el
pasado mes de mayo, reconoció en público que la creación del Estado palestino
era la solución al endémico problema de Oriente Próximo el líder de la
oposición ha ido cambiando de opinión, pero sin acabar de posicionarse de una
forma clara. Lo único claro para él, es que Pedro Sánchez tiene la culpa de todo:
“¿Piiove? Porco Governo”, parece ser la idea fuerza que inspira su proyecto
político.
En su obsesión por denunciar todo lo
que hace Sánchez el líder de los populares se ha desmarcado de la línea que
sigue el Partido Popular Europeo (PPE) que no es otra que condenar lo que está
ocurriendo con los palestinos, es decir, en línea con el Ejecutivo de nuestro
país.
La impericia de Feijóo y su equipo de
asesores es descomunal. Según varias encuestas recientes, sobre el 85% de la
población está en contra de lo que ocurre en Gaza y en eso coinciden tanto los
votantes del PP como del PSOE. Por lo tanto, sin llegar hacer seguidismo y sin
que las encuestas marquen, parece lógico pensar que hay que estar atento a lo
que dice la calle.
Algo similar le ocurre con Vox, pero
al revés: el PP está haciendo un seguidismo descarado de la ultraderecha, en
especial de la inmigración y la xenofobia que Feijóo los ha abrazado sin
sonrojarse, pero no son las únicas cuestiones.
Hay quién dice que Pedro Sánchez
tiene una flor en el culo. No lo sé y, desde luego, no tengo el más mínimo
interés en comprobarlo. Lo que sí es evidente es que Sánchez es un tipo con
arrojo y determinación que toma decisiones, a veces arriesgadas, y lucha por
ellas. O dicho de otro modo: es la antítesis de Núñez Feijóo, un hombre
dubitativo y apocado, incapaz de tomar una decisión y luchar por ella. Quizás
en esa actitud tenga mucho que ver que su llegada al liderazgo del PP que fue
posible porque Díaz Ayuso le abrió la puesta de la calle Génova y él se siente
en deuda con la presidenta madrileña y sabe que su liderazgo tiene fecha de
caducidad, será en las próximas elecciones generales, llegado ese momento, o se
instala en la Moncloa o se va a su casa, no hay más.
Esa actitud personal, más allá del credo
ideológico de cada cual, es, a mi modo de ver, la diferencia más sustancial entre
el actual presidente del Gobierno y el líder de la oposición: la determinación
de uno para mantenerse dónde está y defenderse contra viento y marea, frente al
otro, apocado y con muy poco fuelle que parece conformarse con ver la vida
pasar y ser candidato a la presidencia.
Bernardo Fernández
Publicado en Catalunya Press
29/09/2025
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