Todas las encuestas publicadas, desde
la vuelta de las vacaciones de verano, anuncian que Vox le está recortando las
distancias al PP a marchas forzadas. En la calle Génova saben que tienen una
vía de agua abierta por donde se les están escapando los votos a borbotones, y
si no encuentran rápidamente un antídoto, esos votos acabarán yendo al zurrón
de Santiago Abascal.
Ante esta situación tan poco
halagüeña para los intereses electorales de los populares, Alberto Núñez Feijóo
y su grupo de colaboradores más cercanos han decidido bajar a la arena y
enfrentarse abiertamente a la derecha extrema, pero en vez de hacerlo con un
proyecto propio y con propuestas que refuercen el Estado del bienestar, han
decidido ponerse a rueda de los de Abascal imitando sus políticas.
Y claro, es casi imposible que eso
funcione. Algunos expertos en demoscopia sitúan el trasvase de votos del PP a
Vox en cerca de un millón, es decir, una barbaridad.
Salvando las distancias —que son
siderales—, la actitud del PP me recuerda a la de la izquierda catalana en
general y del PSC en particular de años atrás, cuando los progresistas se
acomplejaban ante las iniciativas nacionalistas y pensaban que la solución era
imitarlas. Craso error como quedó demostrado porque el personal siempre
prefiere el original a la copia.
Uno de los ejemplos más evidentes de esa
deriva de Feijóo es el plan sobre inmigración presentado hace unos días en
Barcelona. El líder del PP aseguró que la nacionalidad española es “un regalo”,
cuando la mayoría de extranjeros han de esperar 10 años y pasar un examen para
acceder a ella. En su opinión, “No puede ser un mero trámite administrativo.
Ser español no es solo vivir en España: es participar de un proyecto común,
compartir una historia, unos valores y un destino. Por eso proponemos reforzar
los requisitos de acceso a la nacionalidad. Queremos elevar el nivel de
exigencia lingüística, cultural y constitucional”, dijo en su intervención. Sin
embargo, según Marcelo Belgrano, abogado con 35 años de experiencia en
extranjería, coordinador de los servicios de extranjería y asilo del
Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM)
a la vez que vocal de la subcomisión de extranjería del Consejo General
de la Abogacía Española (CGAE), explica
que: “Para acceder a la nacionalidad española, los extranjeros de la mayoría de
países [el ”caso general" para la Administración] han de acreditar, según
el Código Civil, 10 años de residencia legal y continuada; dos si son de países
iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial, Portugal u origen
sefardí y uno si están casados o casadas con un español o española".
Además, se les exige un certificado de antecedentes penales y haber pasado el
llamado examen de españolidad para demostrar el conocimiento del castellano y
de la estructura política y legal española. O sea, resulta evidente que ni Feijóo ni sus
asesores más próximos están al día en cuestiones de leyes.
Otro de los asuntos donde al PP siempre
le han chirriado las bielas es con el aborto. Ahí los populares tienen que
hacer martingalas invertidas para no enervar a su parroquia. Por eso no se
entiende la actitud del alcalde de Madrid, Martínez Almeida, cuando semanas
atrás, teniendo mayoría absoluta, dio la orden a su grupo municipal de apoyar
una iniciativa de Vox para que sea obligatorio informar a las mujeres que
quieren abortar de las supuestas consecuencias del síndrome posaborto. A menos,
claro está, que lo que buscase Almeida fuera desestabilizar a la dirección nacional
de su partido.
Decía Winston Churchill que “Los
adversarios están delante y los enemigos detrás”, y eso es justo lo que le
sucede a Núñez Feijóo con Isabel Díaz Ayuso. La lideresa madrileña es una
trumpista castiza que va por libre y desautoriza a su líder cuando le conviene.
La presidenta de la Comunidad de Madrid se permite el lujo de decir que leyes
se cumplen en la Comunidad y cuáles no. Así pues, como que ella no es
partidaria del aborto, en Madrid no se confeccionará la lista de médicos que se
niegan a practicar la interrupción del embarazo en la sanidad pública y como
que la ley de la vivienda no es del agrado de la señora presidenta pues en
Madrid no hay ley estatal de vivienda, que es aquella que justamente busca
garantizar ese derecho, regular el mercado del alquiler, proteger a los
colectivos vulnerables y promover la vivienda asequible. La norma también
establece medidas como la posible declaración de zonas de mercado residencial
tensionado para limitar los precios del alquiler. A todo esto, Feijóo, de vez
en cuando, hace alguna matización, pero moderada, no sea que alguno de los suyo
se pueda molestar, pero lo más habitual es que calle y ya se sabe que el que calla
otorga.
Estos son, tan solo, algunos apuntes
sobre la deriva en que está inmerso el PP. Podría anotar bastantes más, como el
caos en la gestión de Moreno Bonilla en Andalucía o las salidas de tono de
Miguel Ángel Rodríguez sin que nadie le llame al orden, pero me parece que como
muestra es suficiente.
Es evidente que la derecha de nuestro
país anda desnortada porque carece de un proyecto político propio, pero también
por la falta de carisma y cuajo político de su líder Alberto Núñez Feijóo. Y
eso no es una buena noticia, porque en democracia los contrapoderes son
imprescindibles.
Dicen que cada sociedad tiene los
políticos que se merece. No lo sé. Pero, de ser cierta esa afirmación, podemos
estar tranquilos porque entonces Feijóo nunca será presidente del Gobierno de
España.
Bernardo Fernández
Publicado en Catalunya Press
20/10/2025

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