En opinión de Leandro Padura, “el
arte de la novela goza del privilegio de poder mentir impunemente. Desde su
misma definición, la Academia identifica la novela con la ficción y la ficción
con invención o cosa fingida. Pero, con relación a lo ficticio, este género
narrativo ha establecido un juego limpio: el novelista cuenta una mentira como
si fuera verdad y el lector, sabiendo que es mentira, la lee como si fuera
verdad, y así se completa el ejercicio estético”. Me parece un razonamiento muy pertinente para lo que quiero explicar.
Tengo entre
mis manos “LAS TRIBULACIONES DE UN GACETILLERO. Entre la vanidad y el
adanismo”, novela que acaba de publicar, tras un prolongado silencio, el veterano exdiputado, escritor y articulista,
Joan Ferran.
De la misma manera que Don Antonio
Machado creó y nos recreó con Juan de Mairena y lo presenta como profesor
ficticio de gimnasia y retórica, poeta y filósofo nacido en Sevilla, alumno de
otro personaje hipotético el profesor apócrifo Abel Martín. Joan Ferran nos
presenta a Manuel Berri, un individuo que nacido en los barrios menos
favorecidos de la ciudad Condal, ya en el otoño de la vida se refugia en un
bello pueblo costero, seducido por la sencillez y la tranquilidad del lugar.
Sin embargo, la forma de ser de Manuel no le permite gozar de la paz que, en su
larga trayectoria como reportero freelance,
se había ganado. Por eso, el encuentro fortuito de una noticia de primeros
del siglo XX en las hemerotecas que consulta habitualmente desde su ordenador,
hacen reverdecer en él deseos de conocer la verdad y que se lance a estudiar un
episodio oscuro de la historia social de finales del siglo XIX y principios del
XX, con la convicción de que aquello puede ser un gran reportaje que lo
devuelva, aunque sea por un tiempo limitado, a la cresta de la ola informativa.
Manuel se nos presenta como un hombre de
curiosidad innata que ha decidido hacer la travesía del desierto literario en
busca de la verdad sin dromedarios y sin agua, pero con una voluntad
inquebrantable de saber para explicar.
Así pues, sin demasiados preámbulos,
Berri, que es un noctámbulo nato, aprovecha las noches para sumergirse por la
vía de internet en las hemerotecas, de finales del XIX y principios del XX de
periódicos como El Diluvio, La Publicidad o el Heraldo de Madrid, sin
despreciar otros como, por ejemplo, La Vanguardia, El Socialista o La Época.
Manuel es por naturaleza exigente y metódico, por lo que dedica buena parte de
su tiempo a contrastar la información y construir un argumentario sólido y
robusto.
Joan Ferran utiliza con gran habilidad
las subtramas y la contextualización, herramientas con tan buen rendimiento le
dieron al inmortal Mario Vargas Llosa. Con una técnica narrativa depurada,
mientras la trama habitual evoluciona de un modo coherente y bien trabado, Joan
Ferran, que no suele dar puntada sin hilo, aprovecha para repasar a
nacionalistas, tanto catalanes como españoles; auténticos farsantes
especialistas en fabricar la historia a la medida de sus ensoñaciones y
delirios. Ferran hace una mención especial a los plumíferos del INH (Institut
de Nova Història), manipuladores por excelencia.
La narración avanza, pero Manuel Berri
empieza a dudar de la conveniencia de relatar toda la verdad y solo la verdad
sobre su personaje, o se puede permitir alguna licencia e introducir ficción y
hacer del protagonista un héroe de la lucha obrera y lograr así un libro más
comercial, es decir, vendible y hacer más plausible que, de ese modo, alcance
un mayor éxito de público, aunque sea escamoteando la verdad histórica. Algo
que desde siempre ha sido contrario a los principios de Manuel.
Manuel duda. No sabe qué hacer.
¿Antepone su honestidad por encima de todo? ¿Hace de su capa un sayo y busca la
rentabilidad de su trabajo sabiendo que está escamoteando la verdad?
La vida es caprichosa, y en muchas
ocasiones, las casualidades —o las aparentes casualidades— nos brindan la
solución cuando estamos en encrucijadas de las que nos vemos incapaces de
salir. Algo de eso le sucede a Manuel Berri, cuando más confuso está, sumido es
sus disquisiciones, cae en la cuenta de que en un libro que había comprado para
complementar el argumentario de su relato, tiene la respuesta a aquello que
tanto le ha hecho dudar y tantas noches de sueño le ha hurtado.
En definitiva, “Las tribulaciones de un
gacetillero” es un exquisita novela, tan breve como interesante, que nos pone
ante la disyuntiva de la ética y el triunfo fácil, sobre lo arduo que es
resistirse al halago y a la palmadita en el hombro y, a la vez, lo práctico que
suele ser trasgiversar y manipular la historia para usufructo propio.
Si pueden, no dejen de leerla. Vale la
pena.
Bernardo
Fernández.
Publicado
en CÒRTUM 24/09/2025
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada