25 de setembre 2025

LAS TRIBULACIONES DE UN GACETILLERO


 

En opinión de Leandro Padura, “el arte de la novela goza del privilegio de poder mentir impunemente. Desde su misma definición, la Academia identifica la novela con la ficción y la ficción con invención o cosa fingida. Pero, con relación a lo ficticio, este género narrativo ha establecido un juego limpio: el novelista cuenta una mentira como si fuera verdad y el lector, sabiendo que es mentira, la lee como si fuera verdad, y así se completa el ejercicio estético”. Me parece un razonamiento muy pertinente para lo que quiero explicar.

Tengo entre mis manos “LAS TRIBULACIONES DE UN GACETILLERO. Entre la vanidad y el adanismo”, novela que acaba de publicar, tras un prolongado silencio, el veterano exdiputado, escritor y articulista, Joan Ferran.

De la misma manera que Don Antonio Machado creó y nos recreó con Juan de Mairena y lo presenta como profesor ficticio de gimnasia y retórica, poeta y filósofo nacido en Sevilla, alumno de otro personaje hipotético el profesor apócrifo Abel Martín. Joan Ferran nos presenta a Manuel Berri, un individuo que nacido en los barrios menos favorecidos de la ciudad Condal, ya en el otoño de la vida se refugia en un bello pueblo costero, seducido por la sencillez y la tranquilidad del lugar. Sin embargo, la forma de ser de Manuel no le permite gozar de la paz que, en su larga trayectoria como reportero freelance, se había ganado. Por eso, el encuentro fortuito de una noticia de primeros del siglo XX en las hemerotecas que consulta habitualmente desde su ordenador, hacen reverdecer en él deseos de conocer la verdad y que se lance a estudiar un episodio oscuro de la historia social de finales del siglo XIX y principios del XX, con la convicción de que aquello puede ser un gran reportaje que lo devuelva, aunque sea por un tiempo limitado, a la cresta de la ola informativa.

Manuel se nos presenta como un hombre de curiosidad innata que ha decidido hacer la travesía del desierto literario en busca de la verdad sin dromedarios y sin agua, pero con una voluntad inquebrantable de saber para explicar.

Así pues, sin demasiados preámbulos, Berri, que es un noctámbulo nato, aprovecha las noches para sumergirse por la vía de internet en las hemerotecas, de finales del XIX y principios del XX de periódicos como El Diluvio, La Publicidad o el Heraldo de Madrid, sin despreciar otros como, por ejemplo, La Vanguardia, El Socialista o La Época. Manuel es por naturaleza exigente y metódico, por lo que dedica buena parte de su tiempo a contrastar la información y construir un argumentario sólido y robusto.

Joan Ferran utiliza con gran habilidad las subtramas y la contextualización, herramientas con tan buen rendimiento le dieron al inmortal Mario Vargas Llosa. Con una técnica narrativa depurada, mientras la trama habitual evoluciona de un modo coherente y bien trabado, Joan Ferran, que no suele dar puntada sin hilo, aprovecha para repasar a nacionalistas, tanto catalanes como españoles; auténticos farsantes especialistas en fabricar la historia a la medida de sus ensoñaciones y delirios. Ferran hace una mención especial a los plumíferos del INH (Institut de Nova Història), manipuladores por excelencia.

La narración avanza, pero Manuel Berri empieza a dudar de la conveniencia de relatar toda la verdad y solo la verdad sobre su personaje, o se puede permitir alguna licencia e introducir ficción y hacer del protagonista un héroe de la lucha obrera y lograr así un libro más comercial, es decir, vendible y hacer más plausible que, de ese modo, alcance un mayor éxito de público, aunque sea escamoteando la verdad histórica. Algo que desde siempre ha sido contrario a los principios de Manuel.

Manuel duda. No sabe qué hacer. ¿Antepone su honestidad por encima de todo? ¿Hace de su capa un sayo y busca la rentabilidad de su trabajo sabiendo que está escamoteando la verdad?

La vida es caprichosa, y en muchas ocasiones, las casualidades —o las aparentes casualidades— nos brindan la solución cuando estamos en encrucijadas de las que nos vemos incapaces de salir. Algo de eso le sucede a Manuel Berri, cuando más confuso está, sumido es sus disquisiciones, cae en la cuenta de que en un libro que había comprado para complementar el argumentario de su relato, tiene la respuesta a aquello que tanto le ha hecho dudar y tantas noches de sueño le ha hurtado.

En definitiva, “Las tribulaciones de un gacetillero” es un exquisita novela, tan breve como interesante, que nos pone ante la disyuntiva de la ética y el triunfo fácil, sobre lo arduo que es resistirse al halago y a la palmadita en el hombro y, a la vez, lo práctico que suele ser trasgiversar y manipular la historia para usufructo propio.

Si pueden, no dejen de leerla. Vale la pena.

Bernardo Fernández.

Publicado en CÒRTUM 24/09/2025

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