La esperanza de vida que tenemos en España es una de las más largas del planeta. Eso significa un gran desafío para los poderes públicos y, a la vez, una oportunidad de negocio para el sector privado. El envejecimiento de nuestra pirámide demográfica de aquí a 2050 generará importantes retos sociales y económicos. Las necesidades de cuidados de larga duración de la población crecerán exponencialmente en las próximas décadas, sobre todo lo que tiene que ver con la dependencia. Ante esta situación, conviene repensar el modelo socio sanitario y adecuarlo a las necesidades para que no se quede obsoleto.
En nuestro país no se destina ni el 1% del PIB a cuidados de larga duración (incluida la asistencia sanitaria y social), mientras que en otros países de la OCDE, ese gasto representa el 1,5%. Estas cifras ponen de manifiesto que no estamos a la altura en inversión que nos correspondería por ser uno de los países con una de las esperanzas de vida más longevas. Los Estados que más aportan son Países Bajos, donde esta partida alcanza el 4,1% del PIB, y Noruega, donde supone el 3,7%. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el gasto en cuidados se duplicará e incluso triplicará en 2050, impulsado por el envejecimiento de las poblaciones. La cuestión es: como atención encontrar el equilibrio para ofrecer acceso a una buena calidad con un sistema económicamente sostenible.
La mayoría de expertos consultados opinan que hasta 2050 el gasto público en nuestro país en cuidados debería crecer más del 2% del PIB, ya que el número de mayores de 65 años beneficiarios de ayudas a la dependencia podría duplicarse, hasta llegar a 1,6 millones de personas. Por otra parte, el gasto público en pensiones podría aumentarse hasta cinco puntos de PIB (ahora supone el 12% de ese índice) y el gasto sanitario podría aumentar en más de un punto. Una factura que, de un modo u otro, tendremos que pagar. Por lo tanto, conviene ir buscando soluciones: aumentar las cotizaciones y prolongar la vida laboral, al menos determinados sectores, reduciría el gasto en pensiones y no tendría por qué ir en detrimento del empleo de los jóvenes si se hace con la suficiente destreza.
Una mayoría de la población española
considera que hasta los 74 años su estado de salud es bueno o muy bueno. No
obstante, es evidente que a más años más dependencia. El responsable técnico de
la Unidad de Cambio Demográfico y Envejecimiento Saludable de la OMS, De la Fuente-Núñez,
sostiene que: “El envejecimiento de la población aumentará considerablemente el
número absoluto de personas mayores dependientes de cuidados”, También
considera que serán más las enfermedades y dolencias crónicas. Actualmente,
“una de cada cuatro personas mayores de 65 años en España está libre de
discapacidad o enfermedad crónica”; María Luisa Carcedo, presidenta de la
Comisión de Política Territorial y Función Pública y exministra de Sanidad,
apunta que: “Cardiopatía, diabetes, enfermedades pulmonares obstructiva
crónica, accidentes cerebrovasculares, demencia, deficiencias sensoriales,
trastornos depresivos o artrosis provocan la pérdida de años de vida saludable”.
El sector público juega aquí un papel
protagonista, pero la iniciativa privada es indispensable, puesto que el
sistema de dependencia se desarrolla mediante un esquema mixto de financiación.
Mientras que la valoración, la prescripción y el seguimiento de la dependencia
son públicos, la provisión de los servicios es privada. “El sector de cuidados
a la dependencia está en un 80% u 85% en manos privadas. La Administración
compra en el mercado los servicios que procura a la sociedad”, explica Luis
Alberto Barriga, director general del IMSERSO.
Solo el sector de la tele asistencia
y ayuda a domicilio facturó 1.755 millones de euros en 2020 —año de los
confinamientos y restricciones—, tras registrar un crecimiento del 2% respecto
a 2019, año en el que la facturación aumentó un 7,5%. “La actividad empresarial
relacionada con los cuidados formales —gestión de residencias, tele asistencia
y ayuda a domicilio— representa en torno al 0,5% del PIB español”, sostiene Benigno
Lacort, consejero delegado de Atenzia, una de las empresas que ofrece tele
asistencia domiciliaria y líder en el sector.
La bomba demográfica está aquí y no
solo pondrá contra las cuerdas a nuestro Estado de bienestar. Barrerá el
planeta. “Las personas de 60 años o más ya superan a los niños menores de cinco
años y para 2050 una de cada cinco personas estará en esa franja de edad”,
señala De la Fuente-Núñez. El número de mayores de 80 años o más se triplicará,
de 143 millones en 2019 a 426 millones en 2050. Aunque es importante tener
presente que “la pandemia ha modificado demográficamente algunos países, con
índices de mortalidad más alta en la población de más de 80 años”, reseña
Mercedes Abades Porcel, profesora de Enfermería Geriátrica y directora de la
Escuela Universitaria de Enfermería del Hospital de la Santa Creo i Sant Pau.
En esta situación, no es casualidad
que uno de los segmentos de negocio que más está creciendo son las distintas
fórmulas para convertir la vivienda en dinero y seguir viviendo en ella hasta
el final. No olvidemos que la casa es considerada por los mayores de 65 años
como su mejor plan de pensiones. Es el lugar en el que quieren residir. El
colectivo de edades más avanzadas no tiene acceso a financiación bancaria; y,
ante una dependencia severa, lo más probable es que el flujo de renta sea
insuficiente. Según un estudio de Seguros Santalucía, el coste económico de los
cuidados de la dependencia de grado III representa 1,6 veces el importe medio
de la pensión pública por jubilación entre las personas de 80 y 84 años,
aumentando hasta 1,8 veces entre la población de 85 y más años. Ese déficit es
mayor en el caso de las mujeres, ya que el importe medio de las pensiones
contributivas por jubilación es menor que el que reciben los hombres.
Nos guste o no esto es lo que hay.
Así que, por nuestro bien, repensemos el futuro y vayámonos preparando.
Bernardo Fernández
Publicado en CÒRTUM 16/10/2025
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