Tememos la suerte de vivir en un
rincón privilegiado del Mediterráneo. Eso nos permite, celebrar este año la
“Castañada” con manga corta y el 1 de noviembre muchos ciudadanos irán a la
playa a mojarse los pies mientras toman el sol. Además, aunque los precios de
algunos productos y servicios están disparados por la coyuntura inflacionista
internacional, no nos falta de nada. Sin embargo, no en todas partes es así. En
Ucrania, por ejemplo, ya hace unas cuantas semanas que cuando llega la noche
las temperaturas caen por debajo de cero y los ataques sistemáticos del
ejército ruso contra la red energética del país amenazan con dejar a millones
de personas sin electricidad, agua y calefacción en los meses de frío y, tanto
los alimentos, como los productos de primera necesidad, escasean porque falla
todo, desde los sistemas de distribución hasta los de almacenamiento y siempre por
el mismo motivo: la guerra.
Vladimir Putin y su Estado Mayor
habían previsto que la invasión de Ucrania sería un paseo. Pero no, el arrojo
de los ucranianos y los apoyos de todo tipo, tanto de la UE como de la UE han
desbaratado los planes del Kremlin. Ante esa situación, el Alto Mando ruso ha
decidido hacer de la necesidad virtud. Por eso, lanzó una propuesta de
negociación totalmente inverosímil porque excluye de la mesa de diálogo a los
representantes de Ucrania; pero así se gana tiempo a la espera de que los fríos
del invierno hagan su presencia, y la vida se ponga en Ucrania más difícil de
lo que ya lo está. De ahí, las acciones constantes de las tropas rusas para
arrasar la red energética.
La cuestión es que a lo largo de la
historia a los ejércitos rusos les ha ido bien dejar a los invasores a la
intemperie entre los meses de noviembre y abril. Las crudas temperaturas han
sido letales para aquellos que no estaban ni preparados ni pertrechados para
las extremas inclemencias de las llanuras y montañas.
La climatología fue fundamental en
los fracasos militares de las invasiones de Napoleón y de Hitler. El ejército
napoleónico ya estaba sufriendo un serio desgaste antes del invierno, debido a
la falta de suministros, enfermedades, deserciones y bajas de guerra, pero la
llegada del invierno acabó por destrozar a las tropas napoleónicas. Por su
parte, la Wehrmacht hitleriana había sufrido más de 734.000 bajas y
se estaba quedando sin suministros en noviembre de 1941, cuando la llegada del
invierno significó el principio del fin de la aventura porque la batalla de
Stalingrado dio la estocada a las tropas de Hitler en su asalto a Rusia.
Con estas referencias históricas, no es de extrañar que en el Kremlin esperen que el invierno general resitúe al ejército ruso en Ucrania. El planteamiento es simple: aprovechar la moral del enemigo debilitada por los estragos que hayan provocado las inclemencias meteorológicas para obtener una situación ventajosa. Así Putin puede esperar la llegada de la primavera para proponer, entonces, una mesa de negociación a partir de las posiciones establecidas.
La unidad europea, hasta el momento, ha sido ejemplar, pero cuando faltan pocas semanas para que llegue el invierno algunas de las políticas más incisivas frente a Moscú podrían empezar a mostrar claroscuros.
Pero es que, además, Putin espera a la reacción de los 27 cuando llegue el frío de verdad. Este invierno, en occidente nos tocará rascarnos aún más el bolsillo para seguir financiando el apoyo militar a Kiev, y habrá que ver si las opiniones públicas de los países de la UE están dispuestas a soportar el tirón y no salen a protestar en las calles ya exigir un cambio de rumbo en las políticas de apoyo al pueblo ucraniano.
Sin duda alguna, la política energética es la que marcará la agenda política en los próximos meses en Europa. El impacto de la crisis energética en las empresas y hogares europeos está siendo brutal. El precio de la electricidad ha incrementado 10 veces de promedio en esta última década y el del gas se ha multiplicado por 14 en el mismo periodo, pero es que todavía no se ha producido el temido corte de suministro total por parte de Rusia .
Se mire como se mire, no parece verosímil una derrota militar de Rusia. La admirable resistencia ucraniana ha hecho posible repeler buena parte de la invasión rusa, primero y reconquistar territorio que los rusos habían ocupado, después. El apoyo logistico de la OTAN ha tenido mucho que ver en esos movimientos. Pero la asimetría es tal entre unos y otros que la diferencia en motivación no es suficiente para inclinar la balanza y los soportes exteriores no pueden ser infinitos. Habrá ofensivas y contraofensivas con enorme costo humano para ambos ejércitos, pero eso a Putin le da igual. Tiene previsto terminar de reclutar y formar 300.000 soldados para que asuman tareas en la retaguardia unos y enviar al frente otros como ropas de refresco. .
Ante esta situación tan escasamente esperanzadora se impone el pragmatismo. Hay que saber que determinadas guerras no se pueden ganar. Cuando eso ocurre, se hace necesario acabarlas con negociación o aceptación. Quizás se está acercando la hora de que unos y otros negocien y/o acepten una forma realista. Parte de la solución podría pasar porque los ucranianos prorrusos conserven el territorio ocupado por los rusos a cambio de paz en Europa.
Tal vez para algunos puede resultar muy doloroso, pero a lo mejor es lo más razonable. Porque seguir masacrando vidas, bajo ningún concepto, es una opción.
Bernardo Fernandez
Publicado en e notícies 31/10/2022
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