Parecía que, una vez superada la pandemia, llegaría una etapa de recuperación y crecimiento que nos iba a proporcionar un fuerte incremento del desarrollo económico, progreso, estabilidad y bienestar social. Sin embargo, a medida que fuimos recuperando la normalidad, en la segunda mitad del año pasado, los precios aumentaron a subir de manera sostenida y determinadas materias, casi todas provenientes de Oriente pero de forma significativa de China, aumentaron a escasear. Luego, la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas y la respuesta de EEUU y la UE, a las políticas expansionistas de Putin, en forma de embargos y restricciones a las energías provenientes de Rusia están poniendo en serio aprietos no ya nuestro crecimiento, sino el desarrollo del día a día como lo hemos conocido hasta la fecha.
Hace unas pocas semanas, Intermón-Oxfam hizo público un informe en el que se decía que: “Los multimillonarios han hecho fortunas inimaginables y sin precedentes durante la pandemia. Las empresas de los sectores de la alimentación y la energía se han enriquecido alcanzando niveles récord. Mientras tanto, millones de personas en todo el mundo se ven obligados a saltarse comidas, a apagar la calefacción o a retrasarse en el pago de las facturas. La pandemia, el conflicto de Ucrania y el rápido aumento de precios de los productos básicos está provocando una crisis del coste de vida que dificulta que mucha gente pueda seguir adelante, pero en cambio los más ricos nunca lo habían pasado tan bien. La desigualdad, que ya era extrema antes de la COVID-19, ha alcanzado ahora niveles sin precedentes”. Quizás, algunos piensen que ese informe afecta a personas que viven muy lejos y eso a nosotros no nos atañe, pues se equivocan porque vivimos en una sociedad globalizada y lo que ocurre en un lugar acaba repercutiendo en otro, aunque esté en las antípodas.
El Banco Mundial ya ha dicho que: “ sus previsiones de crecimiento para este año, el 2022 acabará con un alza del 2,9%”, un dato que es casi la mitad del que se marcó en el 2021 (5,7%) y que, a su vez, es considerablemente inferior a la previsión anterior que hizo ese organismo en el mes de enero y que lo situó en el 4,1%. Ante esta situación, su presidente, David Malpass que: "Para muchos países, la recesión será difícil de evitar".
Cormann que compareció ante los medios de comunicación en París lanzó un contundente mensaje político al apoyar, sin rodeos, las sanciones que la comunidad internacional está imponiendo a Rusia, especialmente las energías, ante una guerra que no dudó en calificar de “atroz, no provocada y sin sentido”.
En este contexto, los parqués de todo el mundo, desde Asia a Estados Unidos, pasando por Europa se vieron sacudidos días atrás. Los mercados financieros globales temblaron cuando Wall Street cayó un 3%, después de saber que la inflación de Estados Unidos está en el 8,6%. “ Hay mucha incertidumbre, crecimiento menos y más inflación combinada con la preocupación de que los bancos centrales pisen el freno con bastante fuerza”, ha dicho Elwin de Groot, economista y gurú de referencia, y continuó: “Va a haber más, mucho más en las próximas jornadas, semanas y meses porque los desequilibrios existentes necesitan remedios muy potentes que no están exentos de elevadísimos efectos secundarios.
Es evidente que
Estados Unidos juega en una liga económica distinta a la que se juega en
Europa. Sin embargo, no es menos cierto que la globalización conlleva una
interconexión incuestionable. Ahora, después del mayor periodo expansivo de su
historia, de haber hinchado sus activos financieros –bolsa, deuda y dólar– al
límite, se encuentran con la inflación más alta en las últimas cuatro décadas.
En esas circunstancias, la Reserva Federal de EEUU ha optado por subir los
tipos un 0,75%, algo que no sucedía desde 1994.
Ante este estado de
cosas, El Banco Central
Europeo (BCE) decidió pasar a la
acción. Parece que esta vez el BCE no está dispuesto a tolerar que la
especulación más descarada y salvaje se cebe en las primas de riesgo de los
países del sur de Europa, como ocurrió en 2012. Por eso, la presidenta de le
entidad Christine Lagarde se comprometió a acelerar los trabajos para crear un
instrumento útil para frenar futuras crisis de la deuda soberana en la zona
euro. Dicho y hecho. La decisión se tomó en una reunión de urgencia con las
primas de riesgo disparadas después del anuncio de subidas de tipos de interés de la semana anterior;
en especial la italiana, que estaba
ya en zona de peligro. En un comunicado, el Consejo de Gobierno del BCE ha indicado los dos pasos que ha decidido dar. Para empezar, se dio luz verde a reinvertir “con
flexibilidad” los vencimientos de deuda del extinto programa para combatir la
pandemia. Es decir, que esa cartera, que asciende a 1,7 billones de euros, se
podrá utilizar sobre todo en los países que más acusen los ataques de los
mercados, incluida Grecia. Y en una segunda fase, se pondrá en marcha un nuevo
mecanismo anticrisis, aún por concretar.
De momento, la decisión del BCE, ha supuesto un
respiro para los mercados de deuda soberana. La prima de riesgo de Grecia ha
caído 32 puntos básicos; la de Italia, 25 puntos; la de España, 15 puntos, y la
de Portugal, 18. Además, la respuesta de la Reserva Federal ha tenido un efecto
terapéutico y los mercados de valores empezaron a repuntar, mientas que el euro
ha frenado su caída frente al dólar.
Con este paisaje de fondo, lo más sensato, en mi
opinión, es que nos apretemos el cinturón, vayamos olvidando, aunque sea por
unos meses, la recuperación y crucemos los dedos porque la recesión está llamando
a la puerta.
Bernardo Fernández.
Publicado en e notícies 20/06/2022
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