Después de más de tres meses
mareando la perdiz con descalificaciones, amenazas, reproches, declaraciones,
contradeclaraciones y comportamientos desabridos los partidos independentistas
catalanes han decidido hacer de la necesidad virtud y constituir un nuevo
Govern.
Con todo, haciendo un análisis
político racional, cuesta entender como JxCat y ERC que, durante el anterior
Govern anduvieron a la greña y acabaron de forma abrupta, ahora se han
inclinado por repetir el experimento, a no ser que hayan entrado en juego sentimientos
identitarios, miedo a la reacción de los parroquianos y/o intereses espurios. En
especial por parte de ERC que tenía posibilidades de explorar otras vías.
No obstante, no hay nada que
objetar, se ganaron el derecho a gobernar en unas elecciones democráticas
llevadas a cabo dentro de un determinado sistema constitucional de un Estado
social y de derecho. El tiempo nos dirá si han aprendido de los errores o son
partidarios de sostenella y no enmendalla.
La cuestión es que Pere Aragonés
ya es, a todos los efectos, el 132 president de la Generalitat de Catalunya, y
es muy posible que dentro de pocas horas tengamos la lista oficial de su nuevo equipo
que, de momento, nos está llegando con cuentagotas.
De todas maneras, esta
legislatura no ha empezado con buen pie. La presidenta del Parlament, Laura
Borrás, ya ha anunciado que no irá a La Zarzuela para informar al jefe del
Estado de la investidura del nuevo president de la Generalitat de Cataluña. Es
curioso porque esta señora no tuvo ningún empacho en obtener una plaza de
funcionaria del Estado “opresor” para asegurarse los garbanzos, y eso está
bien, porque lo primero es antes ─que diría José sacristán─, pero, como segunda
autoridad de Cataluña, no cumple con sus obligaciones y olvida que con
frecuencia las formas son, en política, tan o más importantes que los fondos.
Tampoco Pere Aragonés tuvo una
de sus mejores tardes cuando pidió el voto para su investidura, al asegurar que
“se comprometía a culminar la independencia, a hacer inevitable la amnistía y
ejercer el derecho a la determinación”, todo en el mismo pack, pero olvidando a
la mitad de la ciudadanía que no compartimos ni credo ni proyecto. ¡Hombre! Ya
sabemos que hay que tener a la parroquia tensionada y para eso nada mejor que
las soflamas cuanto más exacerbadas mejor, pero luego sale en la prensa, queda
en las hemerotecas y pasa lo que pasa.
En su parlamento Pere Aragonés
puso como ejemplo a seguir el caso de Escocia. Lógico, cada cual toma como
referente aquello que le parece más apropiado para defender sus intereses. Sin
embargo, me gustaría que, en algún momento, los gurús del independentismo nos
dijeran como creen que hubiera evolucionado un movimiento como el procés
soberanista catalán en países tan poco sospechosos de no ser democráticos como
Francia, Alemania, Portugal o EE.UU.
De todas formas, lo que menos
necesita ahora la sociedad catalana es que sus dirigentes políticos se dediquen
a filosofar sobre el sexo de los ángeles o plantear entelequias. El Govern ha
de ponerse el traje de faena y arremangarse, ni el proceso de vacunación ni la
situación socioeconómica pueden esperar.
Para empezar, ese nuevo Govern
independentista haría bien en retornar claramente a la legalidad, olvidarse de
aventuras quiméricas y no hacer trampas al solitario porque ni independencia ni
amnistía ni autodeterminación son objetivos que se vayan a conseguir. Como
mucho, indultos, un referéndum para aprobar un nuevo Estatut y, quizás, alguna
reforma de la Constitución.
Al nuevo Ejecutivo le
corresponde llevar a cabo una gestión autonomista y es en ese contexto en el
que debe actuar. Por eso, debería poner especial atención en la reconciliación
interna de la ciudadanía catalana y la defensa de la seguridad jurídica. Al mismo
tiempo, debería poner en marcha una operación para favorecer el retorno de las
5.000 empresas que trasladaron sus sedes y sentar las bases para recuperar el
prestigio perdido de Cataluña. Para lograrlo hay recuperar la participación en
las negociaciones multilaterales y dar un fuerte impulso a la negociación
bilateral (mesa de negociación incluida) con el Gobierno central. No nos
podemos permitir el lujo de que el Govern no esté totalmente operativo en la
distribución y gestión de los fondos de recuperación europeos Ahí nos jugamos
buena parte de nuestro futuro como sociedad y como país.
Es fundamental que ese nuevo
gobierno gobierne, que no se enrede en martingalas invertidas a las que en
Cataluña somos tan aficionados desde hace un tiempo. Sin olvidar que un Govern
ha de decir la verdad a los ciudadanos por dura que sea.
A mi modo de ver, una de las
cuestiones que nos atenaza es que el independentismo se ha instalado en un
irrealismo clamoroso. Por eso, y aunque puede parecer un planteamiento muy
simplista, los secesionistas harían bien en tener a Euskadi como referencia
que, por cierto, está bastante más cerca que Escocia y, además, compartimos
muchas más cosas con los vascos que con los escoceses. Y nos iría bien saber
que ellos han aprendido a practicar el catalanismo pragmático, algo que algunos
aquí han olvidado. Quizás porque no lo
han practicado nunca.
Bernardo Fernández
Publicado n e notícies
25/05/2021
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