Desde antes de las elecciones del 14 F, he dicho y escrito en diversas ocasiones que si los independentistas sumaban formarían gobierno. Pues bien, cuando escribo esta columna, faltan diez días para que expire el plazo y se convoquen elecciones de forma automática y, a pesar del deplorable espectáculo que nos ofrecen los negociadores de ERC y JxCat, sigo pensando que tendremos gobierno “indepe” y muy probablemente de coalición.
Ni soy un visionario ni tengo
una bola de cristal que me anuncia cómo será el futuro ¡Qué más quisiera yo!
Tan solo intento aplicar a mis escritos y comentarios lógica y sentido común. Y
esa forma de razonar me lleva a creer que en los próximos días Pere Aragonés
será investido president de la Generalitat y que formará un Govern netamente
independentista.
Se han cumplido más de 90 días
desde que se celebraron las elecciones y, menos mal, que el independentismo
obtuvo un resultado histórico (74 diputados) porque el espectáculo que están
dando con las negociaciones, como he señalado más arriba, es bochornoso.
Solo ha faltado que la CUP
medie entre dos partidos (ERC y JxCat), que se supone son de gente de orden y
con experiencia de gobierno. Los antisistema pusieron sobre la mesa un
documento de 20 páginas con el título Compromiso para un Acuerdo Nacional
para la Autodeterminación. El mismo concluye con el objetivo de construir
“un espacio para el debate de la estrategia independentista más allá del marco
de gobernabilidad”. O sea, hacen un documento para sentar las bases de un
futuro gobierno y plantean crear espacios fuera del alcance de ese gobierno.
“para mear y no echar gota” que diría un castizo y disculpen ustedes la
grosería.
Y todo esto sucede cuando nos
enfrentamos al desafío más importante que han tenido la democracia española y,
por extensión, la catalana desde la Transición. Nunca es momento para embarrar
la política, pero ahora menos. Estamos en tiempo de acuerdos amplios y mirada
la larga. Por eso, ahora que estamos empezando a vencer al virus, hay que reactivar
y reformular la economía para evitar una quiebra social que de producirse sería
de dimensiones desconocidas.
Necesitamos, más que nunca, un
gobierno de lo concreto que se preocupe de la sanidad, la educación y los
servicios sociales, pero también de que los fondos de recuperación de la UE llegan
y se gestionan de manera adecuada.
En este contexto, con la
crispación política que estamos soportando y la presión que están haciendo
desde fuera entidades tóxicas como la ANC, pensar que ERC puede tener su papel
como socio leal del Gobierno de coalición es una entelequia. Los republicanos
han renunciado a su independentismo supuestamente de izquierdas, pero no
nacionalista, como han dicho siempre que era. Sostener que su objetivo es la
independencia y no tiene sentido comprometerse en un proyecto de ámbito español
es como mínimo erróneo. Cualquiera que no esté políticamente ciego sabe que el
proyecto independentista en estos momentos es más imposible que nunca.
La situación de emergencia
socio-económica y la propia filosofía de status de la Unión hacen impensables
aventuras de ese calado. O, dicho de otro modo: con la que está cayendo, lanzar
órdagos como la secesión puede equivaler a quedarse fuera del proyecto europeo
que es, en estos momentos, el único banderín de enganche real que tenemos para
no quedarnos definitivamente anclados en un espacio tan aislado como
desconocido.
Los ejecutivos de JxCat y ERC
se han reeditado durante más de cinco años y han ido de mal en peor. En
consecuencia, todo parece indicar que, volver a constituir un nuevo Govern de
coalición, es firmar un pacto de fracaso asegurado. Jxcat no aporta nada
positivo a la situación actual. Todo lo contrario, es una rémora. En Junts han
asumido la deriva identitaria como la mejor forma de hacer política. Es cierto,
no obstante, que esos planteamientos tienen su público. En estas circunstancias
hay que preguntarse si ERC busca también recoger votos en el nacional populismo
y, por eso, ha optado por la estrategia del caballo de Troya o, bien, quiere colaborar
y ser el aliado necesario del trumpismo en Cataluña, que lleva ya un tiempo
manifestándose sin complejos.
Decía Winston Churchill que un
gobierno puede perder todas las votaciones menos una: la de los presupuestos.
Está claro que en ERC lo saben. Por eso, aunque en estas últimas semanas se
hayan esforzado en marcar perfil y decir que quieren gobernar en solitario,
todos sabemos que eso es un brindis al sol porque esa propuesta apenas tiene
recorrido, como mucho hasta que se tengan que aprobar los presupuestos para
2022 y es que entonces no encontrará los soportes indispensables para sacar las
cuentas adelante,
Él tiempo se agota y hay que ver
cómo evolucionan los acontecimientos. ERC y JxCat se repudian, pero, también es
verdad que tienen, además de la independencia, muchos intereses en común,
quizás demasiados. De hecho, son dos caras de la misma moneda. Por eso estoy
convencido que volverán a formar gobierno.
Sea cual sea la solución, en
pocos días saldremos de dudas.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 17/05/2021
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