03 de febrer 2021

LAS ELECCIONES MÁS IMPORTANTES


 

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) anunció, el viernes pasado, que se mantenía el calendario electoral y anulaba, de forma definitiva, el decreto del Govern que pretendía trasladar las elecciones al Parlament del 14 de febrero al 30 de mayo. Tras esa nueva muestra de incompetencia gubernamental (con 137 licenciados en derecho en nómina fueron incapaces de redactar un decreto como Dios manda), nadie ha dimitido, ni, tampoco, nadie se ha dignado a pedir disculpas por el fiasco. Al contrario, la culpa es del “Estado que lo manipula todo”, según la opinión de los dirigentes secesionistas… Hay que jorobarse.

Horas antes de conocerse la decisión del TSJC había empezado la campaña electoral. La campaña más atípica desde que se recuperó la democracia.  Una campaña rara en un Estado perverso y opresor como el español, que permite que unos individuos que fueron juzgados y condenados a prisión por unos delitos tipificados en el código penal, salgan de la cárcel con un tercer grado, sin que hayan cumplido la parte correspondiente de la pena y participen en actos políticos, saltándose además el confinamiento municipal al que estamos obligados todos los ciudadanos.  Más o menos lo mismo que aquellos que lucharon por la República española y fueron encarcelados en los penales franquistas. Para que luego salgan iluminados haciendo comparaciones odiosas. Como diría un viejo amigo “es para mear y no echar gota”, disculpen ustedes la obscenidad.

Pero volvamos al quid de la cuestión: el 14 F.  Puede parecer un tópico, pero estamos ante las elecciones al Parlament más importantes de nuestra historia reciente. Quizás las más decisivas en los últimos 40 años. El futuro de Cataluña, esto es, el porvenir de nuestros hijos y nietos, está en juego. O sea, la Cataluña de las personas.

Hemos llegado hasta aquí después de casi diez años de caos político, y los últimos tres han sido una auténtica anomalía democrática. En esta última legislatura tan solo se han aprobado trece proyectos de ley y se han convalidado 75 decretos, un balance que no llega a discreto. Sin embargo, para los secesionistas todos los problemas que estamos padeciendo tienen su origen en “la represión del Estado” por la aplicación del artículo 155 de la Constitución en 2017 y la inhabilitación de Quim Torra en 2020.

De todas maneras, el hecho cierto es que la gestión que se ha hecho por parte del Govern es francamente mejorable; y eso, no es solo la opinión de los partidos de la oposición, es, también, un criterio compartido tanto por los sindicatos como por la patronal, así como por distintas entidades y asociaciones de diversos sectores que si en ocasiones callan es por miedo a que les cierren el grifo de las subvenciones, cada vez más menguado, por cierto.

“Ningún Gobierno puede funcionar sin unidad, sin una estrategia común compartida entre los socios”, dijo el 29 de enero de 2020 el entonces president Quim Torra, una de las pocas cosas sensatas que se le oyeron decir a lo largo de su mandato. Por eso, estas elecciones son más necesarias que nunca. En el plano ideológico porque es imprescindible pasar página y dejarse ya de martingalas imposibles como un referéndum por la autodeterminación, la proclamación de una república de ocho segundos o hacer una DUI. Pero también en el ámbito de la gestión, baste aquí un apunte: necesitamos, como agua de mayo, para 2022, unos presupuestos con los que poder atajar la brecha social que no para de crecer y evitar que las empresas sigan marchando de Cataluña. Dos condiciones sine qua non para empezar a remontar

Ante esta situación y con un panorama tan complejo está por ver como evoluciona el efecto Illa. No obstante, está claro que es el candidato a batir para el resto de formaciones. Los secesionistas, ya sea ERC o JxCat, porque ven peligrar su hegemonía y temen que el PSC pueda romper su estrategia y hacer imposible que el 14 F sumen. Y los autoproclamados constitucionalistas porque otean que su electorado puede ver al exministro como la persona idónea para poner a raya al independentismo.

De todas maneras, es más que posible que la llave de la gobernabilidad esté en manos de los indecisos. En las elecciones de 2017 votó el 79,5% del censo, ahora los sondeos demoscópicos auguran un 62 %. Me gustaría equivocarme, pero los independentistas, aunque están desmotivados, desencantados y no sé cuántas cosas más, no se quedaran en casa y con una baja participación volverán a llevarse el gato al agua.

Estas elecciones serán una auténtica partida de ajedrez y es posible que no haya un ganador claro. Por eso, será fundamental administrar los tiempos y saber lanzar los mensajes adecuados en los momentos oportunos. Es posible que la aritmética parlamentaria obligue a negociar con el adversario más iracundo. Hay quien apunta que lo importante no será ganar, sino con quién se podrá pactar. Tal vez, pero, por si acaso, yo preferiría ganar.  La experiencia me dice que es la mejor manera de sentarse a negociar.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 01/02/2021

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