El PP lleva dos años
bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). El
pasado mes de julio parecía que el Gobierno y el primer partido de la oposición
habían llegado a un principio de acuerdo y en el inicio del curso político se
renovaría el CGPJ. Sin embargo, los populares rompieron unilateralmente la
negociación con el banal argumento de que Podemos no podía estar en la mesa de
diálogo. Inaudito, pero cierto.
Ante ese permanente bloqueo,
el Gobierno ha decidido echar por el camino más corto y que fueran los grupos
parlamentarios de PSOE y Unidas Podemos los que presentarán una proposición de
ley para tirar adelante la reforma. Conviene aclarar aquí que el reglamento del
Congreso no exige a los grupos parlamentarios los informes del Poder Judicial,
del Consejo Fiscal y del Consejo de Estado, que sí son preceptivos si es el Ejecutivo
quien presenta el proyecto de ley. Además, de esa manera, se acortan
considerablemente los plazos y la iniciativa se puede convertir en ley en poco
más de dos meses.
No obstante, las alarmas han saltado
cuando la Comisión Europea ha tenido conocimiento de las intenciones del
Gobierno. La CE ha hecho llegar una seria advertencia a España sobre el
proyecto de ley de Reforma del Poder Judicial. Aunque desde hace tiempo en
Bruselas aprietan al Gobierno español para que renueve el órgano judicial que
acabó su mandato en 2018, los políticos y juristas europeos no ven con buenos
ojos que el proyecto se vehicule mediante los grupos parlamentarios del PSOE y
de Unidas-Podemos. Temen que se ponga en peligro la independencia judicial y
que el CGPJ se politice más de lo estrictamente ineludible.
En esencia, la reforma que se
pretende desde el Ejecutivo es rebajar el actual quorum necesario de tres
quintos a mayoría absoluta simple, tanto en el Congreso como en el Senado, para
nombrar a 12 de los 20 vocales del Consejo. Y ahí es donde le duele al PP,
porque con esta modificación los votos de los populares serían irrelevantes,
bastaría con los soportes que permitieron la investidura de Pedro Sánchez.
De todos modos, y ante el
aviso recibido dese Bruselas, el presidente Sánchez ha tendido la mano a Pablo
Casado para desbloquear la renovación “a partir del principio de preacuerdo de
julio”; es decir, un reparto de 10 vocales para cada bloque y el presidente
progresista. Pero el PP sigue cerrado en banda y exige como condición sine qua non,
para empezar a negociar, la ya mencionada exclusión de Podemos en el acuerdo,
algo lógicamente inviable.
La cuestión es que izquierda y
derecha no solo se han de diferenciar por sus postulados ideológicos, que son
sus respectivas razones de ser, sino que entre otras muchísimas cosas se deben marcar
también distancias por sus maneras de proceder.
Por eso, y aunque la memoria
es débil, conviene recordar que, en enero de 2014, cuando gobernaba el PP, con
Mariano Rajoy al frente, el grupo parlamentario popular tramitó una reforma
urgente de la ley orgánica del Poder Judicial para dilapidar lo que se conoce
como justicia universal, y lo hizo como proposición y no como proyecto del
Gobierno; de esa forma evitaron, como ahora pretenden los grupos de PSOE y UP
los informes preceptivos. Por lo tanto, no estaría de más que los populares se
miraran al espejo antes de poner el grito en el cielo.
Con esa iniciativa el Gobierno
de Mariano Rajoy eliminó de un plumazo la capacidad de los jueces españoles
para investigar crímenes contra la humanidad cometidos fuera de España. Algo
que entonces era molesto para países como Estados Unidos o China entre otros.
Ante esta situación de
bloqueo, es comprensible que el Ejecutivo y en especial el presidente Sánchez
estén hartos del obstruccionismo y el bloqueo sistemático del PP; pero la
solución nunca puede ser cambiar las reglas de juego a mitad de partido y
tampoco utilizar el tú más o él y tú también. En ningún caso un Gobierno
progresista debería utilizar un precedente de esa catadura política como
argumento.
Tal vez el proyecto de ley que
presenta el Gobierno de coalición es discutible, y ya se sabe que la izquierda,
como la mujer del César, no solo ha de ser honrada sino que ha de demostrarlo.
Pero es que el PP está cometiendo fraude de ley con sus bloqueos sistemáticos y
burlando la Constitución, que tanto dice defender, para sacar pingües réditos
políticos.
Estoy convencido de que nuestro
sistema constitucional y jurídico ofrece otras posibilidades y es muy plausible
que se pueden explorar otras vías que den plenas garantías a la iniciativa
gubernamental. Y eso, sería mucho mejor que recurrir a las artimañas que ya
utilizó el PP en 2014 porque, aunque nada garantiza que si algún día los
conservadores vuelven a gobernar vuelvan a hacer trapacerías, que un Gobierno
progresista utilice las mismas argucias que la derecha ultramontana sentaría un
precedente peligroso.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
20/10/20
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada